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Juan Carlos García al cura Lamas: "Da la cara y decí la verdad, a mí me arruinaste"

El hombre que denunció a un cura salteño por haberlo violado en su adolescencia dio una conferencia de prensa en la que, entre lágrimas pidió justicia por él y "por todos aquellos que han callado". Acusó a la Iglesia de intento de soborno por haberlo querido callar y pidió al pueblo de Rosario de Lerma que lo entienda. 
Lunes, 01 de octubre de 2018 11:29

Juan Carlos García, exmonaguillo de Rosario de Lerma, quien luego de 27 años decidió ir a la justicia por haber sufrido el abuso sexual de un cura, hoy brindó una conferencia de prensa con su abogado para dar detalles del caso y allí, entre lágrimas, pidió que su reclamos sea escuchado. 

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Juan Carlos García, exmonaguillo de Rosario de Lerma, quien luego de 27 años decidió ir a la justicia por haber sufrido el abuso sexual de un cura, hoy brindó una conferencia de prensa con su abogado para dar detalles del caso y allí, entre lágrimas, pidió que su reclamos sea escuchado. 

"Muchos me tildaban de loco y ahora me reclaman por qué no hablé antes. Pero yo sí hablé, yo pedí ayuda a gente que estaba en la Iglesia y nadie me creyó, nadie me ofreció ayuda. Es más, me humillaron", dijo frente a los micrófonos. Incluso relató que además de la violación carnal, el cura Emilio Lamas continuó con sus abusos: "Él me manoseaba , me besaba.. y yo esperaba que alguien entrara para que me ayuden". 

En un momento de su conferencia se dirigió especialmente los vecinos de Rosario de Lerma quien pronto vivirán sus fiestas patronales: "Yo viví cosas terribles, yo no quise herir la susceptibilidad de su religión, pero quiero que entiendan que esta verdad que hoy saco a la luz ha arruinado mi vida y yo no fui el único. Ustedes tenían la figura de un hombre popular pero cuando terminaba la misa hacía lo que hizo", expresó. 

Apuntó además al destrato que sintió desde la Iglesia, razón por la que decidió hacer públicos los audios con sus declaraciones hechas a comienzo del 2017 ante el Tribunal Eclesiástico del Arzobispado salteño y habló de un intento de "soborno" para quererlo callar.  

"La Iglesia misma tiene un mecanismo de cómo manipular la mente de la víctima.. Ellos tienen organizada una estructura de cómo tratar de ocultar a través del llamado de secreteo pontificio. Tratan entre ellos y con tanta impunidad de trasladar un cura, de mandarlo a otro país.. pero a mí ¿quién me repara la vida? Yo he tratado de seguir adelante, pero me ha costado. Ahora lo presento para aquellos chicos que están sufriendo lo encaren", confesó. 

 

Además se dirigió a monseñor Mario Antonio Cargnello por no haberle ofrecido ayuda: "Monseñor, usted como pastor debió haberse acercado, pero no tuvo nunca la humildad que predica de por lo menos acercarse a alguien que pide ayuda", fue su mensaje y lamentó que el Arzobispado no se haya pronunciado hasta el momento. 

También le habló al cura Emilio Lamas, de quien no se conoce su paradero: "Da la cara y decí la verdad, a mí me arruinaste. Les pediste a todos que me callaran, que me  humillaran y que me echaran". 

"Hay muchas víctimas que están sufriendo y les digo que no hay que tener miedo. Hay muchos chicos que han llorado como yo y hay otros que no tienen el privilegio de haber hablado con la prensa. Por eso hoy pido justicia por mí y por todos aquellos que han callado", concluyó. 

La causa se encuentra en la Fiscalía Penal Nº1 desde el año pasado pero no hubo ningún avance, según informó su abogado. 

