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Bibliotecas y bibliotecarios

Lunes, 24 de septiembre de 2018 00:00

El escritor estadounidense John Steinbeck, premio Nobel de Literatura, decía: "Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo".

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El escritor estadounidense John Steinbeck, premio Nobel de Literatura, decía: "Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo".

Y lo dijo antes de la era digital o sea que hoy su pronóstico es aún mucho peor.

Las bibliotecas fueron el gran motor del conocimiento y de la democratización de ese conocimiento a las distintas capas de la población. Al respecto Doris Lessing, también premio Nobel de Literatura, señalaba: "La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo".

La quema intencionada o no de bibliotecas produjo, desde que se tiene memoria, quiebres notables en la cadena del conocimiento y Alejandría es uno de los mejores ejemplos. Atesorar libros ya sea desde las humildes bibliotecas de las escuelas, colegios y universidades; las bibliotecas populares y públicas, sean estas municipales, provinciales o nacionales; hasta las mega bibliotecas con millones y decenas de millones de ejemplares fue y es una constante en todos los pueblos cultos de la Tierra.

El libro digital

Más allá del cambio de rol que imponen las nuevas tecnologías donde "contrario sensu" del libro físico, que domina graves espacios edilicios, se acumulan millones de textos en bits de información que apenas ocupan un discreto disco rígido. O bien se almacenan en la "nube" del mundo virtual.

Ahora bien, el manejo del libro, en cualquiera de sus formas, requiere del concurso de profesionales altamente capacitados, esto es de los bibliotecarios. Que no solo manejan y catalogan libros, sino también toda clase de documentos, archivos, revistas periódicas, diarios, legajos, índices, colecciones, ficheros, etcétera, en las bibliotecas y hemerotecas.

Una profesión con historia

El 13 de septiembre de 1954 se instituyó a nivel nacional como el Día del Bibliotecario. La fecha no fue elegida al azar sino a raíz de la carga simbólica que tuvo un artículo de Mariano Moreno, en la edición de la Gaceta de Buenos Aires, en el que anunciaba la creación por la Junta de Mayo de la Biblioteca Pública de Buenos Aires.

El doctor Saturnino Segurola y fray Cayetano Rodríguez fueron nombrados como los primeros bibliotecarios oficiales. Desde ese día de 1810 las bibliotecas primero, los bibliotecarios luego y las asociaciones de bibliotecarios después; así como la bibliotecología, archivonomía y biblioteconomía, gozaron en nuestro país de un continuo progreso.

A partir de la Ley 419 de Domingo F. Sarmiento, surgieron numerosas bibliotecas por especialidades. Con el paso del tiempo, se crearon las carreras de bibliotecología con el consecuente aumento de bibliotecarios profesionales, muchos de ellos, artífices de una gran producción bibliográfica en la materia.

La Argentina contó con algunos grandes escritores que devinieron en bibliotecarios o viceversa. Entre ellos resultan emblemáticas las figuras de Paul Groussac, Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges. Vale recordar que Borges siempre mencionaba que él concebía el Paraíso en la forma de una biblioteca.

Los estudios profesionales específicos llevaron a la formación académica de los bibliotecarios en cada una de las distintas especialidades. Asimismo las propias bibliotecas se fueron especializando según las diversas ramas del conocimiento e incluso, en el caso de las científicas según los múltiples campos o ramas del saber.

La formación académica, el incremento de bibliografía específica en la materia, y el trabajo de las asociaciones, enriquecieron la formación de los bibliotecarios. Para favorecer la unión y el progreso de la profesión, en las últimas décadas se conformaron redes de bibliotecas y de bibliotecarios que persiguen el trabajo colaborativo. La participación en redes y la cooperación y colaboración entre los integrantes, permite aunar esfuerzos para llevar adelante el nuevo trabajo bibliotecario. Los bibliotecarios, capacitados y trabajando con profesionalismo, contribuyen al crecimiento de las bibliotecas, facilitando el acceso de los ciudadanos a la información, favoreciendo así el desarrollo y el progreso de la sociedad.

