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Defensores de la manta corta

Lunes, 09 de julio de 2018 00:00

La palabra del presidente Macri sirvió para calmar los ánimos. Tras la reunión que mantuvo en la Casa Rosada con la Mesa de Enlace quedó en claro que sostiene su decisión de no suspender el cronograma de reducción de los derechos de exportación a la soja y que no acepta subirlos al trigo, al maíz y al girasol.

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La palabra del presidente Macri sirvió para calmar los ánimos. Tras la reunión que mantuvo en la Casa Rosada con la Mesa de Enlace quedó en claro que sostiene su decisión de no suspender el cronograma de reducción de los derechos de exportación a la soja y que no acepta subirlos al trigo, al maíz y al girasol.

La audiencia llegó casi un mes después de los primeros trascendidos sobre una posible revisión del esquema de retenciones por la brusca caída del peso frente al dólar. A los ruralistas ya no les alcanzaba con la palabra del ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, o del responsable de Hacienda, Nicolás Dujovne. Finalmente fue el propio Macri quien descartó las propuestas que surgieron de economistas vinculados con el radicalismo de buena llegada a la jefatura de Gabinete y a Hacienda. Apeló a su memoria sobre la definición de los derechos de exportación como impuesto distorsivo.

En condiciones macroeconómicas normales, la palabra de un presidente sobre un tema crítico debería ser suficiente para dar por tierra con cualquier rumor. Sin embargo, la crisis cambiaria que llevó a una depreciación del peso respecto del dólar de más del 50% en lo que va del año- todavía no está del todo cerrada, como tampoco lo está el ajuste en el déficit fiscal que el Gobierno acordará con las provincias para 2019, imprescindible para que lleguen los fondos del FMI. Mientras ambos frentes no estén cerrados, el fantasma de las retenciones seguirá.

El escenario internacional no ayuda. La guerra comercial que emprendió la administración de Donald Trump contra China está teniendo a la cotización de la soja como una de sus primeras víctimas colaterales. Y aunque los analistas del mercado de granos señalen que el FOB de Sudamérica tiene una brecha cada vez más pronunciada con el de Chicago, el enfrentamiento entre los dos colosos de la economía global puede tener consecuencias impredecibles de Comercio de Rosario (BCR).

Además hay quienes creen que el debate por los derechos de exportación es una discusión por la renta. A esta altura ya no lo es: es cultural. Las mal llamadas retenciones son un impuesto a la exportación que se aplica en forma directa sobre los ingresos. No recae sobre las ganancias ni sobre el agregado de valor. A ningún otro sector de la economía se lo apunta de esa forma. Si el salto en la cotización del dólar está afectando los costos de productores e industriales que venden en el mercado interno la solución de aumentar los derechos de exportación del trigo, el maíz o la soja es como una manta corta en el invierno. Ya se vio en la década pasada que, cuando estuvieron vigentes las retenciones y las trabas a la exportación, no se beneficiaron con alimentos baratos los consumidores que más lo necesitaban. Con el precio del trigo planchado el mayor subsidio lo recibían quienes compraban medialunas en los barrios cerrados.

En todo caso, en la emergencia frente a la distorsión de la devaluación se podrían analizar alternativas como las que propuso el martes pasado el economista y sociólogo Juan José Llach en un artículo en La Nación como la rebaja del IVA en alimentos, el aumento de la Asignación Universal por Hijo o un programa similar al "Food Stamp" de los Estados Unidos. También se podrían sumar otras iniciativas como las llevadas adelante en Brasil que unió su plan de Hambre Cero con la agricultura familiar. Aunque es bienvenida la transparencia en los programas de apoyo a pequeños productores, recortarles fondos como se hizo con el monotributo social no parece la mejor contribución a la incorporación al sistema de este segmento de agricultores y ganaderos. Algunas políticas diferenciales pueden construir nuevos puentes.

 

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