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Salta, grandezas y bajezas de una ciudad apasionante

Lunes, 16 de abril de 2012 12:50

Gerónimo Luis de Cabrera en 1571, Gonzalo de Abreu y Figueroa en 1575 y, finalmente, Hernando de Lerma en 1582 buscaron fundar una ciudad en el Valle de Salta. Ya Francisco de Aguirre había hablado de la necesidad de crearla, en medio del camino entre Potosí -la ciudad más grande del mundo de entonces- y las playas del Río de la Plata.

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Gerónimo Luis de Cabrera en 1571, Gonzalo de Abreu y Figueroa en 1575 y, finalmente, Hernando de Lerma en 1582 buscaron fundar una ciudad en el Valle de Salta. Ya Francisco de Aguirre había hablado de la necesidad de crearla, en medio del camino entre Potosí -la ciudad más grande del mundo de entonces- y las playas del Río de la Plata.

Las ciudades de lo que hoy es Argentina nacieron en el extenso “del Tucumán”. La primera fue Santiago del Estero, fundada en 1533 por Francisco de Aguirre. Muchos pensaron en la futura ciudad del Valle de Salta ya que, por su ubicación especial, se amasarían fortunas y glorias. Pero debía contenerse a los indios chiriguanos y calchaquíes, como lo ordenaba el virrey del Perú, Francisco de Toledo.

Hubo varios intentos, como el de Pedro de Zárate, que fundó en Campo Santo a San Francisco de Alava, pero, siguiendo el mismo destino de otros caseríos similares, fue destruida por los indios.

Necesidad de ciudades

Cuando Toledo ordenó a Gerónimo Cabrera que funde Salta, éste no cumplió, pero fundó Córdoba. Entonces, en 1573, se lo reemplazó por Gonzalo de Abreu y Figueroa. El nuevo gobernador tampoco fundó la ciudad solicitada, pero tomó prisionero a su antecesor, Cabrera, y lo ejecutó salvajemente. Abreu intentó sin embargo dos fundaciones, finalmente destruidas. Toledo se impacientaba. Cuando le ordenó a Pedro de Arana que consumara la fundación, Felipe II ya había nombrado a Hernando de Lerma como nuevo gobernador del Tucumán con ese propósito. Era un licenciado en leyes, de 37 años, que llegaba a Santiago del Estero con la resistencia del Virrey. En 1580 mandó a detener a Abreu. A un año de mazmorra, bajo tormento, Abreu muere.

Bajo un cielo encapotado

El 3 de abril de 1582 setenta españoles y un nutrido grupo de indios llegaron al paraje de Sianca pero no fundaron allí la ciudad. Decidieron en grupo, extraña determinación de Lerma, fundarla en el valle de Salta. Sus ríos y humedales permitían repeler ataques de calchaquíes y omahuacas. Entonces, el 16 de abril de 1582, bajo un cielo encapotado, el licenciado don Hernando de Lerma, en nombre de la Santísima Trinidad y del Apóstol Santiago, fundó la ciudad de Lerma en el Valle de Salta. Cansados y hambrientos se distribuyen los solares para el Cabildo, la Catedral y para los primeros vecinos. Sus nombres se han mezclado y en la actualidad no hay rastros.

La única gloria de Lerma

El alumbramiento de Salta no fue calmo ni indoloro. “La ciudad se vio agitada por feroces rencillas entre los codiciosos conquistadores, amenazada por la resistencia indígena de los Valles y del Chaco, debilitada por las hambrunas, diezmada por las pestes y sobresaltada por los temblores de tierra”, recuerda Atilio Cornejo.

La llegada de Lerma aportó más agitación a un ambiente de violencia, mentiras y amenazas. El sevillano se defendía de ese ambiente poniendo más violencia todavía; disputándosela, sobre todo, a la Iglesia. Y ése fue su fin. Lo que se ha probado es el origen de judío converso de Lerma. Finalmente toma cartas la Audiencia de Charcas y manda capturarlo en 1584. Lerma apela al Real Supremo Consejo de Indias, que lo envía a la Cárcel de la Corte de Madrid. Allí murió el fundador de la ciudad de Salta, pobre y delirando sobre su ciudad en medio de los cerros. Su cadáver, al que nadie reclamó, fue arrojado a la vía pública para que la caridad pagara el entierro. Algunos historiadores valoran su honestidad. Otros creen que el hecho de haber sido el primer gobernador civil del Tucumán -y uno de los pocos doctos que llegaban a estas tierras- le deparó la animosidad de los que tenían por oficio la milicia o la rapiña. Levillier elogia como “admirable” su decisión de someter a consulta o plebiscito entre sus soldados la elección del sitio donde se emplazaría Salta. Esto aportaría una prueba de sus dotes de organizador y de una temprana vocación republicana. Documentos no muy posteriores ya no mencionan al fundador. Se la conoce como San Felipe el Real o, como hoy, la simple y desmemoriada Ciudad de Salta.

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