La exeditora de Vogue Australia Kirstie Clements, quien durante 13 años dirigió la famosa revista femenina, asegura en un libro que las modelos realizan dietas extremas para perder peso y mantenerse delgadas, llegando incluso “a comer pañuelos de papel para no sentir hambre”.
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La exeditora de Vogue Australia Kirstie Clements, quien durante 13 años dirigió la famosa revista femenina, asegura en un libro que las modelos realizan dietas extremas para perder peso y mantenerse delgadas, llegando incluso “a comer pañuelos de papel para no sentir hambre”.
La noticia, que ha tomando gran relevancia en internet en las últimas horas, forma parte del primer libro de Clements, “El factor Vogue”, recientemente publicado en Australia. Tras su despido de la firma, ella decidió escribir lo que sabía del mundo de las famosas de la pasarela.
La exeditora, que fue sustituida el año pasado por Edwina McCann, asegura que las modelos se someten a dietas extremas para mantener la delgada figura que exige la industria.
Ingieren tiras de papel de celulosa que consumen para mantener el estómago lleno sin subir de peso.
Durante los desfiles, las modelos hacen ayunos y solo se alimentan con papel.
La exeditora fue testigo de una producción realizada en Marruecos, en la cual vio que durante tres días las modelos no ingirieron ningún tipo de alimento, algo totalmente peligroso para su salud, que llegó a debilitarlas al punto tal de que apenas podían abrir los ojos.
Además, Kristie contó que las modelos australianas soñaban con trabajar en Europa y cuando lo conseguían se morían de hambre para bajar de peso y responder a las expectativas.
No es la primera vez
Esta no es la primera vez que se habla sobre el lado oscuro del mundo de la moda, sin embargo, el nuevo libro de Clements marca la primera vez que un editor prominente de la moda australiana se ha atrevido a ventilar los trapos sucios de la industria.
Algunos críticos creen que “El factor Vogue” es la forma de Clements vengarse después de que fuera despedida. Si eso es cierto, Clements no es la única. Edwards-Jones, quien escribió “La moda Babilonia”, causó gran revuelo en 2006 cuando dio a conocer en ese libro algunas ideas sobre el mundo no tan glamoroso de modelos de pasarela. Entre otras, hay quienes toman regularmente laxantes y píldoras de dieta para mantenerse. Y dijo: “Es posible que se mueran de hambre, borrachas, con riñones secos y el hígado de un alcohólico de 55 años de edad, pero ¿a quién le importa si antes lució espléndida en la pasarela?”.
La relación entre moda e imposición
La brasileña Ana Carolina Reston, de 21 años, murió hace unos seis años víctima de anorexia. Medía 1,74 de altura, pesaba apenas 40 kilos de peso y no soportó un cuadro de infección urinaria que por su delgadez extrema se convirtió rápidamente en insuficiencia renal.
El hecho consternó al mundo de la moda y reavivó el debate sobre los desórdenes alimenticios a los que los jóvenes se someten en nombre de la apariencia y es recordado en los últimos días a partir del libro de la exeditora de Vogue Australia.
Este caso, como tantos otros, representa la punta del iceberg de la función social que tiene la moda en relación con el poder. La moda es un buen modelo para entender muchas de las dimensiones complejas que tiene el poder impositivo. Al pensar en el papel social que juega la moda, es casi inevitable tropezar con un círculo vicioso que la relaciona fuertemente con una idea de autoridad. Pese a ser considerada como un símbolo de libertad personal, la moda es en realidad una práctica que más bien indica la sumisión de la voluntad individual al punto de vista de otro: es la disuasión de la libre elección, es además la censura a todo lo que pareciera alternativo o fuera de norma. Lo más impresionante de la moda es que no solo es aceptada por quienes la siguen, sino que dichos seguidores demandan su imposición, la anhelan, la desean. Y el acatamiento de una norma es la forma más rápida, más eficaz y más barata de ejercer el dominio.