La posibilidad de leer la mente humana ya no es ciencia ficción, es parte de las investigaciones actuales. Durante los últimos años los neurólogos y neurocientíficos se transformaron en estrellas y se publicaron libros que abordaban los misterios de la mente. Demás está decir que se transformaron en best seller en pocos días. Como todo lo misterioso, aquello que nos parece inaccesible, se transforma en objeto de deseo. Pero hay diferentes modos de acercarse a la Neurociencia y Mariano Sigman tiene un modo particular de acercarse a la ciencia en general y a la neurociencia en particular. Sigman es un neuroinvestigador argentino que se formó en diferentes partes del mundo y entre sus mentores estuvo el neurobiólogo sueco Torsten Wiesel, Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1981. Mariano es el autor de Los secretos de la mente, uno de los últimos libros sobre el tema. El Tribuno conversó con el científico para que nos cuente las particularidades que tiene el abordaje que él hace sobre los misterios del cerebro y la ciencia ...
¿Cómo es esto de ser científico?
En realidad si uno le pregunta a la gente sobre qué imagen tiene de la ciencia encuentra que muchos la ven como algo muy lejano, muy abstracto, muy duro pero, en realidad, es un oficio como muy primario. Los chicos, por ejemplo, son científicos pero no en un sentido laxo sino en un sentido fuerte, que hacen teorías, que hacen experimentos que construyen herramientas, arman cosas para poder ver el mundo desde otra perspectiva, para investigar que las cosas no solo son las que están en la superficie sino que están tratando de descubrir algo más y ese es el oficio de la ciencia, por eso a mí me gusta reivindicar esa cosa más sencilla, infantil y cotidiana. Esta es la idea del libro. La ciencia puede ocuparse no solo de aquello que está visto como frío y lejano sino también de las cosas cotidianas y de las que nos constituyen.
De todo lo que se ha investigado del cerebro, ¿qué es lo que te ha impactado más?
Algo que cambió mucho en los últimos veinte años es poder observar en tiempo real el cerebro humano y poder ver lo que sentimos y recordamos. La fábrica de los sueños, la fábrica de las emociones, cuando uno entiende cómo funciona algo también puede manipularlo, puede controlarlo y hay estrategias para poder mejorarlo.
La sociedad intenta mejorar desde muchísimos lugares, uno es el pensamiento científico y dentro de ella está el comportamiento humano.
Vos contás que la mayoría de las acciones que realizamos durante el día son inconcientes...
El inconciente es un término muy básico. Es inconciente de manera genérica, como todo aquello que nos gobierna. Cuando caminás y cruzás la calle lo hacés de manera inconciente. Es como si eso pasase solo. También sucede cuando uno habla, como si las palabras saliesen solas. En una conversación normal uno no está pensando cada una de las palabras que dice, ¿de dónde salen?. Salen del inconciente.
Sin embargo esto no ocurre solo con las palabras, lo gestual tampoco se puede dominar...
Nosotros nos comunicamos con las palabras pero también tenemos modos de expresarnos con el cuerpo. En mi libro cito un comportamiento humano muy común e inconciente y es la imitación, como el bostezo, la risa, cruzarse de brazos. Se hace de manera inconciente y la persona que está enfrente en algún momento comienza a realizar los mismo gestos sin registrarlos.
Y este es uno de los grandes descubrimientos de Freud. Casi todos nuestros actos emanan desde lo inconciente y se hacen conciente en el momento en que uno lo expresa.
¿Cómo es esto de comunicarse con pacientes en estado vegetativo?
Desde hace un tiempo la tecnología permite decodificar los patrones de la actividad cerebral. Sirve para comunicarse con pacientes que hasta ahora estaban incomunicados por algún daño cerebral. Pero también nos permite preguntarnos cómo es el pensamiento de los chicos muy chiquitos. Qué imagina, piensa, siente un bebé cuando trata de expresar algo. Si uno puede meterse en esa matriz podría entender las cosas en las que está pensando.
Otra aplicación de esto es tratar de reconstruir los sueños. Antes parecía ciencia ficción, pero cuando la tecnología llega, uno puede concretar esas cosas que ya estaban esbozadas y pensadas en la ficción. Esto ya se está haciendo, es el futuro inmediato. Hoy tenemos una tecnología para descifrar el comportamiento cerebral que se parece al teléfono de Alexander Graham Bell comparado con los celulares. Lo que cambia es el nivel de resolución, pero ya lo podemos hacer. Lo que me planteo en el libro es dónde está el límite de esto. Pero el cerebro está lleno de cosas a las que no tenemos acceso y no sabemos si podremos tenerlo alguna vez.
inicia sesión o regístrate.
