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Semblanza de un héroe incorruptible

Sabado, 07 de enero de 2017 00:54
María Cristina Fernández. 
María Cristina Fernández, Macacha -como le gusta que la llamen- es una verdadera apasionada de la figura de Güemes. Eso podría darse por descontado; nació en la misma tierra donde el inmenso caudillo llegó al mundo. Sin embargo, el grado de compromiso con la difusión de la gesta güemesiana es inusual y tan fervoroso que contagia.
Está enamorada de Güemes. Reside en el barrio porteño de Constitución, pero con sus raíces de provincia bien presentes. De hecho, su hogar se ubica a pasos de la calle Salta y a unos pocos más de la Avenida Independencia. Probablemente la geografía no sea caprichosa, porque Fernández trabaja incansablemente para divulgar aspectos poco conocidos de nuestra historia.
Tanto es así que este año editó su nuevo trabajo 'El clamor de la Puna', donde rescata la valentía de los hombres de Yavi, sitio en el cual se libraron constantes combates para que los argentinos hoy seamos libres.
Su casa no es como cualquiera: banderas, diplomas, fotos y objetos concernientes al héroe salteño y a otras personalidades de la provincia hacen que parezca un entretenido museo. Mientras sirve la merienda, se refiere -con felicidad inextinguible- a aquello que la convoca: "Mi papá hablaba por lo que oía pero tenía un profundo amor por Güemes. A mí, cuando nazco, me quería registrar como 'Macacha'. No me podían poner ese nombre, porque era seudónimo. Sin embargo mi hermano se llama Martín Miguel. Esta pasión viene de ahí. De mi papá. Me la pasó él. Tanto que él transitaba la zona donde vivió Güemes, la zona de Chamical.
Y me decía: ‘¡Mirá vos, lo que habrá sido! Cómo haría para estar acá, para tener su campamento’. Me hacía viajar en el tiempo ayudándome a imaginar, a vivir la historia en carne propia”, comenta y añade: “Otra de las cosas, es que nos crió llevándonos a la Guardia bajo las Estrellas, que es el homenaje a Güemes que recuerda la noche previa a su muerte. Yo con el tiempo tuve la suerte de tener una amistad con uno de los creadores de la Guardia, Juanito Fadel. La Guardia se crea en 1956 donde muere el héroe, en las afueras de la ciudad, no en el monumento”, señala.
Esta remembranza demuestra que detrás de un feriado histórico -por el 195 aniversario de la muerte del prócer- hay personas embarcadas en posicionar a los hacedores de la Patria lejos del bronce y en el contexto de una historia viva que, más allá del tiempo, siempre renueva su vigencia.
Tal es la devoción de Macacha que desde el 8 de febrero de 2000 -cumpleaños 215 de Güemes- edita el Boletín Güemesiano Digital, publicación mensual gratuita destinada a propagar la gesta del líder salteño en todo el mundo. Y lo ha logrado literalmente: la publicación cosechó seguidores en sitios tan distantes como Bolivia, Chile, Perú, Méjico, San Salvador, Guatemala, Estados Unidos, España, Francia, Dinamarca, Polonia, Alemania, Rusia, Australia y Egipto.
También imprime unas cartillas donde recorre la vida del guía libertario, pieza fundamental de nuestra independencia. En una de ellas hace especial referencia a los valores güemesianos. Y aquí se emociona al reflexionar sobre el tema: “Si yo digo un valor, para resaltar es sin dudas la incorruptibilidad. Yo siempre cierro las conferencias con que eso fue lo más grande que tuvo, como valor que atravesó su vida y lo llevó hasta su muerte. Los que tuvimos enfermedades sabemos que cuando el cuerpo está afectado podemos claudicar. Si te preparás, si estás convencido, no cedés. Eso hizo él, que fue herido y quedó tendido en un catre debajo de un árbol, sabiendo que se iba a morir...” Macacha describe la escena con intensa emocionalidad, como si en verdad hubiese presenciado la agonía del héroe. Y continúa el relato, casi al borde de las lágrimas: “La herida que tenía no permitiría que viviera. Una herida de bala que le atraviesa el coxis. Hay otra cuestión: la medicación no era como en la actualidad. Ahora hay de todo para todo. En aquel momento, la industria farmacológica era escasa. Él va por Chamical, haciendo paradas, yendo a Rosario de la Frontera y muere a los 36 años, lejos de su familia, en Cañada de la Horqueta.”
