¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

22°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La inflación que amamos tanto...

Domingo, 03 de marzo de 2019 00:00

Hay hipótesis e hipótesis... Sherlock Holmes, el célebre detective de ficción creado por el novelista británico Arthur Conan Doyle, decía que cuando todas las hipótesis se han probado, la última que queda, por inverosímil que parezca, debe ser la correcta. En la Argentina de la eterna inflación, por lo tanto, al haberse probado (y reprobado) las "hipótesis" populistas de gastar lo que hay y lo que no hay generando una imparable inflación, y las ortodoxas de bajar el déficit junto con el gasto público machaconamente para bajarla, con el mismo resultado, o sea, ninguno, la hipótesis que resta, esto es, que la inflación también obedece a las presiones de costos (tarifas y márgenes de ganancia principalmente en estos últimos meses) necesariamente debe ser también la correcta.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Hay hipótesis e hipótesis... Sherlock Holmes, el célebre detective de ficción creado por el novelista británico Arthur Conan Doyle, decía que cuando todas las hipótesis se han probado, la última que queda, por inverosímil que parezca, debe ser la correcta. En la Argentina de la eterna inflación, por lo tanto, al haberse probado (y reprobado) las "hipótesis" populistas de gastar lo que hay y lo que no hay generando una imparable inflación, y las ortodoxas de bajar el déficit junto con el gasto público machaconamente para bajarla, con el mismo resultado, o sea, ninguno, la hipótesis que resta, esto es, que la inflación también obedece a las presiones de costos (tarifas y márgenes de ganancia principalmente en estos últimos meses) necesariamente debe ser también la correcta.

¿Cómo probar las hipótesis?

En las Matemáticas, y en las ciencias en general, las hipótesis son los pilares sobre los que descansa el razonamiento que permite probar la "tesis" que se propone. Por ejemplo, en el caso de la inflación, la ortodoxia sostiene que sus causas devienen de la creación de dinero, considerando que el único fin del dinero es intercambiarlo por bienes, por lo que nadie conservaría efectivo -que además pierde valor debido justamente a la inflación- y consecuentemente, como "muerto el perro se acaba la rabia", basta con frenar la expansión monetaria para que la inflación se detenga.

Por otra parte, es claro, para este enfoque, que la única razón por la que el dinero se expande, más allá de la necesidad de medio de pago en tanto la economía produzca más bienes, es porque alguien necesita financiar su gasto, al menos en parte, mediante la expansión monetaria. Por supuesto, ese "alguien" no es otro que el gobierno que gasta más de lo que recauda con impuestos genuinos, y financia por lo tanto esa diferencia -el déficit fiscal- imprimiendo dinero, al que se le denomina "impuesto inflacionario". A modo de "demostración" de que no puede haber inflación sin expansión monetaria, los "gurúes" de este enfoque sobre la inflación desafían "a los ignorantes" a proporcionar ejemplos de economías que tengan inflación sin el uso de dinero. En el caso del populismo, por otra parte, no hay que demostrar nada: su objetivo no es bajar la inflación y, cualesquiera que sean sus propósitos, el incremento de la inflación bajo el populismo es inevitable.

El gobierno actual "compró" el diagnóstico monetarista de la ortodoxia, que sin duda no es completamente erróneo -aunque claramente es, cuanto menos, incompleto y por lo tanto insatisfactorio- y lleva ya varios meses intentando frenar el gasto público como forma de detener la inflación que, evidentemente, como el perro que mordía a pesar de que también ladraba contrariando el adagio que propone lo contrario, parecería que la inflación "no conoce el refrán", por lo que se mantiene tozudamente en elevados niveles. No obstante, los economistas ortodoxos no se arredran frente a estos fracasos y sostienen que la inflación no se detiene porque el achicamiento del gasto no es todavía lo suficientemente pronunciado y consecuentemente el déficit todavía no se ha reducido todo lo necesario, confiando en que, si la disminución del gasto público no frena la inflación, al menos la parálisis total de la economía lo conseguirá, por cuanto, si la economía ya no produce nada, no pueden haber precios ni inflación, ¿verdad?.

