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La muerte paseaba en bicicleta

Lunes, 22 de agosto de 2011 23:19

Había tomado la costumbre de dar vueltas por el barrio con la bici de paseo, algo vieja, medio oxidada y con la cadena que chirriaba angustiada.

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Había tomado la costumbre de dar vueltas por el barrio con la bici de paseo, algo vieja, medio oxidada y con la cadena que chirriaba angustiada.

Después de las lluvias del verano, le daba por pasear haciendo zig zag entre los charquitos, otro día daba vueltas a la plaza mirando a los chicos hamacarse, y los domingos no se perdía el fútbol de los muchachos. Daba un par de vueltitas a la cancha y se quedaba la tarde entera debajo de un arbolito mirando correr la pelota.

Cuando apareció la primera vez por el barrio, causó revuelo. Le tenían miedo por su aspecto flacuchiento y esa expresión sombría, pero como no ocasionaba problemas, la dejaron andar. Nunca habló ni nadie se le acercó a preguntarle nada... por las dudas. “No sea cosa que se quiera hacer amiga y ­zas!”, dijo una vecina. Los perros, cuando la veían aparecer, huían. Con el tiempo ya nadie la tuvo en cuenta. Eso fue hasta que al Anselmo Aguirre se le dio por asomarse al canal, después de unas cuantas copas, y le pifió al borde. Ella esperaba el desenlace para cargarlo en la bici y desaparecer hasta otra vuelta.

“Y... en agosto siempre viaja alguno”, musitó el más viejo del barrio.

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