Macacha insiste, en su voz hay una mezcla de congoja y orgullo: “Incorruptibilidad. En ese momento somos vulnerables. El cuerpo te lleva a eso. Cuando está en la agonía, recibe dos comisiones realistas que le ofrecen una cama. Porque era general de la Nación, última jerarquía dada por San Martín. A él lo trataron de matar varias veces y por la espalda. Ni ofreciéndole el reino de España entero, iba a claudicar sus ideales. Lo quisieron sacar del frente de la contienda y no lo consiguieron. El último intento le cuesta la vida. En enero de 1821 estando en Humahuaca para avanzar al territorio alto peruano -para unirse a San Martín, necesitando de auxilios de las provincias: una de ellas, Santiago del Estero- trata de colaborar pero formaba parte de la intendencia de Tucumán que estaba a cargo de Bernabé Araoz, enemigo de Güemes y decide formar una provincia aparte, por lo que es atacada por Aráoz”.
Ahora María Cristina describe las escenas como si viese una película, con las tensiones propias de las buenas tramas. Pero no se trata de una ficción, si no de la vida del hombre que marcó a los salteños y a los argentinos con su valor. Ella prosigue con los hechos que conoce de memoria, pero que cuenta con la emoción del niño que descubre una novedad: “Bernabé Araoz la invade, e impide que Felipe Ibarra le mande auxilios a Güemes. Cuando se ve en esta situación, le avisa que no le puede mandar tropas y le pide ayuda. Además de la lucha externa -porque había independencia, pero no éramos independientes-, lo que pasaba en el norte poco importaba, siempre que los realistas no llegaran a Buenos Aires. Eso no sucede porque Güemes evitó que pasaran”, explica y añade: “Cuando se da esta situación, Güemes se da cuenta de que no puede dejar en conflicto a las dos provincias. Vuelve a Salta reúne al cabildo que le autoriza a ir contra Tucumán”.

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María Cristina Fernández, Macacha -como le gusta que la llamen- es una verdadera apasionada de la figura de Güemes. Eso podría darse por descontado; nació en la misma tierra donde el inmenso caudillo llegó al mundo. Sin embargo, el grado de compromiso con la difusión de la gesta güemesiana es inusual y tan fervoroso que contagia.
Está enamorada de Güemes. Reside en el barrio porteño de Constitución, pero con sus raíces de provincia bien presentes. De hecho, su hogar se ubica a pasos de la calle Salta y a unos pocos más de la Avenida Independencia. Probablemente la geografía no sea caprichosa, porque Fernández trabaja incansablemente para divulgar aspectos poco conocidos de nuestra historia.
Tanto es así que este año editó su nuevo trabajo 'El clamor de la Puna', donde rescata la valentía de los hombres de Yavi, sitio en el cual se libraron constantes combates para que los argentinos hoy seamos libres.
Su casa no es como cualquiera: banderas, diplomas, fotos y objetos concernientes al héroe salteño y a otras personalidades de la provincia hacen que parezca un entretenido museo. Mientras sirve la merienda, se refiere -con felicidad inextinguible- a aquello que la convoca: "Mi papá hablaba por lo que oía pero tenía un profundo amor por Güemes. A mí, cuando nazco, me quería registrar como 'Macacha'. No me podían poner ese nombre, porque era seudónimo. Sin embargo mi hermano se llama Martín Miguel. Esta pasión viene de ahí. De mi papá. Me la pasó él. Tanto que él transitaba la zona donde vivió Güemes, la zona de Chamical.
Y me decía: ‘¡Mirá vos, lo que habrá sido! Cómo haría para estar acá, para tener su campamento’. Me hacía viajar en el tiempo ayudándome a imaginar, a vivir la historia en carne propia”, comenta y añade: “Otra de las cosas, es que nos crió llevándonos a la Guardia bajo las Estrellas, que es el homenaje a Güemes que recuerda la noche previa a su muerte. Yo con el tiempo tuve la suerte de tener una amistad con uno de los creadores de la Guardia, Juanito Fadel. La Guardia se crea en 1956 donde muere el héroe, en las afueras de la ciudad, no en el monumento”, señala.
