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La Viña recuperó sus formas y colores originales

Sabado, 19 de enero de 2013 21:02

El trabajo fue minucioso, artesanal, como en un quirófano muchas veces. Un grupo de once obreros desembarcó en la parroquia Nuestra Señora de La Candelaria de La Viña cinco días antes de que terminara enero de 2010 para reparar daños, fortalecer la estructura y recuperar, por añadidura, su valor arquitectónico e histórico. A mediados de la semana anterior se terminaron de colocar 82 puntos de luz en la torre y se le puso punto final a la obra a pocos días de cumplirse dos años exactos de labores.

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El trabajo fue minucioso, artesanal, como en un quirófano muchas veces. Un grupo de once obreros desembarcó en la parroquia Nuestra Señora de La Candelaria de La Viña cinco días antes de que terminara enero de 2010 para reparar daños, fortalecer la estructura y recuperar, por añadidura, su valor arquitectónico e histórico. A mediados de la semana anterior se terminaron de colocar 82 puntos de luz en la torre y se le puso punto final a la obra a pocos días de cumplirse dos años exactos de labores.

Detrás de las telas azules que taparon el frente y los laterales del templo, los restauradores siguieron el plan trazado para que ese monumento histórico nacional esté hoy sano y renovado con sus colores fuertes originales. El celeste, ocre, rosado y el gris que se usaron para pintar el templo por primera vez fueron descubiertos luego de tres meses de pruebas y contrapruebas, y de más de 60 cateos en diferentes puntos del edificio. La combinación atrae todas las miradas.

Se trabajó con cada una de las piezas para devolverles sus curvas sobre el material con el que fueron concebidas siglos atrás o para rehacerlas de cero siguiendo el modelo original: el frente de la iglesia, sobre calle Alberdi, fue la superficie que más esfuerzo demandó a los albañiles por la complejidad de sus detalles.

Cuando comenzaron los trabajos, la fachada estaba desteñida y la mayoría de sus rincones rotos, débiles, sin revoques. Todo se hizo en dos partes. En una impermeabilización, recambio de cerámicas, de cubiertas, reposición de revoques en parámetros exteriores y reposición y redimensionamiento de bajadas pluviales; la otra incluyó la restauración de las fachadas y el atrio, además de la restauración de la torre.

La dirección de ambas etapas estuvo a cargo de la Secretaría de Obras Públicas de la Provincia, organismo que también cumplió con el asesoramiento de lo que hicieron las empresas Ingeniero Benavidez (pintura) y Mario Banchik y CIA (impermeabilización). Por tratarse de un edificio histórico nacional, el proyecto necesitó el guiño del Gobierno nacional a través de su área de Arquitectura.

Más de lo esperado

En el cartel de obra se anunciaba un plazo de ejecución de doce meses, pero terminó estirándose a dos. “La fachada principal fue mucho más de lo que esperábamos. Eso nos demoró un poco”, indicó a El Tribuno Omar Carpio, arquitecto que siguió de cerca el proceso en el que también se tuvo que corregir las letras del nombre de la iglesia (colocadas en la parte superior), corregir molduras y reponer revoques; las puertas fueron lavadas y se les quitó el esmalte sintético, en los techos se limpiaron las juntas, se sellaron, se impermeabilizaron y se hicieron nuevas canaletas. Eso sin mencionar la dedicación que se puso en las molduras, candelas, perles, pirovetes, relieves, bajos relieves y balaustres.

El secretario de Obras Públicas, Sergio Zorpudes, estimó que en 20 días el trabajo podrá ser inaugurado. Hasta entonces, se terminará de repasar con pintura las verjas de la entrada, un trabajo extra que se sumó en las últimas horas. El funcionario recordó que la inversión realizada por el Ejecutivo fue de $2 millones y que los fondos salieron de las arcas provinciales.

“La obra y la puesta en valor de este monumento fue ejecutada en un ciento por ciento, en todas sus etapas”, confirmó Zorpudes, quien aprovechó para colocar a la iglesia La Viña en el porfolio en el que figuran otros edificios del casco histórico salteño, también recuperados, y que le dio a la ciudad un perfil diferente, atractivo para salteños y turistas.

La importancia del
grupo de restauradores

Especialistas en reconstrucción de ornamentos. Así también llaman a los trabajadores que, detrás de bambalinas, asumen la responsabilidad de la recuperación de las piezas de la obra. El valor agregado está en sus manos y en la experiencia con la que sellan cada trabajo.

El proceso que revalorizó el edificio de la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de La Viña tuvo su grupo de restauradores. “Es un equipo fenomenal, único en lo que hacen”, calificó Gabriela Dapena, funcionaria de la Secretaría de Obras Públicas y directora de la obra.

