15°
30 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Crisis global con final abierto en América Latina

Domingo, 28 de octubre de 2018 01:05

La Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebrada en Salta, además de ratificar los derechos básicos a la información, la opinión y la libertad de prensa, mostró con crudeza irrefutable que los ataques al periodismo son el fruto de la corrupción y la impunidad de que goza el crimen organizado en una sociedad en la que resulta fácil eludir la ley y en la que el Estado está ausente, impregnado de corrupción y clientelismo, y es ineficiente.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebrada en Salta, además de ratificar los derechos básicos a la información, la opinión y la libertad de prensa, mostró con crudeza irrefutable que los ataques al periodismo son el fruto de la corrupción y la impunidad de que goza el crimen organizado en una sociedad en la que resulta fácil eludir la ley y en la que el Estado está ausente, impregnado de corrupción y clientelismo, y es ineficiente.

La SIP, integrada por autoridades de 1.300 medios de comunicación de América, es una entidad esencialmente periodística. Este año fueron asesinados 29 reporteros y hay uno desaparecido. No se trata de una cuestión sectorial; es solo la manifestación de un tembladeral social y político.

América Latina vive una fractura social, pero también una crisis de confianza en los partidos tradicionales, en la democracia representativa y en el populismo.

En Venezuela y en Nicaragua, el proyecto bolivariano se ha degradado en un autoritarismo carente de respeto por los derechos más elementales de la gente.

La represión brutal que sufren los opositores a manos del régimen chavista, encabezado por Nicolás Maduro, es un escándalo previsible en una cleptocracia elitista, carente de objetivos de desarrollo y de aptitud para la gestión. Venezuela sufre una catástrofe humanitaria y millones de venezolanos se ven obligados a huir de la miseria, del hambre y de las bandas parapoliciales.

Muy similar es el escenario en Nicaragua, donde este año ya son más de 450 los muertos por la represión. Daniel Ortega, el comandante sandinista que derrocó a la dinastía Chamorro en 1979, es un déspota sangriento, retrógrado y corrupto.

Colombia, un país abiertamente opuesto al chavismo, ha debido albergar a 450 mil venezolanos. En Brasil, que limita con Venezuela, un triunfo del candidato de ultraderecha podría acelerar el paso hacia decisiones que amenacen la paz.

Pero la crisis de América Latina es global.

Los once periodistas asesinados en México, los cuatro de Brasil, tres ecuatorianos y dos colombianos fueron víctimas de pandilleros y narcotraficantes, que gozan de impunidad. Esos grupos criminales son del mismo perfil que los delincuentes que aparecen en estos días en los testimonios de miles de guatemaltecos, salvadoreños y hondureños que marchan en una aventura sin retorno hacia un Estados Unidos que no está dispuesto a recibirlos.

Las migraciones son masivas en nuestro continente. Los que abandonan su patria no dicen que lo hagan por empleo o mejores condiciones de ingresos: huyen de la violencia política y de bandas criminales que no solo asesinan y roban, sino que obligan a muchos jóvenes a convertirse en delincuentes y asesinos.

En todo el continente, el crimen organizado se entrelaza con la política. Los violentos no solo gozan de impunidad sino que son apadrinados por punteros políticos del sistema clientelar. El desolador escenario tiene como telón de fondo las villas y favelas, y el mayor número de las víctimas de esta violencia son aborígenes, afroamericanos y criollos que terminan eligiendo entre la autodefensa o la migración.

El surgimiento del capitán neofascista Jair Bolsonaro como probable heredero luego de 16 años de gobierno del Partido de los Trabajadores asombra y asusta. Para muchas personas resulta incomprensible que los negros, las mujeres y los gay de Brasil voten a quien los ha despreciado en público. Evidentemente, el partido de Lula Da Silva no fue capaz de sostener la confianza de su electorado; pero cabe preguntarse qué pasó. Respuestas puede haber muchas, pero las encuestas indican que Bolsonaro aparece como esperanza para quienes están saturados de violencia, droga y corrupción, y también de ideologismo.

Ante tantos problemas de naturaleza humanitaria, la SIP invitó a un mayor compromiso con la verdad, la libertad y con la calidad de vida de los pueblos de América. También, es necesario destacarlo, nuestro país, como Chile y Uruguay, a pesar de sus problemas, están muy lejos del desastre humanitario que se percibe en naciones hermanas.

Para todo el continente, la expe riencia del último medio siglo es cla ra, aconseja apostar a la única forma posible de verdadera convivencia: la democracia y el desarrollo.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD