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Criollos y aborígenes disputan los lotes 14 y 55 en Santa Victoria Este

Sabado, 14 de julio de 2012 12:12

Es el conflicto de tierras más grande del país. Una disputa por un territorio 35 veces más grande que la Capital Federal, con más de 20 años de negociaciones que parecen avanzar a la velocidad con la que crece un quebracho, en ese inmenso desierto verde que es el chaco salteño. Las más de 643.000 hectáreas esconden, además, una riqueza incalculable y un tesoro cultural que aportó algunos de los elementos que hoy son rasgos característicos de la identidad de la provincia.

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Es el conflicto de tierras más grande del país. Una disputa por un territorio 35 veces más grande que la Capital Federal, con más de 20 años de negociaciones que parecen avanzar a la velocidad con la que crece un quebracho, en ese inmenso desierto verde que es el chaco salteño. Las más de 643.000 hectáreas esconden, además, una riqueza incalculable y un tesoro cultural que aportó algunos de los elementos que hoy son rasgos característicos de la identidad de la provincia.

Poetas, músicos, escritores y artistas reconocidos mundialmente nacieron ahí, en los montes que acaricia el río Pilcomayo en el municipio de Santa Victoria Este, departamento Rivadavia. Comunidades originarias siguen hablando más en su idioma que en castellano y viven sincronizadas con la naturaleza, como lo hacían sus ancestros. Todos ellos compartieron por el mundo el amor irreparable que sienten por su tierra y el orgullo de ser chaqueños, ese sello en el alma que vuelve inútil cualquier otra referencia. Ese sentimiento de pertenencia e identidad abraza y hermana a los 30.000 habitantes de ese municipio, uno de los más pobres del país. Ser chaqueño es ser hermano de las necesidades y amante del capricho de esa tierra brava, generosa, pero siempre amenazante y capaz de borrar la vida en un segundo. Un chaqueño siempre respeta a otro chaqueño, porque se reconocen en la misma lucha cotidiana, que presentan para mantenerse vivos.

En esta tierra, que guarda en sus profundidades petróleo y parte de una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta, como es el acuífero Guaraní, viven, a grandes rasgos, dos tipos diferentes de pobladores. Por un lado, más de 50 comunidades aborígenes de cinco etnias diferentes conforman un verdadero privilegio cultural para la Provincia, aunque parece una condición muy poco valorada y desatendida. Dispersos entre ellos, conviven pacíficamente desde hace más de 120 años, cerca de 500 familias de gauchos, campesinos y comerciantes, que se denominan a sí mismos criollos. Algunos de los hijos más populares de la criollada chaqueña son hoy ídolos populares y exitosos íconos de nuestra cultura, como son los cantores Oscar Esperanza “El Chaqueño” Palavecino y Jorge Rojas.

Los habitantes originarios son hijos de lo que los españoles llamaron el Gran Chaco Gualamba, ocupado por distintas e indomables naciones aborígenes. El territorio se divide hoy entre las naciones de Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina. El Estado argentino, entre 1884 y 1917, se lanzó a su conquista para incorporarlo al territorio de la entonces joven república. Esas campañas militares, como la que también describió el escritor salteño Federico Gauffín en el clásico “En tierras de Magú Pelá”, dejaron como centinelas a cientos de criollos, muchos de los cuales recibieron tierras como parte de pago del servicio prestado al país. En una época se los reconocía como guardianes de la frontera y hay quienes piensan que esas tierras no serían argentinas si no se hubieran instalado. Sus descendientes son gente humilde, la mayoría vive del ganado y el comercio. Los puestos son casas de adobe con suelo de tierra.

Muchos no tienen luz y muy pocos tienen gas, cloacas y agua corriente. Los más privilegiados pueden tener otra casa en el pueblo o un almacén. Desde ese cruce cultural, los herederos de las dos civilizaciones han sabido convivir en paz y ayudarse mutuamente. Muchos juntaron sus familias y con el tiempo llegaron a conocer las costumbres de sus vecinos, lo que les permitió poder valorarlas y hasta tomarlas como propias. Al aborigen y al criollo de Santa Victoria Este los hace hermanos el mismo padre que tanto aman: el chaco salteño. Pero por estos días, las tierras, los aborígenes y los chaqueños están enredados en una disputa de más de 30 años. La salida del conflicto no se vislumbra en el corto plazo y muchos temen no poder llegar a ver ese día. Ya van varias generaciones heredando la difícil misión de conseguir título de propiedad en esas cientos de miles de hectáreas del Estado, que son los lotes fiscales 14 y 55.

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