Herminio Cardozo es el capataz y los oficiales albañiles Santo Aguirre, Eugenio Alarcón, Jesús Cardozo, Demetrio Care, Eduardo Choque, Edmundo López, Pedro Serrano y Daniel Tabarcache. Se completan y complementan con el pintor Simón Valdés y el plomero Juan Suica.

Todos son empleados de la Municipalidad capitalina, pero por un convenio trabajan para el Gobierno provincial en las obras de este tipo. Algunos se jubilaron. Los que quedan arrancaron con la primera obra que se hizo en la Catedral Basílica. Y siguieron ocupándose de la recuperación de las molduras, candelas, perles, pirovetes y relieves de otros.

Un trabajo de varios años

Varios edificios fueron restaurados y recuperados en Salta. El primer paso se dio cuando la Unidad Ejecutora del Casco Histórico se puso a trabajar desde 2000 en las fachadas de los edificios ubicados sobre la primera cuadra de Mitre. El Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM), Centro Cultural América, Palacio Day y otros fueron arreglados en esa tanda. Luego siguió en 2005 la Catedral Basílica, templo que también recuperó sus formas y colores.

En todos los casos, se recordó desde Obras Públicas, la tarea se concentró en la fachada. El trabajo hecho en edificios del micro y macrocentro atrae y es uno de los imanes que fortalece el turismo. Los visitantes no dejan de alabar cómo lucen el Museo de Arte Contemporáneo, el Cabildo Histórico, el convento San Bernardo, la iglesia San Alfonso, la escuela Zorrilla y el edificio del Banco Hipotecario.

Una comisión de damas juntó limosnas en
Argentina, Bolivia y Perú para levantar el templo

La parroquia Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña está ubicada en el macrocentro salteño, en la esquina de Alberdi y San Juan, en el mismo sitio donde existía una ermita del Señor Nazareno y donde había un cementerio de españoles. En 1884 la antigua iglesia colonial fue reemplazada por ese imponente edificio de líneas italianizantes, que fue construido por la empresa de Noe Macchi.

La torre, que está separada del cuerpo central, se terminó en 1908 y fue proyectada por el ingeniero civil José Enrique Teodoro Rauch. En el sitio www.monumentosysitios.gov.ar se especifica que el trabajo fue donado al Obispado de Salta y que los primeros dos pisos de la torre fueron ejecutados por Rauch. La obra se interrumpió por falta de fondos y por el fallecimiento del profesional. Más tarde, el italiano Francisco Righetti, siguiendo los planos de Rauch, la terminó en 1908 conjuntamente con la refacción de la fachada.

La torre tiene 44 metros de altura es la segunda más alta, después de la de la iglesia San Francisco.

Pero la historia de la iglesia y el culto a la Virgen de la Viña comenzó a escribirse en el siglo XVII, en una finca del Valle de Siancas. La capilla se construyó hacia 1625, cerca de un paraje donde se habían plantado las primeras cepas de vid, y por “su mucha decencia y ornato” fue considerada apta para convertirse en sede parroquial de la iglesia matriz salteña, por lo que se constituyó en el punto de veneración de la Virgen. Era tanto su atractivo que a la capilla se la comenzó a llamar “el santuario de nuestra señora”.

El recinto del templo fue refugio durante la guerra civil salteña desatada en la década de 1860 y también cuando Felipe Varela invadió la ciudad en 1867. Sirvió de hospital cuando se desató la epidemia de cólera en el año 1886.

Datos

Una piedra ubicada en la entrada izquierda del templo cuenta textualmente “Antigua Ermita del Nazareno y cementerio de los españoles en el siglo XVIII. Su construcción comenzó a finales de 1853 y terminó en 1855. Es una obra de la piedad colectiva del pueblo”. Y agrega: “Refugio en la guerra civil salteña en 1864 y en la invasión de Varela en 1867, se convirtió en hospital por el cólera de 1886 a 1888. Consagrado en 1904, en testimonio grandioso de fe y amor”.

Varias veces se intentó trasladar de capilla. En septiembre de 1735 una invasión indígena destruyó los fuertes de Balbuena, San José y Santa Ana de Cobos, asolando las fincas y caseríos y poniendo sitio a Salta hasta que fueron abatidos. La capilla de la Viña inconclusa fue incendiada y la imagen de la Virgen asaltada por los indios. En 1799 el mayordomo Enrique Paz recolectó fondos para su reparación y en 1836 Teresa de Jesús Cornejo emprendió una gira limosnera por Bolivia y Perú pidiendo donativos para continuar con los trabajos. La obra del nuevo templo comenzó en 1835 por el impulso del presbítero Isidoro Fernández y gracias al aporte colectivo de la comunidad que acarreó piedras, donó jornales y recogió ofrendas. La obra se costeó con limosnas recolectadas en la Argentina, Bolivia y Perú, por parte de una comisión de damas.

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