Tecnologías y roles

En la actualidad, el incremento de la información, la aparición de internet, las nuevas tecnologías y con ellas las redes sociales, provocaron grandes transformaciones en la sociedad. Hoy se habla de una sociedad globalizada que genera nuevas necesidades. Esto lleva inevitablemente al cambio del rol de los bibliotecarios. Es así que de protectores y ordenadores de libros, pasan a ser administradores de la información. Y acompañan además a los usuarios en el proceso de adquisición del conocimiento.

Los cambios continúan en progresión geométrica. Los bibliotecarios deben actuar como mediadores entre la sociedad y el acceso al conocimiento. Tienen como alta misión contribuir con la generación de nuevos espacios físicos y digitales que acompañen y produzcan cambios en favor del desarrollo de los ciudadanos a lo largo de sus vidas. Ello conlleva una transformación, el conocer las necesidades de los usuarios, aprender y aprehender los nuevos recursos.

En síntesis contribuir al desarrollo de las comunidades y a la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos. Lo dijo el propio José de San Martín: "La biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos".

Estos y otros conceptos similares fueron vertidos por Stella Maris Caballero, presidente de la Asociación de Bibliotecarios de Jujuy el jueves 13 de septiembre de 2018 al cumplirse 38 años de la creación de dicha entidad. Con tal motivo se llevó a cabo un acto académico en el centro Culturarte de la ciudad de San Salvador de Jujuy donde se homenajeó a prominentes profesionales bibliotecarios, evento que fue acompañado por deliciosa música de cámara.

Entre ellos merece especial referencia la distinción que le fuera otorgada a la señora Elba D’Abate de Zenarruza, cariñosamente conocida como “Sapita”, que con sus frescos 91 años y una memoria envidiable, rescató anécdotas, deleitó al público con su rica oratoria y finalmente leyó poesías de su autoría.

El bibliotecario cordobés

El suscripto fue invitado a disertar sobre la figura del bibliotecario alemán, naturalizado argentino, Enrique Sparn (1889-1966), quien fuera bibliotecario en Córdoba. Sparn fue un políglota que dedicó su vida al libro y publicó más de cien trabajos bibliográficos y bibliotecológicos. En la década de 1940, Sparn estuvo a cargo de la dirección de todas las bibliotecas de la ciudad de Córdoba. Por su obra Sparn está considerado como el “padre de la bibliografía científica argentina”.
Fue el creador, además, de una rama de la bibliotecología a la que llamó “sociedadología” y cuyo interés estaba centrado en el estudio de las sociedades científicas, sus publicaciones, matrículas, impacto y otras cuestiones que son de uso e interés actual en el mundo científico.
Probablemente Sparn sea el bibliotecario de profesión que llegó más alto al habérselo nombrado Académico de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba. Sparn formó parte del clásico estereotipo de “ratón de biblioteca”. Tuvo a su cargo y en sus manos la mejor bibliografía científica que se produjo en el siglo XIX, tanto extranjera como la que engendraron los científicos traídos por Sarmiento y Burmeister a la Academia de Ciencias de Córdoba. Entre ella se destaca una primera edición con dedicatoria, foto y firma autógrafa de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin, hoy un tesoro de valor universal.
La vida de Sparn y otros actores de las múltiples facetas del libro han sido tratadas en extenso en mi trabajo: “Libros, libreros, bibliófilos y otras disquisiciones. Con prólogo del Dr. Javier Vargas de Luna y prefacio de Alberto Casares. Mundo Gráfico Ed., Salta, 2018”. Mucho se ha escrito sobre las bibliotecas y el rol del bibliotecario clásico. Un pensamiento del gran semiólogo italiano Umberto Eco lo condensa en pocas líneas cuando dice: “El libro es una criatura frágil. Sufre el paso del tiempo, el acoso de los roedores y las manos torpes, así que el bibliotecario protege los libros no solo contra el género humano sino también contra la naturaleza, dedicando su vida a esta guerra contra las fuerzas del olvido”.


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