La violación en primera persona

Tenía apenas 16 años cuando el cura le había propuesto “estar a solas”. Todo sucedió en agosto de 1991, en la previa de la fiesta patronal de El Alfarcito, contó en García en exclusiva a El Tribuno aunque admitió que luego de ese episodio continuaron los manoseos y besos. A continuación, el relato que hizo ante el Tribunal Eclesiástico: 

“Comenzó a preguntarme si había traído el manutergio, la vestimenta del padre, el cáliz. ‘Sí, sí’, le decía. ‘Mirá que si no has traído te tiro las orejas, porque vos te tenés que portar bien’. Es decir, buscaba que yo diera la vuelta la cara y tuviera un momento de diálogo. Yo no quería porque me daba vergüenza vomitar delante del padre porque me sentía mal. O sea, para mí el cura era algo altísimo”. 

“Insistía con eso de tirarme las orejas y se pasó a la cama donde yo estaba. Y trató de agarrarme así las orejas entre juegos y juegos y me agarró las orejas y empezó a acariciarme, a tocarme la cabeza. Yo lo sentí como mimo, como algo de caricia, pero nunca me imaginé otra cosa. Como contención, como mi papá, como mi mamá. Y para mí era distinto porque el cura que me formó era muy conservador. ‘Te voy a tirar las orejas, porque te portaste mal, te voy a tirar las orejas’, decía. Yo me reía. Y con sus caricias se acostó detrás de mí“.

“Me sentí, no sé, incómodo. Yo sentía un montón de cosas. Sentía ese temor por el sacerdote. Pero después empecé a sentir asco cuando empecé a sentir su lengua en mi oreja. Empezó a lamerme la oreja y empezó a respirar distinto. Para mí fue una experiencia nueva, sentir respiraciones fuertes. Empezó a apretarme fuerte, a abrazarme, y ya me dolía. Era raro, era raro lo que yo sentía. Me dio vuelta la cabeza y comenzó a besarme la boca y ahí entendí que era algo malo. No niego que sentí algo distinto porque era una experiencia nueva que hoy quizás grande pueda entender, pero a esa edad yo era muy inocente. Me sentía raro, me sentía raro, me sentía raro”.

“Y ahí comenzó el padre a quitarse la ropa él y a quererme quitar la ropa a mí. Le dije: ‘Padre, por favor’. Y el padre siguió. Yo pensaba en una camperita nueva que mi vieja me había comprado. Era tan tonto que lloraba por la ropa nueva, no por lo que estaba pasando. Es que no entendía. Y comenzó a tocar mis genitales. Me empezó a tocar todo. Me hincaba con el dedo, me dolía mi cola. Se subía arriba mío y sentía que me ahogaba porque era alto, fisicudo, y me empezaba a besar y cuando me besaba me ahogaba porque me metía la lengua, y con esa respiración fuerte me ahogaba. Sentía que me ahogaba”.

“Después él me dio vuelta. Quería que toque su cuerpo y su pene también, me agarraba de su mano para llevarme adonde él quería que lo toque. Y ahí me comenzó a violar. Sentía yo miedo, nunca me voy a olvidar de eso. Cuando él terminó, me acuerdo que lloré. ‘Ya está’, me dijo, ‘si te duele la panza, sacate un caramelo de mi mesa’. Yo no sabía si levantarme o no. Después fui y saqué el caramelo. Sentía ganas de vomitar, porque estaba mal”.

“Y después dijo: ‘Vení ahora a mi cama’. Yo no contestaba nada, eso me acuerdo bien, estaba como mudo, no decía nada. Empezó a tocarme otra vez. Ahora él quería que yo lo penetrara a él. Yo no sabía qué hacer. Estaba solo, mal, mareado, asustado y con un montón de cosas en la cabeza. A oscuras. No sabía qué hacer. Cuando el padre vio que empecé a llorar, no sé si se asustó o qué, y se fue a recostar. Lo único que recuerdo es que desperté en el piso. Me dormí llorando”.

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