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Rodrigo Laguna, el artesano que trabaja con el papel de diario

Fabrica cajas, canastos, bandejas, marcos y floreros, además de encargarse de su casa
Sabado, 23 de junio de 2018 23:05

Rodrigo Laguna abre la puerta de su casa a media mañana, justo cuando la escarcha se comienza a derretir definitivamente. Adentro hay olor a comida que se está preparando. Hay humito de hogar, tres niños pequeños que salen corriendo y, detrás del comedor iluminado, un espacio con la mesa que usa para el trabajo diario.

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Rodrigo Laguna abre la puerta de su casa a media mañana, justo cuando la escarcha se comienza a derretir definitivamente. Adentro hay olor a comida que se está preparando. Hay humito de hogar, tres niños pequeños que salen corriendo y, detrás del comedor iluminado, un espacio con la mesa que usa para el trabajo diario.

Rodrigo es un artesano que trabaja con papeles de diarios. Una varilla de un clasificado o quizás de Policiales se enrolla utilizando un rayo de bicicleta de manera tal que quede lo más fina y compacta posible. Él lo llama “canuto” y mide unos 30 centímetros. 

Ese es el origen de infinitas posibilidades creativas. Desde individuales, posavasos, portaretratos, macetas, floreros, cajas, cajones, cajitas, marcos de cuadros, bandejas o canastos. Todo lo hace Rodrigo mientras prepara los chicos para ir a la escuela.

El artesano del papel es quien se queda durante todo el día y tiene el mal denominado rol de “ama de casa”. Mientras revuelve la olla mediana con un digno manjar de invierno conversa con El Tribuno, enciende la luz en la mesa de trabajo, busca su silla especial y ordena el desorden que van dejando los niños en el trajinar.

“La que comenzó con la artesanía del papel fue María, mi esposa, gracias a un plan Jefas y Jefes de Hogar. Ella se capacitó junto a un grupo de mujeres y así llegó a casa con esa novedad. Entonces yo comencé a ver cómo hacía y también me entusiasmó a mí. Comencé haciendo los canutos, que es lo más tedioso. Luego sí comencé a crear mis propias cosas”, dijo.

En realidad, Rodrigo tomó la posta del trabajo. María se fue a trabajar en la calle como permisionaria en el cobro de estacionamiento y el hombre quedó en casa. La decisión se tomó a poco de nacer el primer niño. Hoy se hace cargo la mayor parte del día de Juan, Mía y Milo, en ese orden. 

Pero para entender por qué María salió a trabajar a la calle y Rodrigo se quedó en casa hay que ir un poco para atrás.

Rodrigo primero fue cocinero, oficio que aprendió por la necesidad. Arrancó como ayudante. Llegó a ser tan bueno que trabajó en varios hoteles y restaurantes de la ciudad. También estuvo en un negocio de la zona de Congreso, en Buenos Aires, y en otro local gastronómico de Banfield.

“El tema en esos trabajos es que se gana poco. La ventaja es que uno se asegura esa poca cantidad de dinero todos los meses, pero cuando llegan los niños los salarios no alcanzan”, dijo.

Ante esa necesidad de ganar más dinero, entró en una empresa agropecuaria en la zona de Taco Pozo. La paga era buena, pero estaba mucho tiempo afuera de la casa.

Allí, en medio del monte chaqueño, siguió cocinando para los compañeros y además manejaba maquinaria agrícola.

“Lo más rico se come en medio del monte. Nadie sabe por qué es tan sabrosa la comida de campamento. A veces los muchachos me hacían dejar la máquina para que les cocine”, recordó con alegría.

Como todo lo bueno es efímero, ese trabajó se cortó. Quedó sin su trabajo rural y entonces decidió cambiar radicalmente su forma de trabajo.

“Me vine a casa y charlamos mucho con María. Como yo había estado mucho tiempo fuera, le propuse quedarme en casa con los chicos mientras ella podía salir a trabajar en la calle. A ella le gustó la idea y aceptó. Por otro lado, yo sigo con mi vieja pasión, que es la comida. Ahora ya no cocino para otros sino para las personas que amo y es por eso que todo sale rico. También tengo todos los problemas de llevar diariamente a dos de mis hijos a la escuela y a uno a taekwondo. 

“Me metí en eso también para que mi hijo se sienta acompañado. Les aconsejo a los papás que hagan por un tiempo este trabajo de llevar adelante las tareas domésticas y van a ver cómo se refuerzan los vínculos con los hijos. Es una tarea hermosa. Y además puedo seguir trabajando en casa”, dijo el hombre.

Cuando la olla arranca con su hervor y los chicos entran en su rutina matinal, el hombre se transforma en artesano y se sienta en la punta de esa mesa donde improvisó un taller de manualidades. Saca su rayo de bicicleta y de cualquier lado aparece un taladro, una caladora y varios tarros con cola, barnices, pinturas y lacas. Ya tiene una caja llena de canutos a los que les comienza a dar forma con moldes, a fuerza de pegar con cola lo que va quedando armado. 

“Se puede hacer de todo lo que la imaginación te diga, acá no hay límites. Yo tengo ya a mis clientes, que vienen y me compran por cantidad. Hay hoteles, restaurantes que me encargan. Últimamente estoy trabajando por pedidos porque la venta en la calle y ferias ya no da. Estamos sintiendo la crisis y la baja en el consumo”, dijo, analizando la actualidad.

“Nosotros tenemos un puesto en la feria de la Balcarce y en la Legislatura, pero desde hace un tiempo los turistas vienen, miran, tocan, preguntan, pero no compran. Y eso es porque todo aumenta y uno se restringe. Entonces los artesanos sufrimos. Hoy estamos analizando otras formas de ventas que sean más efectivas y menos costosas. Las ferias ya no son ganancia, estamos viendo alternativas. Todo hace prever que vamos a ir por el lado de las ventas por internet o redes sociales”, dijo.

Y contó que desde hace un tiempo que viene vendiendo por la web, siempre a los clientes ya conocidos. Está viendo cómo armar un sitio en donde varios artesanos puedan mostrar sus productos. 

Está analizando cómo concretar esas ideas y seguir promocionando sus productos en un mercado en el que los costos suben pero aumentar los precios puede llevar a perder clientes.

Deja para el final una frase inquietante. “Las ventas están en baja desde hace un año. Los turistas nos preguntan por qué los precios están tan altos si el papel no cuesta nada. Y yo les digo que todos los precios subieron; hasta el precio para vivir subió”, largó.
Llega la hora del almuerzo y la tropa se dispone en la mesa. Es la hora de dejar solo a ese papá artesano que prepara con cuidado el mantel y ya tiene las mochilas listas para salir luego a la escuela.

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