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El trabajo que ni se ve ni se paga

Martes, 26 de marzo de 2019 00:00

A escala mundial, sin excepción, las mujeres realizan las tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado, a saber, el 76,2% del total de horas dedicadas al mismo.

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A escala mundial, sin excepción, las mujeres realizan las tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado, a saber, el 76,2% del total de horas dedicadas al mismo.

Ningún país del mundo registra una prestación de cuidados no remunerada igualitaria entre hombres y mujeres. Y a esto debemos sumarle una realidad: cambió la composición de las familias, la población está envejeciendo y las mujeres masivamente son parte del mercado de trabajo: el cuidado es un potencial conflicto en el desarrollo humano de nuestras actuales sociedades, además de la desigualdad que representa en estos días para las mujeres.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2016) analizó el uso del tiempo en 19 países, y en la comparación se observan tendencias similares y brechas de género en toda la región. Las mujeres triplican en horas de trabajo doméstico no remunerado a los varones.

Es imperiosa y urgente la necesidad de una política de cuidados integral; en primer lugar, porque el cuidado es un derecho humano inalienable a la condición humana: las personas tienen derecho a cuidar y ser cuidadas. En segundo lugar, porque el cuidado debe ser una responsabilidad social compartida, no solamente entre hombres y mujeres, sino también entre el Estado y la sociedad.

En tercer lugar, porque el déficit en las políticas de cuidado sobrecarga a las mujeres, implicando un altísimo costo (en muchos sentidos), no solamente para ellas. En cuarto lugar, porque la desigual distribución del cuidado se corresponde con la imposibilidad de romper con factores estructurales de desigualdad y pobreza en nuestra región, que afectan de manera significativa a mujeres, niñas y niños y adultos mayores.

En cuarto lugar, porque desde la perspectiva del empleo, el trabajo del cuidado es de baja calidad y mal remunerado. Son urgentes políticas de jerarquización y profesionalización de las trabajadoras del cuidado.

¿Es lo mismo conciliar para los varones, que para las mujeres? Acaso, ¿es lo mismo la conciliación para las madres que son jefas de hogar o pertenecen a hogares monoparentales?, ¿se plantea de igual modo la conciliación para aquellas mujeres que tienen que tomarse dos colectivos (o combinar transportes públicos) para llegar a su trabajo? Y así podríamos seguir, ampliando la mirada y como se puede observar, ensanchando la brecha de y en la conciliación.

Conciliar vida productiva y reproductiva y con el rol como personas implica para las mujeres, un reto bastante más arduo de lo que parece a simple vista. Tres roles de la vida entran en conflicto y tensión de manera permanente: el "rol laboral", donde se trabaja a cambio de una remuneración y que ocupa un lugar central en nuestra agenda diaria de tiempo disponible; el "rol familiar", que se desarrolla en el hogar, con la crianza de nuestros hijos/as, el cuidado de personas y la gestión del mismo, así como las tareas domésticas (actividades que no gozan de valoración, pero son claves para sostener la vida humana y como veremos más adelante la mayoría son no remuneradas) y el "rol personal": que implica todas aquellas actividades que realizamos en cuanto personas: ocio, autocuidado, deporte, consumo cultural y algo muy importante en las épocas que corren, tiempo para construir o sostener vínculos.

Importancia de conciliar

Conciliar no es tarea individual o familiar, ni puede hacerse sin contexto favorable para ello. Los números que arroja el último informe de OIT, demuestran que la imposibilidad de conciliar deja afuera del mercado de trabajo a muchas personas: 647 millones de personas en edad de trabajar están fuera de la fuerza de trabajo debido a responsabilidades familiares.

A nivel mundial en el año 2018, 606 millones de mujeres en edad de trabajar han señalado que no están disponibles para trabajar o que no están buscando un empleo debido al trabajo de cuidados no remunerado, mientras que solo 41 millones de hombres están inactivos por la misma razón.

Los datos de OIT son alarmantes: hay 647 millones de cuidadoras y cuidadores no remunerados a tiempo completo, los cuales representan el mayor grupo de participantes potenciales en el mercado de trabajo en todo el mundo, entre los cuales las madres de niños pequeños están sobrerrepresentadas.

La Organización Internacional del Trabajo estima que, si se cuenta el valor de un salario mínimo por hora, representarían el 9% del PIB mundial, lo que corresponde a 11 billones de dólares estadounidenses.

El 81,1% de este está compuesto por trabajo de cuidados no remunerado consiste en tareas domésticas seguido del cuidado personal directo, el 13,0%, y del trabajo voluntario, el 5,2%.

Los gobiernos locales o municipales tienen una posición extraordinaria para gestionar políticas públicas de cuidado que visibilicen, reconozcan y legitimen al cuidado como un trabajo que está siendo desarrollado hoy por las mujeres en las sombras.

Pueden y deben impulsar acciones que lleven a una distribución más justa y equitativa del cuidado entre hombres y mujeres, desarrollando acciones y estrategias tanto en el plano de lo simbólico (impulsando un cambio cultural hacia la corresponsabilidad en el cuidado), en el plano normativo (en áreas tan diversas como la seguridad social, la salud, el trabajo, la educación, etc.) y en la provisión y gestión integral y articulada de servicios del cuidado.

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