Una explicación alternativa

Conforme estas reflexiones, podría entonces intentar probarse la "hipótesis restante", esto es, que la inflación también obedece a subas de costos, sean éstos tarifas, dólar, salarios, y también los márgenes de ganancia de las empresas.

Una forma de probar la hipótesis de que la inflación también, o alternativamente, depende del lado de la oferta, o sea, de los costos de producción, es remitirse a la Convertibilidad entre 1991 y 2001, en comparación con la etapa previa desde 1943 en que comienza el experimento populista que prácticamente dominó todo el período hasta el presente, ya que, como se sabe, la Convertibilidad se caracterizó por una fuerte caída en la inflación y posterior estabilidad de los precios durante todo ese período en comparación con la elevada inflación del período anterior, y si bien es cierto que la Convertibilidad es criticable en muchos aspectos, sin duda con razón, es indiscutible que consiguió abatir la inflación.

Pues bien, durante ese período, uno de los componentes de los costos, el tipo de cambio, se mantuvo estable en el famoso "uno a uno", vale decir, el dólar valía un peso y ese valor se conservó en toda la etapa de este plan económico. Los salarios, otro de los componentes de los costos, también se mantuvieron estables ya que su tasa anual de variación estuvo en el orden del 2%, igual que la tasa de inflación, con valores similares a los de las economías desarrolladas. Por último, el grado de apertura, definido como la suma de exportaciones más importaciones dividido por el PBI, fue del 21%.

En comparación, la inflación anterior a la Convertibilidad (entre 1944 y 1991) fue del 43% anual, la tasa de variación de los salarios fue del 63%, la tasa de variación del tipo de cambio fue del 59% y el grado de apertura de la economía fue del 8%. Por otra parte, el déficit fiscal, expresado como porcentaje del PBI fue de prácticamente cero o negativo durante la Convertibilidad, en tanto ese mismo déficit, definido de la misma forma, correspondiente al período anterior, fue de algo menos del 2%.

De lo anterior se desprende que, efectivamente, el déficit fiscal incide sobre la inflación, pero no es menos cierto que los costos de producción, incluido el margen de ganancias, también impactan sobre la inflación y probablemente no en menor medida, destacando que el margen de ganancias, al carecerse de datos sobre esta variable, se aproxima a través del grado de apertura ya que a mayor apertura de la economía ésta es más competitiva, con lo que las empresas disponen de menor poder monopólico y consecuentemente no pueden cargar tan elevados márgenes de ganancia.

Por otra parte, y con respecto al “desafío” de los economistas libertarios, sin ninguna duda que una economía sin dinero puede tener inflación ya que si unos bienes se cambian por otros en forma directa, aquél que presente en el tiempo progresivamente más dificultades para producirse exigirá más de los más fáciles de elaboración para cambiarse, en un escenario que recuerda la mayor cantidad de pesos que hay que entregar en la estación de servicio para conseguir los mismos litros de combustible.

En definitiva, la inflación es un problema que, enfocado a partir del método científico, puede encontrar explicaciones y consecuentemente respuestas para intentar resolverlo. Las posiciones energúmenas de los “sabios” que desafían a periodistas, economistas que piensan diferente y público en general tildándolos de ignorantes por formular preguntas de sentido común, no resuelven ningún problema, al igual que las de aquellos otros que callan por representar a las empresas que disfrutan de posiciones monopólicas u oligopólicas -aquellas que cazan en el zoológico- protegidas por elevados aranceles y prohibiciones a la importación. 

Si la ciencia reemplaza a los intereses creados y a la religión disfrazada de ciencia, puede ser que la Argentina solucione el problema de la inflación, lo que abrirá las puertas para resolver los muchos otros que están “taponados” por este endémico flagelo. Sin duda, no ha de ser una tarea imposible si se mira a las economías hermanas de América Latina que hace ya tiempo que lo han conseguido.
.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD