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Abuelas y nietas, unidas por la poesía de los cerros

Daría Rojas y Rafaela Gaspar llevan la copla a flor de piel. Sus nietas Brisa (11) y Estrellita (5) siguen con orgullo sus pasos.
Jueves, 09 de noviembre de 2017 16:18

María Belén Zannier

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María Belén Zannier

La oralidad fue y es el modo en que las comunidades originarias y el hombre de campo mantienen vivas sus creencias. La palabra se convierte en custodia de la memoria y, cargada de significados, se transmite a los más jóvenes. Y al hacerse copla toma una especial forma, que se transmite de generación en generación.
Casi desconocida, durante mucho tiempo la copla fue ajena al ámbito de la ciudad, pero en los últimos años resurgió no solo de la mano de artistas como Mariana Carrizo, coplera de alma, sino de muchas mujeres anónimas, que con gran orgullo supieron ofrendar este valioso legado a su descendencia. Así lo saben Rafaela Gaspar (61), de la Puna, y Daría Rojas (66), de Iruya.
Daría Rojas comenzó a “coplear” y a tocar la caja a los 10 años en su pueblo natal, donde el espíritu coplero se respira en cada esquina. Aprendió de sus papás y de sus abuelos. “La copla me brota del corazón. Una vez que empiezo a cantar, no hay forma de callarme. Recién ahora mis hijos me valoran y hasta me graban con el celular”, contó Daría a El Tribuno. 
Daría se casó y tuvo 7 hijos, de los cuales ninguno canta coplas y hasta alguno quiso avergonzarse de sus raíces. De sus 12 nietos y dos bisnietos, Brisa Castillo (11) decidió tomar la posta de la tradición e hizo de la copla su sueño.
Cada época tiene su tono, según sea pascua, carnaval, invierno o verano. Brisa lo sabe bien. Canta desde que tiene 6 años y aprendió al verla a su abuela. 
“Le pedí a mi abuela que me enseñe y ella comenzó a escribirme coplas para que yo recite, ahora escribo las mías. Cuando canto, me emociono, siento el apoyo de mi abuela siempre. Algunos de mis compañeros de la escuela me dicen que no les gusta lo que hago, que es viejo y aburrido”, detalló Brisa, emocionada.
Incluso, la joven coplerita contó que una vez su abuela fue a buscarla a la escuela y hasta les enseñó coplas a sus compañeros. “Me siento orgullosa de ser cantora. Quiero dedicarme a esto. Cantar coplas me ayuda a relajarme y a estar más tranquila”.
Sus hermanos Tiziana (7) y Thiago (5) ya siguen sus pasos y, cuando juegan juntos, compiten por ver quien canta coplas más fuerte. “Con mis hermanos copleamos cuando ayudamos a mi mamá con los quehaceres de la casa. El más chico coplea todo el tiempo desde que tiene 4 años, aunque le cuesta decir algunas palabras”, señaló Brisa.

Los precursores 
Brisa y Santiago Vilte (10), niño músico y cantor, son los encargados de liderar a los más chicos en las celebraciones de la Pachamama y el Carnaval de los Niños, organizados por Viviana Báez, del Centro de Residentes Vallistos y Puneños de Salta. “Lo que ellos hacen es algo muy sano y llevan en alto nuestras tradiciones. Fueron los primeros en aprender a realizar las ofrendas a la Pachamama y me ayudan con cada evento que organizamos. Además, encabezan todos los desfiles de los que participamos y son los que llevan adelante las actividades de los más chicos”, destacó por su parte Viviana Báez, que cada sábado conduce de 12 a 14 el programa radial “Raíces de nuestros pueblos”, por la FM Popular (107.1), donde los chicos también participan cantanto coplas y tocando música andina.
De la Puna
Rafaela Gaspar tiene 64 años y también lucha por mantener vida la cultura andina en la ciudad. Junto a su marido Severo Báez, fundaron hace 32 años el Centro de Residentes Vallistos y Puneños de Salta, para compartir con sus paisanos sus costumbres, música, creencias y la inconfundible y atractiva gastronomía de la Puna. Contagió su espíritu alegre a su pequeña nieta Estrellita, de 5 años, que ya con caja en mano, ojos inquietos y cierta timidez, improvisa coplas con la inocencia propia de esa edad.
Con 11 hijos, su mayor orgullo es que todos cantan coplas y son músicos. Pero ver que sus nietos también abrazan la tradición no tiene palabras. “Quiero que ellos sigan mi camino, que no dejen que la copla y nuestras costumbres se pierdan”, reflexionó melancólica Rafaela.
Una abuela, muchas abuelas
Daría, Rafaela, Rosita Tolaba, abuela de Santiago Vilte, y muchas otras mantienen vigente la tradición de la Puna y de los Valles Calchaquíes. Brisa, Santiago, Estrellita, Tiziana y Thiago están lejos de ser esa generación que se ocultaba por miedo y hasta vergüenza. Hoy muestran orgullosos sus trajes típicos, su música, sus letras, en definitiva esa poesía que baja de los cerros mismos y que se hermana con el viento, con la naturaleza y con la Pachamama, una tradición que parece lejana, pero que es muy nuestra.
 

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