El humor les nace natural. Cualquier excusa sirve para que Les Luthiers juegue el juego que mejor juega y más le gusta: el de generar alegría. Y así lo demostró la legendaria banda argentina durante su producción con la revista Gente, protagonizando momentos bien divertidos.
“Estoy tan gordo que para vestirme de Papa Noel necesitaría adelgazar”, arrancó diciéndole Horacio Tato Turano a Carlos López Puccio. Y fue la mecha que encendió esa complicidad que los tiene como maestros desde hace medio siglo. Con Marcos Mundstock emitiendo un ‘¡jojojojóóó!‘ navideño de dudosa similitud comparado con los que acostumbramos a oír de Papa Noel, se sumaron a la sinfonía humana los propios Tato Turano y López Puccio, además de Jorge Maronna, Martín O’Connor y Tomás Mayer-Wolf, hasta transformarla en un lamento o un dolor de estómago general, amenizados por risas propias y detrás de cámara.
El cierre lo dio un pensamiento algo más ceremonioso de López Puccio, que sus compañeros aceptaban como propio: “Mejor pidamos para estas fiestas paz, humor y toda la democracia que se pueda. Tal vez era exagerado aquello de que ‘con la democracia se cura, se come y se educa’, pero es cierto que sin ella ni se cura ni se come ni se educa. El auténtico y amplio diálogo es el único camino para lograr la Argentina de todos”.
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El humor les nace natural. Cualquier excusa sirve para que Les Luthiers juegue el juego que mejor juega y más le gusta: el de generar alegría. Y así lo demostró la legendaria banda argentina durante su producción con la revista Gente, protagonizando momentos bien divertidos.
“Estoy tan gordo que para vestirme de Papa Noel necesitaría adelgazar”, arrancó diciéndole Horacio Tato Turano a Carlos López Puccio. Y fue la mecha que encendió esa complicidad que los tiene como maestros desde hace medio siglo. Con Marcos Mundstock emitiendo un ‘¡jojojojóóó!‘ navideño de dudosa similitud comparado con los que acostumbramos a oír de Papa Noel, se sumaron a la sinfonía humana los propios Tato Turano y López Puccio, además de Jorge Maronna, Martín O’Connor y Tomás Mayer-Wolf, hasta transformarla en un lamento o un dolor de estómago general, amenizados por risas propias y detrás de cámara.
El cierre lo dio un pensamiento algo más ceremonioso de López Puccio, que sus compañeros aceptaban como propio: “Mejor pidamos para estas fiestas paz, humor y toda la democracia que se pueda. Tal vez era exagerado aquello de que ‘con la democracia se cura, se come y se educa’, pero es cierto que sin ella ni se cura ni se come ni se educa. El auténtico y amplio diálogo es el único camino para lograr la Argentina de todos”.