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El animal más antiguo del mundo

Lunes, 18 de febrero de 2019 00:00

Parecen organismos de otro planeta, pero son del nuestro. Tal vez sean la llave de la vida en otros exoplanetas.

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Parecen organismos de otro planeta, pero son del nuestro. Tal vez sean la llave de la vida en otros exoplanetas.

Lucen como animales pero carecen de boca, intestinos y aparato excretor. Se asemejan a una rara forma de líquenes, o a bacterias gigantes.

También los relacionan con medusas, gusanos planos segmentados y otra decena de interpretaciones.

Encasillarlos en el árbol de la vida ha sido un severo problema. No se parecen a nada de lo conocido. Desde que estas extrañas formas de vida fósil fueron encontradas por primera vez en las montañas de Australia han sido un rompedero de cabeza para biólogos, geólogos y paleontólogos.

Son, eso sí, fósiles de organismos que tuvieron vida y no estructuras sedimentarias como las que se forman por procesos físicos naturales caso del oleaje o la desecación de los fangos y que dejan algunas formas curiosas de dudosa clasificación.

Generalmente se las coloca en algún casillero de estructuras enigmáticas esperando que el avance de la ciencia las revise algún día. Los fósiles de Ediacara se remontan al tiempo Precámbrico superior y dominaron los mares del planeta Tierra entre los 635 y 541 millones de años atrás; esto es aparecieron, reinaron y se extinguieron en un rango de casi 100 millones de años.

El reino Vendobionta

Son organismos raros, de cuerpos blandos, que se mantenían adosados a un piso bacteriano duro del fondo marino, probablemente intercambiando fluidos cargados de nutrientes, y que desarrollaban un plan anatómico con simetrías trilateral o bilateral. Algunos parecen formas geométricas fractales (Charnia, Fractofusus), mientras que otros se asemejan a una galaxia en espiral con ocho brazos (Eoandrómeda). El primero en interpretar la "Biota de Ediacara" como algo completamente extraño al árbol de la vida fue el afamado paleontólogo de Tubingen y Yale, el alemán Adolf Seilacher (1925-2014). Para él esos organismos constituían un reino distinto a los cinco reinos en que se divide la vida actualmente. Le llamó el reino Vendobionta. Y planteó por primera vez que en realidad se parecían a vida de otro planeta.

La singularidad era la inexistencia para aquella lejana época de la relación predador-presa. Además consideraba que se habían extinguido completamente sin dejar conexiones filogenéticas con las formas que se sucedieron en el Fanerozoico. Seilacher era un paleontólogo de fama mundial por sus estudios de las trazas fósiles de todos los tiempos geológicos. Pero era además un filósofo de la paleontología.

Visitó Salta en numerosas oportunidades porque estaba sumamente interesado en encontrar esos restos del reino Vendobionta en las rocas marinas que forman el núcleo de las montañas del noroeste argentino. En el ínterin, junto a colegas de la Universidad Nacional de Salta, lo acompañamos a colectar un sinnúmero de trazas fósiles pero todas resultaron posediacarianas o como mínimo transicionales.

Big Bang de la vida

En largas tertulias explicaba sus ideas acerca del "Big Bang" de la vida que ocurrió en los comienzos del periodo Cámbrico y de la aparición de los trilobites armados de un exoesqueleto mineralizado con partes duras, filosas y cortantes, capaces de rasgar el piso marino en busca de mayor productividad orgánica por debajo de los antiguos tapices bacterianos que fueron el soporte de las formas de Ediacara. Comparaba a los trilobites con el arado del hombre y consideraba que la aparición de aquellos había significado una "primera revolución agronómica". Algunas de estas reflexiones están ampliamente desarrolladas en la segunda edición de mi libro: "Los fósiles y el tiempo profundo. Reflexiones en torno a la filosofía de la Paleontología" (Mundo Gráfico, 140 p., 2017, Salta).

Seilacher hubiera estado muy complacido, de vivir hoy, con el hallazgo realizado en septiembre de 2018 en las rocas de un acantilado de Rusia y que fuera dado a conocer en la prestigiosa revista Science. Precisamente un equipo de científicos australianos, rusos y alemanes, entre los que se encontraban Ilya Bobrovskiy, Janet M. Hope, Andrey Ivantsov, Benjamin J. Nettersheim, Christian Hallmann y Jochen J. Brocks, encontró especímenes de la Biota de Ediacara, más concretamente Dickinsonia.

