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Muchos perros arman alboroto

Miércoles, 11 de julio de 2012 23:25

El “canis lupus familiaris”, mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, a quien el vulgo llama “perro”, y la tilinguería “mascota”, es desde hace pocos años motivo de preocupación y tema de conversación, y hasta de polémica, de los salteños.

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El “canis lupus familiaris”, mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, a quien el vulgo llama “perro”, y la tilinguería “mascota”, es desde hace pocos años motivo de preocupación y tema de conversación, y hasta de polémica, de los salteños.

La razón de ese protagonismo es su descontrolada abundancia. Está en todas partes : calles, plazas, paseos, parques, edificios públicos y privados, hospitales, atrio de las iglesias, y etcétera, menos en la casa de sus amos, que es adonde debería estar.

Pero no se trata solamente de su abundancia, sino que muchos ejemplares de su especie, en sus ratos de ocio, que son mayoría, tienen por costumbre probar el filo de sus colmillos en canillas, pantorrillas y demás lugares blandos de la anatomía humana a su alcance. Este es un punto sobre el que volveremos.

Además, casi todos los canis lupus familiaris son vehículos de pulgas, y transmisores de enfermedades varias, principalmente porque sus dueños no los asean ni los vacunan. La demasía de perros, casi todos callejeros, que aflige a la provincia (hay pueblos en los que el número de perros supera al de los habitantes), obedece a causas diversas. Una es la costumbre de criar más perros de lo razonable. En los barrios de esta ciudad hay familias que tienen cuatro, cinco y más animales. Total, cuando empiezan a molestar con querer comer, se los manda a que se rebusquen en la calle. Y santo remedio.

Bien, el asunto es que hoy los perros arman alboroto. El microcentro, incluidas la plaza 9 de Julio y las peatonales, está tomado por los protegidos de San Roque, según dicen. Y la gente protesta. Las damas protectoras hacen gala de sensibilidad extrema, y hasta de sensiblería, y exigen protección para los pichos vagabundos.

La cosa es que la enorme cantidad de perros sueltos reclama soluciones. ¿Qué hacer con ellos, cómo disminuir su número? Un conocido colega de la radio sugirió enviarlos a “la cámara de gas”, propuesta que fue desestimada. Alguien, también, abogó por el regreso de los laosianos. Muchas personas piden el regreso de “la perrera”, y las mencionadas asociaciones protectoras se expresaron por la castración, tarea que la Municipalidad capitalina encara, con pobres resultados. Los perros, por más que se los castre o se los esterilice, continuarán estando en las calles por varios años más. ¿Entonces? ¿Fomentar las adopciones? Hmm, difícil y para nada práctico.

La población debe entender que con un perro por casa basta y sobra. Aun así, todo apunta para largo plazo. Y el problema de los perros tiene otro perfil. Y grave. Me refiero a la tenencia de los considerados, con justicia, perros peligrosos. Ejemplares de las razas Pit bull terrier americano, Rottwiler y Dogo argentino, entre otras, suelen atacar a los personas, y hasta a sus propios dueños.

El jueves pasado el Concejo Deliberante rechazó un proyecto de ordenanza para impedir que estos canes puedan andar por la vía pública. La autora de la iniciativa, Socorro Villamayor, fundamentó su proposición, pero su colega Silvina Abilés le salió al paso opinando que “es ridículo tener un perro encerrado cargado de energía, porque genera accidentes domésticos”. Claro, mejor es que produzcan accidentes en la vía pública.

Hoy se mandaron goles en contra las familias con más de un perro en casa, la sensiblería y, por supuesto, doña Silvina Abilés, digna representante del Concejo Deliberante.

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