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Vamos a votar, nos sentiremos mejor

Domingo, 22 de octubre de 2017 11:29

La democracia es tan valiosa que, aún con sus  defectos, debemos defenderla  y procurar que cada vez sea  mejor.  Que todos aprendamos a vo­tar al mejor legislador, al mejor gobernante, al más ético, al más justo. No importa que sea mi amigo, sino que sea un buen ciudadano. Que sepamos que nos representará digna­mente.
¦Cuando en los años 1776 y en 1789 los americanos y france­ses, que proclamaron la revolu­ción se propusieron terminar con las monarquías heredita­rias, buscaban designar un go­bierno de burgueses, de nota­bles, que defendiera a los ricos comerciantes, los jefes milita­res, los intelectuales. No pensaron en consecuencia en un voto del pueblo para el pueblo. Elecciones de minorí­as, en las que votaban solo los ricos, los propietarios y, por su­puesto, solamente lo hacían los hombres.
Fue después de más de un si­glo que se amplió la base de los electores, para llegar al actual sufragio universal, en la que ya también votaron los pobres, los de la ciudad y los del campo, y pudimos las mujeres elegir y ser elegidas.
En nuestro sistema jurídico de organización del Estado, para participar en las elecciones de las autoridades que nos gobier­nen, solamente se puede hacer a través de un partido político, (lo dice la Constitución).
O sea no se puede votar a una persona, si no es a través de un partido político que lo propon­ga, en las listas que se presen­tan en el Tribunal electoral.
Es así como surgieron el bi­partidismo, o sea sistemas en el que participan solamente dos partidos; el multipartidismo, la sobredosis de partidos, nacio­nales, provinciales, municipa­les... faltan los del barrio, los de la cuadra.
¿Con esta proliferación de partidos se garantiza más y mejor democracia?
¿Hay diferencias programáti­cas, ideológicas que así lo ha­cen necesario? ¿O es el produc­to de mezquindades, egoís­mos, celos, envidias, nepotismos, falta de prepara­ción, marketing, etc.?
Hace muchos años que las elecciones han generado clien­telismo, compra de votos, bol­sones, entrega de lotes (claro que sin títulos ) pago de favores y, por lo tanto, pueden ser con­sideradas como unas de las pri­meras causas de la corrupción en política.
Se dice que las elecciones de las sociedades modernas son más un asunto de marketing que un tema de democracia, en la que muchos candidatos que se presentan luego se venden.
Muchos “políticos “ presionan a los votantes con que se les privarán de algún plan, con que no les harán llegar el agua, sobre todo en las zonas más alejadas, con ciudadanos más vulnerables. Zonas en las que se ocuparon sistemáticamente que no le llegue la educación adecuada, ni la salud, ni se pre­ocuparon por eliminar la po­breza.

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La democracia es tan valiosa que, aún con sus  defectos, debemos defenderla  y procurar que cada vez sea  mejor.  Que todos aprendamos a vo­tar al mejor legislador, al mejor gobernante, al más ético, al más justo. No importa que sea mi amigo, sino que sea un buen ciudadano. Que sepamos que nos representará digna­mente.
¦Cuando en los años 1776 y en 1789 los americanos y france­ses, que proclamaron la revolu­ción se propusieron terminar con las monarquías heredita­rias, buscaban designar un go­bierno de burgueses, de nota­bles, que defendiera a los ricos comerciantes, los jefes milita­res, los intelectuales. No pensaron en consecuencia en un voto del pueblo para el pueblo. Elecciones de minorí­as, en las que votaban solo los ricos, los propietarios y, por su­puesto, solamente lo hacían los hombres.
Fue después de más de un si­glo que se amplió la base de los electores, para llegar al actual sufragio universal, en la que ya también votaron los pobres, los de la ciudad y los del campo, y pudimos las mujeres elegir y ser elegidas.
En nuestro sistema jurídico de organización del Estado, para participar en las elecciones de las autoridades que nos gobier­nen, solamente se puede hacer a través de un partido político, (lo dice la Constitución).
O sea no se puede votar a una persona, si no es a través de un partido político que lo propon­ga, en las listas que se presen­tan en el Tribunal electoral.
Es así como surgieron el bi­partidismo, o sea sistemas en el que participan solamente dos partidos; el multipartidismo, la sobredosis de partidos, nacio­nales, provinciales, municipa­les... faltan los del barrio, los de la cuadra.
¿Con esta proliferación de partidos se garantiza más y mejor democracia?
¿Hay diferencias programáti­cas, ideológicas que así lo ha­cen necesario? ¿O es el produc­to de mezquindades, egoís­mos, celos, envidias, nepotismos, falta de prepara­ción, marketing, etc.?
Hace muchos años que las elecciones han generado clien­telismo, compra de votos, bol­sones, entrega de lotes (claro que sin títulos ) pago de favores y, por lo tanto, pueden ser con­sideradas como unas de las pri­meras causas de la corrupción en política.
Se dice que las elecciones de las sociedades modernas son más un asunto de marketing que un tema de democracia, en la que muchos candidatos que se presentan luego se venden.
Muchos “políticos “ presionan a los votantes con que se les privarán de algún plan, con que no les harán llegar el agua, sobre todo en las zonas más alejadas, con ciudadanos más vulnerables. Zonas en las que se ocuparon sistemáticamente que no le llegue la educación adecuada, ni la salud, ni se pre­ocuparon por eliminar la po­breza.


El poder del voto
¿Hay forma de evitar que esto suceda? Claro que sí. Se puede, con más democracia, con más información, con más transpa­rencia, con más control. Pero, ¿son necesarias las elec­ciones? De nuevo: claro que sí, seguramente que sí, definitiva­ mente deben existir, como una de las formas de defender la democracia. Pero, debemos perfeccionar esta democracia. 
Debemos hacerla más actual, activa, participativa, moderna, transparente.Con respeto por el ser huma­no, a su integridad cultural, a sus valores como pueblo, como individuo.
Las elecciones en democracia deberían generar intercambio de ideas, para mejorar la cali­dad de vida de todos. Debemos terminar con las catalogacio­nes de “enemigos” contra per­sonas que piensan diferente. 
Pretendemos, deseamos, que volvamos a ver funcionarios enriquecidos frente a un pue­blo cada vez más empobrecido. 
Ni exfuncionarios escondien­do bolsones con dinero, para evitar ser juzgados.
Necesitamos legisladores comprometidos con los ciuda­danos.
Las elecciones me generan alegría, porque recuerdo los gobiernos de dictadores, go­biernos “de facto”, sin legisla­dores, con jueces serviles; épo­cas en la que los derechos de todos fueron arrasados; cuan­do colegas se cruzaban de vere­da para no saludar, para no comprometerse; los mismos que luego te abrazaban agrade­ciendo una democracia, la mis­ma que no habían sabido o querido defender.
Vamos todos a votar, que nos sentiremos mejor.

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