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Franco Rinaldi: En Salta la política se maneja a lo patrón de estancia”

Domingo, 18 de mayo de 2014 01:11

Sobran esperanzas en la intelectualidad argentina cuando se dialoga con Franco Rinaldi. Este joven politólogo, especialista en Aeronavegación Comercial y comunicador social nació en nuestra ciudad el 14 de abril de 1980, pero hace veinte años reside en Buenos Aires. En sobradas ocasiones le tocó abrirse paso entre lo imposible.

La octogénesis imperfecta con que vino al mundo le proporcionó esta experiencia, que a su vez originó “El niño del año”, su primer libro publicado en 2010 y del que dice que “me buscó a mí durante muchos años”. El curioso título de su obra -en la que se “permitió un orden de tiempo y lugar diferentes para construir la historia que a mí me gustaría que sea”- es homónimo de un galardón que le otorgaron una vez en Salta. Ahora lo demandan otras exploraciones. Hace tres años se encuentra abocado a una investigación sobre Aerolíneas Argentinas, que saldrá bajo el sello de editorial Planeta. Como su pasión son las políticas públicas (“como una forma de intervención racional a la que siento cercana y posible para mi inteligencia más o menos limitada”) y la aviación, sobre esto Franco dice lo suyo.

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Sobran esperanzas en la intelectualidad argentina cuando se dialoga con Franco Rinaldi. Este joven politólogo, especialista en Aeronavegación Comercial y comunicador social nació en nuestra ciudad el 14 de abril de 1980, pero hace veinte años reside en Buenos Aires. En sobradas ocasiones le tocó abrirse paso entre lo imposible.

La octogénesis imperfecta con que vino al mundo le proporcionó esta experiencia, que a su vez originó “El niño del año”, su primer libro publicado en 2010 y del que dice que “me buscó a mí durante muchos años”. El curioso título de su obra -en la que se “permitió un orden de tiempo y lugar diferentes para construir la historia que a mí me gustaría que sea”- es homónimo de un galardón que le otorgaron una vez en Salta. Ahora lo demandan otras exploraciones. Hace tres años se encuentra abocado a una investigación sobre Aerolíneas Argentinas, que saldrá bajo el sello de editorial Planeta. Como su pasión son las políticas públicas (“como una forma de intervención racional a la que siento cercana y posible para mi inteligencia más o menos limitada”) y la aviación, sobre esto Franco dice lo suyo.

¿Sentiste inclinación desde pequeño por los asuntos públicos y la actividad de quienes los rigen?

En mi casa se hablaba mucho de política y a mí me interesó desde muy chico la política. Siempre. Leía sobre política, escuchaba la radio, miraba programas. Casi cometí el error de iniciar la carrera de Comunicaciones Sociales en la Universidad de Buenos Aires y, por suerte, justo a tiempo encontré la carrera de Ciencias Políticas.

¿De adolescente compartías esta inquietud con tus compañeros?

En el secundario donde fui no había centro de estudiantes. Entonces, empecé a organizarlo y a organizar a otros compañeros. Desde luego uno no es tan único como cree, hay gente que comparte tus intereses. Entonces había que liderarlo un poco y organizarlo y, al mismo tiempo, aprender de esa experiencia conjunta. Más que nada tenía la idea de que era una buena cosa participar en la actividad pública, hacer algo más allá de ir a boliches o a asados. Estaba bien organizar algo que tuviera que ver con participar públicamente de algo que me excediera.

¿Qué solías hacer de adolescente?

Tenía varios grupos de amigos, porque siempre fui muy sociable. Lo que más disfrutaba era juntarnos a comer, charlar, discutir, que eran las cosas para las cuales yo me sentía más apto y en menor desventaja.

¿Cómo se transforma Buenos Aires en tu sitio para vivir?

La verdad es que cuando me fui de Salta para estudiar en Buenos Aires, de movida ya pensaba que no iba a volver. Lo raro hubiera sido que volviera. Tendría que haber sucedido algo, como un ofrecimiento laboral o alguna actividad que me hiciera volver. Irse a vivir a Buenos Aires tampoco era lo más usual entre los chicos que se iban a vivir fuera de Salta. Antes de terminar la carrera, empecé a trabajar en la radio y después también me surgió la oportunidad de un trabajo a través de la UBA y empecé como asistente técnico en la administración pública nacional. Y después mis deseos de volver a Salta fueron cada vez menores.