Pero lo curioso es que en los afloramientos rocosos en que se preservaban esos fósiles se dieron condiciones especiales para que estos hayan mantenido esteroides, más concretamente colesteroides, una grasa de origen animal. Y este fue precisamente el gran hallazgo, ya que demuestra que esos organismos de Ediacara fueron verdaderos animales marinos y no las otras hipótesis que se habían estado manejando durante años. Téngase presente que los primeros hallazgos de Dickinsonia se hicieron en la década de 1940 y desde entonces habían pasado 70 años donde se plantearon toda clase de explicaciones sobre la naturaleza de esos fósiles. Originalmente Dickinsonia fue descripto en 1947 por Reg Sprigg, quien bautizó al raro organismo en homenaje a su jefe Ben Dickinson, de la Dirección de Minas de Australia del Sur. Los fósiles provenían de la cordillera de Flinders, en el sur de Australia. Desde entonces se han descripto unos seis tipos de dickinsonias que van en tamaño desde algunos centímetros hasta ejemplares gigantes de casi un metro y medio. Una de ellas fue llamada precisamente Dickinsonia rex, o rey de las dickinsonias, en alusión paralela al Tiranosaurus rex. Además de Australia se han encontrado ejemplares de Dickinsonia en rocas de la Formación Mogilev (Ucrania), en la Formación Chernokamen (Urales) y en un grupo de formaciones proterozoicas de la región de Arkhangelsk en el mar Blanco (Rusia). De este último lugar provienen los ejemplares que fueron estudiados por Bobrovskiy y sus colaboradores, los cuales arrojaron pruebas contundentes de presencia de esteroides de origen animal. Los autores mencionan que no les fue fácil recuperar los fósiles, ya que debieron trasladarse en helicópteros y cruzar una zona donde habitan osos poco amigables.

Luchar contra nubes de mosquitos y luego descolgarse con sogas y andamios por los acantilados del mar Blanco hasta poder encontrar los estratos rocosos de interés para la búsqueda de los fósiles.
 Finalmente tuvieron suerte y descubrieron un hermoso ejemplar de Dickinsonia de 1,40 m de largo con una excelente preservación. Las dickinsonias eran en general organismos de simetría bilateral, con forma de discos ovalados y con unos segmentos en forma de costillas que recorrían todo el cuerpo. Podrían asemejarse a pelotas de rugby, de un material casi transparente, con rayas transversales a partir de un eje. Seilacher, medio en broma, decía que se imaginaba a algunos de los organismos de Ediacara como a los muñecos de Michelín!

El extraño catálogo

Hoy se conocen decenas de formas fósiles de cuerpos blandos ediacarianos. Se dividen en tres etapas evolutivas, con sus correspondientes asociaciones de formas fósiles y que desde la más antigua a la más joven son: Avalon, White Sea y Nama. Cada una de ellas representa la aparición de nuevos rasgos morfológicos o bien estrategias ecológicas adaptativas. Entre los fósiles que se han descrito, la mayoría con nombres raros, se tiene a: Ernietta, Cloudina, Rangea, Namacalathus, Beltanelliformis, Pteridinium, Arborea, Charnia, Bradgatia, Hiemalora, Helminthoidichnites, Archaeichnium, Dickinsonia, Tribrachidium Parvancorina, Kimberella, Spriggina, Thectardis, Fractofusus, Eoandromeda, Trepassia, Beothukis, Phyllozoon, Funisia, Coronacollina, Namalia y Swartpuntia. De estos Spriggina fue dedicada en homenaje al descubridor de Dickinsonia, el Dr. Reg Sprigg.
 Los últimos estudios indican que la Biota de Ediacara apareció y evolucionó durante una época de fluctuaciones biogeoquímicas y ambientales dinámicas del océano global. Hacia el final del período Ediacariano se hacen más notables los planes anatómicos bilaterales y muchos de los elementos que van a dominar en el Eón Fanerozoico, tales como la heterogeneidad espacial, las estrategias reproductivas complejas, la utilización del ecoespacio, la motilidad y la competencia por los sustratos.
 Más allá de cómo fue presentada la noticia, entre ellas que se había descubierto el “Santo Grial” de los paleontólogos, lo cierto es que ahora sí existe certeza de que uno de esos organismos ediacarianos, Dickinsonia, es un animal y por ahora el animal más antiguo del mundo.
 

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