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Lo que las urnas nos dejaron

Martes, 03 de diciembre de 2019 00:00

En este año 2019, que ya está terminando, se abrieron las urnas a lo largo y ancho de todo el país. Las llenaron millones de papelitos de todos los colores, llamados votos. ¿Qué contenían esos "papelitos"?

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En este año 2019, que ya está terminando, se abrieron las urnas a lo largo y ancho de todo el país. Las llenaron millones de papelitos de todos los colores, llamados votos. ¿Qué contenían esos "papelitos"?

Decisiones u opciones de millones de compatriotas, que manifestaron sus preferencias como electores, a favor o en contra de una inmensa cantidad, difícil de determinar, de candidatos que se postularon para los distintos cargos electivos en juego, en cada oportunidad.

Si es difícil determinar, por su elevado número y dispersión, la cantidad de candidatos que se postularon para los distintos cargos, resulta mucho más difícil determinar o identificar qué ideas o proyectos representaban, por lo que el menú de opciones electorales con el que contaba el electorado, era tan confuso y mezclado con todos los ingredientes conocidos, lo que conlleva el peligro de viciar la voluntad popular, con desmedro del sistema democrático y de las instituciones de la república.

El clima electoral estuvo caracterizado por una oferta y demanda de candidaturas como si fuera una subasta pública, carente en lo general de contenido ideológico y de valores ciudadanos.

El travestismo político, el cambio permanente, muchas veces sorpresivo, de una posición o pertenencia a un grupo, motivada solamente por una especulación o cálculo electoral, fue el principal protagonista de la cruzada electoral de este año.

¿Qué nos pasa?

Los politólogos en general, consideran que estas situaciones se deben al debilitamiento de los partidos políticos, que han perdido su importancia y protagonismo en la vida política de un país, como canales naturales para que la ciudadanía pueda encauzar sus deseos y aspiraciones respecto a la vida y gobierno de un país.

Nuestra Constitución Nacional, considerando la importancia de los partidos políticos en un sistema democrático, establece en su art. 38: "Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas.

El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes. Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y patrimonio".

Ortega y Gasset, refiriéndose a España, pero cuyo pensamiento me parece linealmente aplicable a nuestro país, dijo en una oportunidad "no sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa". Creo que la situación en que nos encontramos los argentinos, excede en mucho como causa, una crisis de los partidos políticos, siendo en realidad una crisis del individuo en cuanto ciudadano, no consciente en su plenitud de sus derechos y deberes, y de la solidaridad necesaria que implica un vivir colectivo.

La esencia de la crisis

"De la crisis de la democracia a la crisis de los partidos políticos". El entrecomillado no me pertenece, corresponde a ideas del politólogo irlandés Peter Mair, quién entre otros conceptos, expresa: "La era de la democracia de partidos ha pasado. Aunque los partidos permanecen, se han desconectado hasta tal punto de la sociedad en general y están empeñados en una clase de competición que es tan carente de significado que ya no parecen capaces de ser soportes de la democracia en su forma presente.

Esta crisis se produce persistentemente por la relación tortuosa y difícil entre el ciudadano y el Estado, por el enorme alejamiento y divorcio que existe entre el individuo común y la autoridad pública. Si bien el individualismo es una característica definitoria y constituyente de la modernidad, llevado al plano político y colocándolo en el límite más extremo, que implica un aislamiento absoluto no sólo frente a sus congéneres sino frente al mismo Estado, produce un individuo asocial y atomizado, un individuo sumergido en un mundo privado parcial y limitante, un individuo sin ciudadanía".

Como se puede apreciar, esta crisis de los partidos políticos, si bien acentuada en nuestro país, se está expandiendo como una pandemia alrededor de muchos países del mundo, lo que nos obliga a tratar de profundizar las verdaderas causas de este flagelo que afecta y abarca todos los aspectos de la vida social, que pone en peligro la ecología de la vida humanitaria.

Individualidad versus individualismo

Una nación se conforma con ciudadanos. Un ciudadano es un individuo, y su desarrollo como tal se corresponde con el concepto de individualidad. Se ha dicho que "esta individualidad se manifiesta cuando el hombre desarrolla plenamente su personalidad y talento, por lo que es diferente de los demás. Al mismo tiempo la individualidad alienta al hombre a desarrollar su carácter intensamente social mediante la participación en la vida de la sociedad, reconociendo una ley moral y propiciando el bien común".

 Por el contrario, el individualismo es una deformación de la individualidad, por la cual el hombre se torna el centro de un mundo cerrado de intereses egoístas, que tiende a pasar por alto el carácter social del hombre y su papel en la sociedad. En este sentido, José María Arguedas, expresa: “el individualismo agresivo no es el que va a impulsar bien a la humanidad, sino que la va a destruir”. El periodista y escritor Adam Curtis, en un documental que denominó “El siglo del yo”, sugiere que el siglo XX podría definirse como el siglo en el que el yo, o la preponderancia del individuo, logró consolidarse como la principal ideología de nuestra sociedad, explicando qué es el individualismo y por qué impide la conformación de movimientos sociales que produzcan cambios verdaderos, en los siguientes términos: “Las ideas de cambio no encuentran tracción por el surgimiento del individualismo, el cual en nuestra época puede rastrearse a la década de los 70. (El individualismo es) esta idea de que tú y yo creemos que lo que queremos, pensamos y sentimos es lo verdadero y auténtico y nadie debe de decirnos qué hacer. Es una idea muy poderosa, que domina nuestra sociedad. Para los movimientos radicales esto fue un desastre e incluso más para la política, porque los partidos políticos se desvanecieron; no tenían apoyo masivo y por lo tanto, no podían hacer lo que se supone que debían de hacer en una democracia: ser tu representante, tu puente hacia el poder, porque nos habíamos vuelto tan dispersos, tan incapaces de unirnos a la acción colectiva”.

Conclusiones

Podríamos decir, siguiendo el pensamiento de Ortega, que ahora sabemos lo que nos pasa, estamos enfermos de individualismo, con lo cual no nos construimos como ciudadanos, base indispensable de la conformación y consolidación de una nación, concepto y realidad esta última, que tiende a desvanecerse progresivamente. Padecemos de un déficit de ciudadanía, se encuentra disociado el concepto de nación, y consecuentemente consideramos al estado como un ente ajeno a nosotros, al que no pertenecemos. Si aceptamos la definición tradicional en el sentido que un Estado es una nación políticamente organizada, al estar tan debilitada la nación, consecuentemente solo podemos ver y concebir un estado famélico e impotente de atender y cumplir con sus funciones esenciales, como ser el de impartir justicia, brindar seguridad, salud, educación y promover la  justicia social, a través de una justa distribución de los ingresos.
 

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