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Cristina buscó dar certezas en momentos turbulentos

Miércoles, 06 de junio de 2012 21:34

En su largo discurso, Cristina de Kirchner buscó meterse de lleno en dos de las principales preocupaciones ciudadanas de la actualidad: la creciente fiebre por el dólar y la caótica situación del transporte público en la Argentina.

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En su largo discurso, Cristina de Kirchner buscó meterse de lleno en dos de las principales preocupaciones ciudadanas de la actualidad: la creciente fiebre por el dólar y la caótica situación del transporte público en la Argentina.

La intención de la Presidenta, en medio de cuestionamientos cada vez más profundos a la política monetaria del país y a la pasividad oficial tras la tragedia de Once, fue la de mostrar que la Casa Rosada no dejará esos temas librados al azar de la coyuntura y que forman parte de la agenda prioritaria del Gobierno.

La decisión de Cristina de pesificar su plazo fijo en dólares tiene mucho de simbólico, es verdad, pero también deja un mensaje político insoslayable para la sociedad: Argentina avanza a paso firme a una pesificación de la economía que había sido negada días atrás por dos de los más altos funcionarios de su Gobierno nacional.

El anuncio oficial se da en momentos en los que la política comunicacional del kirchnerismo en relación con el dólar empezaba a recibir críticas hasta de los periodistas más afines a los intereses de la Casa Rosada.

Teniendo en cuenta que Cristina y casi todo el Gabinete tenían ahorros en dólares, se hacía muy difícil -por no decir imposible- no caer en contradicciones cuando se le pedía a la sociedad que cambie a la fuerza su cultura dolarizada.

La estrategia pareció estar dirigida a sacarle argumentos a los críticos para que desgasten aún más al oficialismo en tiempos difíciles. Ahora, la oposición tiene la pelota en su cancha y sus más altos dirigentes deberán posicionarse en algún sentido ante la opinión pública.

La creación del Ministerio del Interior y Transporte fue la excusa perfecta para quitarle el manejo de esa área a Julio De Vido, un funcionario cada vez menos poderoso en el esquema cristinista. De Vido manejó con nulos resultados el transporte público del país y quedó en el ojo de la tormenta tras la evitable tragedia de Once, donde murieron 51 personas.

De hecho, un día antes se había oficializado la designación de Axel Kicillof en el directorio de YPF, reemplazando ni más ni menos que al más fiel colaborador del ministro de Planificación, Roberto Baratta. Es público que el ascenso del joven economista está directamente asociado a la decadencia del que supo ser un superministro.

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