¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19°
27 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Niogasta, un pueblo de Tucumán que está a punto de desaparecer por las inundaciones

Niogasta está al borde de convertirse en un pueblo fantasma. La mayoría de sus habitantes quedaron aislados y sin víveres. Vecinos caminaron durante varios kilómetros con el agua hasta la cintura para acercarles comida y artículos de primera necesidad.
Sabado, 23 de marzo de 2024 12:53

A la sombra de las historias que tejió el temporal en el AMBA y algunas zonas del interior bonaerense, existe un rincón de la Argentina que parece condenado a desaparecer. Niogasta, paraje rural emplazado a la vera de la Ruta Nacional 157 -Simoca, provincia de Tucumán-, se encuentra al borde de transformarse en un pueblo fantasma a raíz de las inundaciones.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

A la sombra de las historias que tejió el temporal en el AMBA y algunas zonas del interior bonaerense, existe un rincón de la Argentina que parece condenado a desaparecer. Niogasta, paraje rural emplazado a la vera de la Ruta Nacional 157 -Simoca, provincia de Tucumán-, se encuentra al borde de transformarse en un pueblo fantasma a raíz de las inundaciones.

El drama ya escribió capítulos anteriores de tristeza y desarraigo. En marzo de 2023, hace exactamente un año, los parajes vecinos de Sud de Lazarte y Esquina quedaron sepultados bajo las aguas. Dieciséis familias no solo lo perdieron todo, sino que también se vieron obligados a abandonar sus hogares y despedirse para siempre del sitio en el que construyeron sus vidas.

Ahora, tras un nuevo desmadre del Río Chico, 20 familias de Niogasta quedaron aisladas, sin poder salir de sus casas ni siquiera para comprar alimentos. Y mientras sufren la ausencia estatal, se enfrentan a un dilema cruel: aferrarse a lo poco que les queda o empezar de cero en otro lugar.

“Nos invade la tristeza de ver cómo la naturaleza se adueña de nuestro amado pueblo. Gente que trabajó toda su vida y levantó su casa con muchísimo sacrificio, ¿qué va a hacer ahora?”, cuenta Soledad Salazar, una docente que nunca se fue del paraje que la vio crecer.

“Para llevarle comida a la gente, caminamos tres kilómetros con el agua hasta la cintura”

A pesar de que su trabajo forzó una mudanza a La Trinidad -a unos pocos kilómetros por la Ruta Provincial 329-, Soledad encabezó una campaña de donaciones a los pobladores que estuvo teñida del drama que sacude a Niogasta. “Ni en el tractor pudimos pasar de lo profundo que estaba, pero yo no podía hacer como si nada ocurriera. Mis padres, uno de mis hermanos y muchos vecinos queridos están sufriendo”, sitúa.

Lo que ayer era una amenaza hoy es una realidad: la inundación ya alcanzó a los íconos edilicios de Niogasta, como la Escuela Roque Aragón y el Centro de Integración Comunitaria (CIC). Muy cerca, en la zona donde está emplazada la capilla, el agua llega al cuello.

“Ahí está la casa de mis padres. El otro día, los caballos nadaban. No es exageración”, cuenta Soledad, y sigue el relato: “Para llevarle comida a la gente, caminamos tres kilómetros con el agua que nos llegaba hasta la cintura. Hicimos pizzas y sándwiches de fiambre para las familias que están aisladas. También llevamos repelentes porque hay muchos casos de dengue. Cuando ya no pudimos seguir, Débora, una amiga, completó el trayecto a caballo. ¿Sabés lo peligroso que es? Si el caballo agarra un pozo y tropieza, puede ser una tragedia”.

La sospecha de los vecinos es que la causa del desastre en Niogasta se debe a falta de obras en el Dique Frontal de Termas de Río Hondo, en la vecina provincia de Santiago del Estero: allí desemboca el Río Chico.

“Como el dique está tapado, el agua está retrocediendo y cada vez es peor. Eso dicen los especialistas. Ya se sabe”, remarca Soledad, y cuestiona la ausencia de autoridades provinciales para asistir a las familias en peligro: “El lunes pasado, cuando entré, nunca en mi vida había visto tanta cantidad de agua. No puedo creer que nadie del gobierno se haya acercado. Cuando hay inundaciones, Defensa Civil siempre viene. Esta vez solo se acercó gente de la comuna con un tractor”.

“Muchas familias tuvieron que irse”

Uno de los caminos principales de Niogasta ya no existe: el desborde del río produjo la formación de nuevos cauces y la correntada y la profundidad son tales que parece imposible que el paisaje vuelva a ser lo que alguna vez fue.

“Al principio, el río salía hacia el fondo del pueblo. Ahora está en el frente. El agua llega hasta el cuello y encima hay pozos. Es muy peligroso. Y además, la corriente hace que todo se vuelva más difícil”, comenta otra docente y vecina de Niogasta, Sabrina Zelaya.

La inundación se apoderó de la casa en la que vive junto a su mamá Noemí (48), su abuela Corina (71) y su bisabuela María Rosa (95). También su hermano mayor, Osvaldo (28), y dos tíos. “El domingo pasado, al ver que el agua empezaba a subir, me tuve que ir para poder seguir yendo a mi trabajo”, dice Sabrina, profesora de lengua y literatura en una escuela en Taco Ralo, a 40 kilómetros de Niogasta.

 

“Muchas familias tuvieron que irse luego de la inundación anterior, y ahora es todavía peor: todas las que quedan se encuentran afectadas. Solo a las que están cerca de la ruta no les llega el agua. Las que viven cinco, seis kilómetros adentro, sufren”, retrata, y sus palabras se tiñen de melancolía: “Antes se inundaba y con los días se iba secando. No sé si habrá solución esta vez”.

La inundación arrasa los recuerdos de los vecinos mayores y mina el futuro de los más chicos. Nadie está exento “Siempre ocurrían inundaciones, pero antes eran unos días y todo volvía a la normalidad -concluye Sabrina-. Ahora es mucho más profundo y te empuja a dejar el lugar. Y cuando uno se enfrenta a eso, es muy difícil”.

Temas de la nota

PUBLICIDAD