Viajaste por el mundo. ¿De dónde surgen esa voracidad expedicionaria y la pasión por los aviones?

Pienso que me gusta viajar en avión y además el otro interés que siempre tuve desde chico fue la aviación. Cuando hice la carrera universitaria, había una posibilidad de relacionar una política pública de transporte con la aviación comercial. Para entender el mundo y la industria aeronáutica parte del trabajo es subirte mucho a los aviones. Así que, como primera medida, subirme al avión también era una buena razón para viajar. O viajar, en todo caso, siempre es una buena razón para subir a un avión. Y después que me gusta viajar, estar en otro lado, conocer gente nueva y ver cómo funcionan otras ciudades, otros países. También cómo se ve la Argentina desde afuera me parece un ejercicio interesante.

De los modelos aerocomerciales europeos, el estadounidense, y de otros países sudamericanos ¿qué se podría implementar en Argentina?

Básicamente lo que hay en términos de políticas aerocomerciales es una diferencia enorme en materia de desarrollo de la industria con el resto de la región, sobre todo Chile y Brasil, que, por supuesto, es mucho más grande con Estados Unidos y Europa. Pero sí, lógicamente Argentina tiene mucho que aprender sobre esos modelos que son más modernos, desarrollados y eficientes. En esos modelos subirte a un avión no es algo de una élite de una sociedad, sino que es un medio de transporte bastante popularizado.

Vos estás escribiendo un libro sobre Aerolíneas Argentinas y aunque no se trata de ficción, muchos hechos que ocurrieron a lo largo de la administración de la línea de bandera parecen ficcionales ¿no?

Sí, totalmente. No es una historia novelada lo que yo estoy contando de todos modos. El libro que voy a publicar en un par de meses es sobre la historia reciente, desde la expropiación en 2008, durante la administración nacional. Pero naturalmente que tiene muchas cosas que tienen que ver con distintas etapas de Aerolíneas, no solo para compararla con otros modelos extranjeros contemporáneos, sino también para ver que no siempre fue un mal negocio para el Estado. En los 80, por ejemplo, daba ganancias, aunque un margen bajo de ganancias (sobre todo para lo que supone la inversión); pero daba ganancias. Ahora da muchas pérdidas: 2 millones de dólares por día, durante los últimos años.

¿Con qué tienen que ver esas pérdidas: con desmanejo de fondos, demanda insuficiente, desconocimiento del mercado, mala logística?

Las aerolíneas son empresas de transporte con lógicas propias. Lo que sucede es que Aerolíneas fue expropiada a mediados de 2008 y jamás hubo una conducción que estuviera relacionada con criterios de una empresa de transporte. Entonces lo que vos tenés es una conducción que tiene más una lógica de centro de estudiantes de la universidad. La verdad es que conducir una asamblea en la universidad o armar afiches o incluso hacer una manifestación en contra de algo son actividades distintas de las que presupone organizar una aerolínea.

Sin embargo, esta conducción estatal se volvió un “bastión inspirador”...

Sí, se sobreideologizó la gestión de la empresa y entonces cuando uno intenta ver los números, que además pagamos todos sin que nos pregunten, lo que te dicen es que vos lo que querés es hacer una campaña en contra de la empresa, o una campaña en contra del gobierno. Pareciera ser que discutir las pérdidas de la empresa o si cumple con un formalismo que cumplen todas las empresas, como presentar balances (algo que Aerolíneas no hace desde hace casi seis años) se dice que estamos discutiendo un modelo de país. Yo solo quiero que Aerolíneas cumpla las reglas que cumplimos todos. Lo que hay es un descontrol total en los gastos. El negocio es muy dinámico para quienes lo conducen sin conocerlo. Si no tenés criterios de eficiencia mínimos, porque pensás que eso no es importante sino que lo importante es discutir el modelo de país, bueno, el resultado es Aerolíneas, una empresa con un agujero negro tremendo.

¿Cómo se complejizó la investigación, teniendo en cuenta que hace cinco años y medio que no hay rendición de cuentas?

