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Mirtha Sisnero, la mujer que luchó para que haya colectiveras, es la primera inspectora

Se encarga de controlar las tarjetas y la cantidad de pasajeros que viajan en un ómnibus, pero sigue soñando con manejar. Gracias a su insistente reclamo, que llegó a la Corte Suprema, hay conductoras en la planta de Saeta.
Miércoles, 23 de enero de 2019 01:43

Mirtha Sisnero, la salteña que luchó durante más de una década por ser colectivera, llegó a la Corte Suprema con su reclamo y posibilitó que hoy haya mujeres al volante, se convirtió en la primera inspectora de colectivos en Salta. Se desempeña en la empresa Tadelva, que tiene a cargo el corredor 1.

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Mirtha Sisnero, la salteña que luchó durante más de una década por ser colectivera, llegó a la Corte Suprema con su reclamo y posibilitó que hoy haya mujeres al volante, se convirtió en la primera inspectora de colectivos en Salta. Se desempeña en la empresa Tadelva, que tiene a cargo el corredor 1.

El lunes pasado fue su primer día en el nuevo puesto de trabajo. "Fue una jornada muy interesante y también agotadora. Aprendí mucho. Me encanta mi trabajo", manifestó Mirtha a El Tribuno.

La mujer que logró que la Justicia impusiera un cupo del 30% de conductoras en las líneas de colectivo de Saeta ahora lleva adelante los controles de tarjetas magnéticas, los pases y confecciona planillas con los números de coche, el turno, el recorrido y los datos del chofer, entre otras tareas.

También controla cuántos pasajeros viajan en una unidad, supervisa que todos tengan su tarjeta y se fija que hayan abonado el pasaje.

Para los controles de los pasajeros utiliza un celular con una aplicación especializada. Cuando escanea una tarjeta puede ver a qué hora la pasó el usuario por la máquina.

En la punta de línea

Desde 2017 Mirtha trabaja en la misma empresa, en el control de punta de línea. "Controlaba los coches. Verificaba que estén en buen estado y en horario. También era una especie de auxilio para los choferes. Aprendí mucho ahí también", contó.

Otra de las funciones también era la de barrecoche, pero no incluía el lavado. "Lo más importante era ver la frecuencia. Yo tenía el diagrama de todos los días y los horarios. Sabía si el coche venía en el tiempo indicado o no. Además, tenía que hacer corte de línea, llamar al mecánico si había algún sonido. Era un trabajo completo", agregó.

Recalcó que siempre estuvo en contacto con Saeta. En el control tenía un teléfono en el que figuraba el grupo de inspectores y eso facilitaba su labor.

En Tartagal

A pesar de que se había capacitado en 2007 y obtuvo el carné habilitante, "no se dio en la capital salteña el poder conducir un colectivo. Pero sí estuve en línea en Tartagal a fines de 2009, y me encantó. Hacía el trayecto desde la ciudad hasta Pocitos Argentino. Fue un gran aprendizaje. Me sentí muy bien. Manejar requiere entrenamiento. Tuve la suerte de que mis compañeras de Tartagal me entrenaron a tal punto para que memoricé todo, parecía robot. Pero para mí el broche de oro sería manejar un colectivo en Salta capital. Esa es mi aspiración desde hace tantos años y me encantaría llegar ahí", hizo hincapié la mujer.

Dijo que está orgullosa de ver "a mujeres jóvenes y adultas que están desde el inicio, es decir, desde que salió el fallo y aprendieron todo. Son responsables con sus horarios. Comprendieron que este es un trabajo bastante exigente. La mujer sípuede hacerlo".

Sisnero calificó como positivo el balance de su lucha en estos años. "Si bien no se puede cumplir el cupo porque todo depende de la aspirante y este trabajo es exigente y no es para todas las mujeres, sino para las que puedan hacerlo, yo veo muy positivo el hecho de que haya chicas al volante y muchas desde el principio, luego del fallo", recalcó.

Rendir para ser colectivera o colectivero es complicado. Sisnero contó que ha visto pruebas de 30 personas, entre mujeres y varones, muchos de los cuales no aprobaron. A veces quedaba uno, dos o ninguno. "En el examen, con solo sentarte el inspector, que es muy estricto, ya se da cuenta si podes manejar o no el colectivo. Te tenés que posicionar correctamente. Si te sentás mal te dicen que bajes, que ya terminó la prueba", contó.

Mirtha recordó que también le tocó atravesar momentos dificultosos. "En Tartagal había pasajeros que me esperaban, pero otros que me decían: "Yo con una mujer no viajo, chau'. A mí me dolía porque esos hombres estaban criando hijas. Entonces una piensa: "El día de mañana cuando les toque que les traten así a sus hijas recién se darán cuenta'. Es complicado el tema del machismo. Está en todos los niveles. Es una cuestión cultural, pero bueno, algún día se irá yendo despacito, estoy segura", finalizó la nueva inspectora de Saeta.

Los trolebuses, su inspiración

El sistema de transporte urbano de Córdoba fue una de las motivaciones. 

Mirtha Sisnero nació en Metán, donde vivió su infancia y adolescencia. Es la menor de cinco hermanos. A los 18 años se mudó a la capital salteña, ya que debía hacer trámites de su DNI, y uno de sus hermanos le pidió que se quedara. 
A lo largo de su vida trabajó en varios negocios y abrió uno propio. Se desempeñó en un cíber, en una peluquería y fue guardia de seguridad. Tiene dos hijos, de 22 y 25 años. El mayor es profesor de historia. 
Contó que su interés por los colectivos nació hace muchos años, cuando ella trabajaba por las mañanas como guardia y durante las tardes en la biblioteca popular de su barrio, La Loma. “Yo buscaba un trabajo mejor. Mis hijos estudiaban. En la biblioteca comencé a leer sobre las líneas de trolebuses en Córdoba, que son conducidos exclusivamente por mujeres desde hace 30 años. Justo un compañero había viajado a esa provincia y me contó cómo funcionaban. Yo quedé fascinada con esa idea. Esa fue mi inspiración. Me interesaba porque dije: ‘Hay alguien que hace algo solo para mujeres’”, relató. Mirtha contó que en varios de los trabajos que había tenido anteriormente veía la brecha entre hombres y mujeres. “El hombre siempre tiene más posibilidades, es más libre para elegir un trabajo bien remunerado, en cambio la mujer queda relegada a cuidar los hijos, al hogar. Me ha pasado que en un trabajo en un local comercial a un compañero lo trataban mejor que a las mujeres. Todo eso fue el puntapié, decidí comenzar en el Concejo Deliberante, en 2008 a hacer presentaciones. Para mí ser colectivera no era un capricho ni una pasión, sino una necesidad. Para mí el trabajo es una necesidad”, destacó.

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