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Venezuela, lo que se cae de maduro

Sabado, 05 de julio de 2014 01:41

PASCUAL ALBANESE, Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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PASCUAL ALBANESE, Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

En un gesto inesperado, el presidente Venezolano, Nicolás Maduro, anunció la designación de Orlando Borrego, un cubano de 78 años, que hace medio siglo fuera viceministro de Industrias de Ernesto “Che” Guevara, como “asesor especial” para “hacer una revolución total y profunda de la administración pública”, junto con el flamante Ministro de Planificación, Ricardo Menéndez, quien reemplazó en esa cartera al renunciante Jorge Giordani, considerado como el máximo ideólogo económico del “modelo bolivariano”.

La dimisión de Giordani constituyó un nuevo hito del proceso de descomposición del régimen de Maduro. El ex ministro acusó al mandatario de abandonar el ideario chavista y de avanzar en un tímido giro pragmático simbolizado en la figura del nuevo Ministro de Finanzas, Nelson Merentes.

En su carta de renuncia, Giordani alertó contra el peligro de “la reinstalación de mecanismos financieros capitalistas que satisfagan los intentos de recapturar el excedente petrolero por la vía financiera”. Pero la estocada más filosa de la misiva pegó en un costado aún más sensible: “a la luz de estos hechos surge la clara sensación de vacío de poder en la Presidencia de la República”

La trayectoria de Giordani como íntimo de Chávez y principal ejecutor de la política económica llevada adelante desde su asunción al gobierno en 1998 convirtió esa imputación en un golpe mortal para el alicaído prestigio de Maduro, que ahora no está acorralado solamente por una oposición en ascenso sino que comienza a ser atacado desde las filas de un oficialismo que busca alguna fórmula para retener el poder en el marco de una situación económica catastrófica y de un escenario social crecientemente conflictivo.

La legitimidad de Maduro estuvo cuestionada desde un principio. En las elecciones presidenciales de abril de 2013, realizadas semanas después de la muerte de Chávez, triunfó con una diferencia de apenas el 1,49% de los votos sobre el líder de la oposición, Enrique Capriles Radonsky, quien denunció la existencia de fraude y nunca reconoció ese resultado.

Desde entonces, la situación no ha hecho sino empeorar. La inflación es del 60% anual. La producción petrolera, casi la única fuente de divisas, está en franco declive. Las importaciones aumentan y las exportaciones disminuyen. Las reservas del Banco Central bajaron a niveles preocupantes. El bolívar se devalúa cotidianamente y la brecha entre el oficial y el paralelo alcanza un nivel astronómico. Los empresarios de la “boliburguesía”, en complicidad con funcionarios, consiguen autorizaciones para comprar dólares en el mercado legal para enseguida venderlos en el mercado negro.

En este contexto, el déficit fiscal trepó al 15% del PBI. Todo esto ocurre pese a que Venezuela es la quinta potencia petrolera mundial y posee una de las mayores reservas del planeta. Las exportaciones petroleras durante la era chavista, entre 1999 y 2013, ascendieron a 765.000 millones de dólares. Cuando Chávez asumió, el precio del barril de petróleo era de 8 dólares. Ahora supera los cien dólares. Pero esa montaña de dinero acumulado en la bonanza de esa “década ganada” parece haberse esfumado.

En este déficit fiscal pesa enormemente el subsidio a la tarifa de los combustibles. El precio de la nafta en Venezuela es uno de los más bajos del mundo. Petróleos de Venezuela, cuanto más produce, más pierde. Esto hace que el titular de PDVSA, Rafael Ramírez, uno de los personajes más influyentes del régimen de Caracas, se haya erigido en uno de los defensores del realismo económico que provocó la furia de Giordani. Las restricciones a las importaciones, originadas en la escasez de divisas, y el fracaso de la campaña de “Precios Justos” determinaron un inquietante desabastecimiento de productos. El humor popular tomó como emblema la falta de papel higiénico.

Maduro tuvo de entrada el respaldo de los grupos de izquierda que apoyaron a Chávez, nucleados en el Partido Socialista Unificado Venezolano (PSUV) pero tropieza con la reticencia de las Fuerzas Armadas, que fueron siempre el pilar del poder chavista y tienen como su máxima expresión política a Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y número dos del régimen.

Para mantenerse en el gobierno en ese delicado equilibrio interno Maduro cuenta con el apoyo cubano. La abrumadora presencia de funcionarios, militares, profesionales y técnicos cubanos, que en su conjunto suman más de 50.000, en áreas que van desde los servicios de inteligencia y las Fuerzas Armadas hasta la educación, la salud pública y el deporte, es la muestra de la influencia de La Habana, lo que constituye una fuente de conflictividad en el ala militar del chavismo.

Para Cuba, la subsistencia del régimen venezolano es una cuestión vital. El suministro de petróleo a muy bajo precio hizo que Caracas pasara a desempeñar para Cuba un papel semejante al que cumplía Moscú antes de la disolución de la Unión Soviética. La diferencia es que en aquella relación mandaban inequívocamente los soviéticos y Cuba nada podía hacer para impedir la debacle del comunismo ruso. En este caso, Fidel Castro, y luego su hermano Raúl, articularon una alianza estratégica en la que, desaparecido Chávez, la suerte de Maduro depende de la continuidad del apoyo de sus socios de La Habana.

Con el agua al cuello, Maduro recurrió a los cubanos para que lo ayuden a impulsar un giro realista en materia económica, en algún sentido similar al que Raúl Castro ensaya en la isla del Caribe.

Este viraje supone una reducción en el déficit fiscal y requiere una disminución del subsidio a los combustibles, con el consiguiente alza del precio de la nafta, así como una racionalización de la estructura del Estado, que supone cortar el inmenso drenaje de recursos originado por la red de negocios que conecta a los funcionarios del régimen, los altos mandos militares y los empresarios de la “boliburguesía”.

El encumbramiento de un cubano como Borrego actúa entonces como el detonante de un largo conflicto. Los mandos militares, afectados en su espíritu nacionalista y en su circuito de negocios, empezaron el contrataque. Su primera observación fue que la política para la reducción del déficit fiscal tendría que incluir el aumento del precio del combustible que Venezuela suministra a Cuba.

De allí que la contracara de la designación de Borrego sea la declaración del comandante retirado Yoel Acosta Chirinos, uno de los cuatro altos oficiales que acompañaron a Chávez desde su irrupción en la vida pública en el fracasado levantamiento militar de 1992, quien afirmó que “la renuncia de Maduro y de los ministros es inevitable. Más tiempo es un sacrificio inútil”.

 

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