Ha sido un trabajo al que yo calificaría, en el sentido más complejo de la palabra, un trabajo forense, de chinos. Porque conseguir datos de una empresa pública argentina como Aerolíneas es una tarea increíblemente ingrata. El trabajo ha sido muy difícil. Lo que hice fue recolectar la mayor cantidad oficial de datos que hay y trabajar durante años para construir relaciones estables, duraderas y de confianza con gente que trabaja o trabajaba, que aceptó hablar conmigo con el correr del tiempo y fueron contándome cosas en off, sin dar sus nombres para no comprometerse. Y bueno, tratar de hacer exégesis de los datos de transferencia del Tesoro nacional, del Ministerio de Economía, de Planificación Federal, etc. 

¿Cómo es el debate político en Argentina? 

El debate político en términos generales de la Argentina de los últimos veinte años en comparación con otros países de la región me parece bastante pobre. Hoy se vive discutiendo escándalos, cuestiones más superficiales porque una semana es la mano dura, la otra es la inflación, la otra los números de pobreza, la otra la cantidad de gente que queda sin trabajo porque cae la venta de autos, la otra si la presidenta se lleva bien o mal con Piñera el expresidente de Chile... 

¿Cuál es nuestra discusión pendiente?

Un debate interesante que hay y que aparece como históricamente pendiente, sobre todo de 1983 para acá, es qué va a hacer la Argentina dentro de veinte o treinta años. Me parece que no termina de estar en la agenda de los políticos, candidatos, dirigentes gremiales y los distintos funcionarios están discutiendo, parlamentando sobre cuestiones del hoy, meramente coyunturales. La Argentina tiene que poder avanzar hacia discusiones que no se van a resolver mañana, sino que van a suponer un trabajo continuo y consistente para los próximos veinte años.

¿Cuál es el gran logro de quienes quieren velar a los ciudadanos que cuando intervienen en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo están haciendo política?

El gran logro es haberle hecho creer a la opinión pública que no hay debates objetivos, que todo puede ser relativo, que todo depende de qué te hace feliz a vos y qué a mí. La verdad es que hay una cantidad de hechos incontrastables y después hay distintas interpretaciones de los hechos. Las personas con responsabilidad pública deben ser objetivas como parte de su responsabilidad, y estoy pensando ya no solamente en la clase dirigente sino en investigadores del Conicet, de distintos sistemas de becas universitarias, etcétera, etcétera. Lo que no se puede hacer es tergiversar datos so pretexto de “lo que pasa es que esto es relativo”. Si hablamos de los números de la transferencia de recursos que hay para los ferrocarriles en la República Argentina por día la respuesta a eso no puede ser: “Es porque salimos del consenso de basura”. Hay una cuestión de reglas básicas de conjunto en la que no podemos mezclar peras con batatas, porque son cosas distintas.

¿Esa es la deuda de la Argentina como sociedad democrática? 

La sociedad democrática que yo imagino -y que es posible- es aquella en la que no haya ningún tema que no pueda ser discutido. Que en la Argentina se pueda discutir sobre el aborto, o la despenalización de la marihuana pero no se pueda discutir acerca de si la universidad puede o no tener algún arancel son cosas delirantes.

Justamente venís de una provincia en la que los espacios políticos están monopolizados y las discusiones no se habilitan a todos los actores sociales. ¿Qué te preocupa de la dirigencia política salteña? 

La reelección indefinida del PJ en el Gobierno me parece un problema político que tiene Salta. La sociedad democrática demanda alternancia en el poder y es fundamental para la democracia. Sirve de freno para los abusos del poder. Me preocupa cierto manejo político medio como de patrón de estancia. Las relaciones de poder se hacen en mesas familiares o de clubes y son las que finalmente determinan la suerte de los ciudadanos.

Ese es tu diagnóstico, ¿cuál sería el principio de cambio? 

El sistema político salteño necesita más transparencia, y que se genere un sistema que permita tener mayores opciones. Ese es un gran interrogante: ¿por qué genera candidatos siempre del mismo partido político? Y me parece que esto es, en parte, porque a la sociedad salteña le importa poco la política.

 

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