Esta remembranza demuestra que detrás de un feriado histórico -por el 195 aniversario de la muerte del prócer- hay personas embarcadas en posicionar a los hacedores de la Patria lejos del bronce y en el contexto de una historia viva que, más allá del tiempo, siempre renueva su vigencia.
Tal es la devoción de Macacha que desde el 8 de febrero de 2000 -cumpleaños 215 de Güemes- edita el Boletín Güemesiano Digital, publicación mensual gratuita destinada a propagar la gesta del líder salteño en todo el mundo. Y lo ha logrado literalmente: la publicación cosechó seguidores en sitios tan distantes como Bolivia, Chile, Perú, Méjico, San Salvador, Guatemala, Estados Unidos, España, Francia, Dinamarca, Polonia, Alemania, Rusia, Australia y Egipto.
También imprime unas cartillas donde recorre la vida del guía libertario, pieza fundamental de nuestra independencia. En una de ellas hace especial referencia a los valores güemesianos. Y aquí se emociona al reflexionar sobre el tema: “Si yo digo un valor, para resaltar es sin dudas la incorruptibilidad. Yo siempre cierro las conferencias con que eso fue lo más grande que tuvo, como valor que atravesó su vida y lo llevó hasta su muerte. Los que tuvimos enfermedades sabemos que cuando el cuerpo está afectado podemos claudicar. Si te preparás, si estás convencido, no cedés. Eso hizo él, que fue herido y quedó tendido en un catre debajo de un árbol, sabiendo que se iba a morir...” Macacha describe la escena con intensa emocionalidad, como si en verdad hubiese presenciado la agonía del héroe. Y continúa el relato, casi al borde de las lágrimas: “La herida que tenía no permitiría que viviera. Una herida de bala que le atraviesa el coxis. Hay otra cuestión: la medicación no era como en la actualidad. Ahora hay de todo para todo. En aquel momento, la industria farmacológica era escasa. Él va por Chamical, haciendo paradas, yendo a Rosario de la Frontera y muere a los 36 años, lejos de su familia, en Cañada de la Horqueta.”
Macacha insiste, en su voz hay una mezcla de congoja y orgullo: “Incorruptibilidad. En ese momento somos vulnerables. El cuerpo te lleva a eso. Cuando está en la agonía, recibe dos comisiones realistas que le ofrecen una cama. Porque era general de la Nación, última jerarquía dada por San Martín. A él lo trataron de matar varias veces y por la espalda. Ni ofreciéndole el reino de España entero, iba a claudicar sus ideales. Lo quisieron sacar del frente de la contienda y no lo consiguieron. El último intento le cuesta la vida. En enero de 1821 estando en Humahuaca para avanzar al territorio alto peruano -para unirse a San Martín, necesitando de auxilios de las provincias: una de ellas, Santiago del Estero- trata de colaborar pero formaba parte de la intendencia de Tucumán que estaba a cargo de Bernabé Araoz, enemigo de Güemes y decide formar una provincia aparte, por lo que es atacada por Aráoz”.
Ahora María Cristina describe las escenas como si viese una película, con las tensiones propias de las buenas tramas. Pero no se trata de una ficción, si no de la vida del hombre que marcó a los salteños y a los argentinos con su valor. Ella prosigue con los hechos que conoce de memoria, pero que cuenta con la emoción del niño que descubre una novedad: “Bernabé Araoz la invade, e impide que Felipe Ibarra le mande auxilios a Güemes. Cuando se ve en esta situación, le avisa que no le puede mandar tropas y le pide ayuda. Además de la lucha externa -porque había independencia, pero no éramos independientes-, lo que pasaba en el norte poco importaba, siempre que los realistas no llegaran a Buenos Aires. Eso no sucede porque Güemes evitó que pasaran”, explica y añade: “Cuando se da esta situación, Güemes se da cuenta de que no puede dejar en conflicto a las dos provincias. Vuelve a Salta reúne al cabildo que le autoriza a ir contra Tucumán”.

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