La posibilidad de leer la mente humana ya no es ciencia ficción, es parte de las investigaciones actuales. Durante los últimos años los neurólogos y neurocientíficos se transformaron en estrellas y se publicaron libros que abordaban los misterios de la mente. Demás está decir que se transformaron en best seller en pocos días. Como todo lo misterioso, aquello que nos parece inaccesible, se transforma en objeto de deseo. Pero hay diferentes modos de acercarse a la Neurociencia y Mariano Sigman tiene un modo particular de acercarse a la ciencia en general y a la neurociencia en particular. Sigman es un neuroinvestigador argentino que se formó en diferentes partes del mundo y entre sus mentores estuvo el neurobiólogo sueco Torsten Wiesel, Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1981. Mariano es el autor de Los secretos de la mente, uno de los últimos libros sobre el tema. El Tribuno conversó con el científico para que nos cuente las particularidades que tiene el abordaje que él hace sobre los misterios del cerebro y la ciencia ...
¿Cómo es esto de ser científico?
En realidad si uno le pregunta a la gente sobre qué imagen tiene de la ciencia encuentra que muchos la ven como algo muy lejano, muy abstracto, muy duro pero, en realidad, es un oficio como muy primario. Los chicos, por ejemplo, son científicos pero no en un sentido laxo sino en un sentido fuerte, que hacen teorías, que hacen experimentos que construyen herramientas, arman cosas para poder ver el mundo desde otra perspectiva, para investigar que las cosas no solo son las que están en la superficie sino que están tratando de descubrir algo más y ese es el oficio de la ciencia, por eso a mí me gusta reivindicar esa cosa más sencilla, infantil y cotidiana. Esta es la idea del libro. La ciencia puede ocuparse no solo de aquello que está visto como frío y lejano sino también de las cosas cotidianas y de las que nos constituyen.
De todo lo que se ha investigado del cerebro, ¿qué es lo que te ha impactado más?
Algo que cambió mucho en los últimos veinte años es poder observar en tiempo real el cerebro humano y poder ver lo que sentimos y recordamos. La fábrica de los sueños, la fábrica de las emociones, cuando uno entiende cómo funciona algo también puede manipularlo, puede controlarlo y hay estrategias para poder mejorarlo.
La sociedad intenta mejorar desde muchísimos lugares, uno es el pensamiento científico y dentro de ella está el comportamiento humano.
Vos contás que la mayoría de las acciones que realizamos durante el día son inconcientes...
El inconciente es un término muy básico. Es inconciente de manera genérica, como todo aquello que nos gobierna. Cuando caminás y cruzás la calle lo hacés de manera inconciente. Es como si eso pasase solo. También sucede cuando uno habla, como si las palabras saliesen solas. En una conversación normal uno no está pensando cada una de las palabras que dice, ¿de dónde salen?. Salen del inconciente.
Sin embargo esto no ocurre solo con las palabras, lo gestual tampoco se puede dominar...
Nosotros nos comunicamos con las palabras pero también tenemos modos de expresarnos con el cuerpo. En mi libro cito un comportamiento humano muy común e inconciente y es la imitación, como el bostezo, la risa, cruzarse de brazos. Se hace de manera inconciente y la persona que está enfrente en algún momento comienza a realizar los mismo gestos sin registrarlos.
Y este es uno de los grandes descubrimientos de Freud. Casi todos nuestros actos emanan desde lo inconciente y se hacen conciente en el momento en que uno lo expresa.
¿Cómo es esto de comunicarse con pacientes en estado vegetativo?
Desde hace un tiempo la tecnología permite decodificar los patrones de la actividad cerebral. Sirve para comunicarse con pacientes que hasta ahora estaban incomunicados por algún daño cerebral. Pero también nos permite preguntarnos cómo es el pensamiento de los chicos muy chiquitos. Qué imagina, piensa, siente un bebé cuando trata de expresar algo. Si uno puede meterse en esa matriz podría entender las cosas en las que está pensando.
Otra aplicación de esto es tratar de reconstruir los sueños. Antes parecía ciencia ficción, pero cuando la tecnología llega, uno puede concretar esas cosas que ya estaban esbozadas y pensadas en la ficción. Esto ya se está haciendo, es el futuro inmediato. Hoy tenemos una tecnología para descifrar el comportamiento cerebral que se parece al teléfono de Alexander Graham Bell comparado con los celulares. Lo que cambia es el nivel de resolución, pero ya lo podemos hacer. Lo que me planteo en el libro es dónde está el límite de esto. Pero el cerebro está lleno de cosas a las que no tenemos acceso y no sabemos si podremos tenerlo alguna vez.