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Con González o Chibán, en la liga hay que cambiar  

Sabado, 27 de abril de 2019 01:21

La Justicia intervino en la Liga Salteña y, por lo menos, le está pidiendo claridad, tanto como a Personas Jurídicas. No permitirle a Rubén González la posibilidad de candidatearse para aportar otras ideas o proyectos parece ser más un capricho que una cuestión institucional. Estamos hablando de una institución gobernada por prácticamente el mismo grupo de personas desde hace 15 años, y esto ya está sonando mal. 
La Liga Salteña se fortaleció en infraestructura pero no ha crecido en lo deportivo en la misma medida, sino, por el contrario, es parte del retroceso. Hay un ejemplo claro y puntual: en estos días los dirigentes estuvieron más pendientes de reacomodarse en los cargos que de armar los nuevos campeonatos que todavía no tienen fecha de inicios, ni el de las divisiones inferiores ni el Torneo Anual, y ya entramos al quinto mes del año. No hubo ninguna comunicación oficial al respecto y el objetivo deportivo vuelve a aparecer en un segundo plano.
La Liga Salteña convive con un sistema cerrado, casi perverso, que no brinda la oportunidad de cambiar o de elegir un cambio. Y tiene un estatuto que no parece ser del todo claro. Los avales son una forma de mostrar a cara descubierta quién apoya y quién no. Es intimidatorio. El estatuto de la Liga no prevé juntas electorales (solo habla de una comisión de escrutinio y se puede formar el mismo día de una asamblea), con lo cual no está garantizando un cronograma para presentación de listas, o para dirimir si en realidad un club puede avalar a dos dirigentes y después ir al cuarto oscuro, o para impugnar o resolver cualquier situación que pudiera darse en una elección. Si el estatuto de la Liga no prevé todo esto, está blanqueando que nunca fue formulado ni estuvo pensado para una elección, justo eso que renueva o fortalece a las institución democráticas y de interés social, cultural y deportivas. Entonces ¡hay que cambiar el estatuto!    
Un proceso eleccionario con votos secretos, un cuarto oscuro y una urna le daría mayor trasparencia no solo a la Liga, sino también a Sergio Chibán. Sería oportuno para sanar este momento. Evitando esa elección y polarizando el apoyo expreso de los clubes, no parece ser el modo correcto. Chibán está convencido de que los 17 clubes que conforman la Liga lo apoyan y seguramente es así, con lo cual no debería temerle a un recuento de votos.     
Ahora bien, con Chibán o con González, hay una cosa que no se puede soslayar. La Liga Salteña debe debatir una nueva estrategia que le permita a los clubes no solo levantar una pared, sino poder ser una sólida base para un fútbol como el nuestro que está devastado y que pide a gritos un cambio, un verdadero cambio de objetivos, o de dirigentes.     
 

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La Justicia intervino en la Liga Salteña y, por lo menos, le está pidiendo claridad, tanto como a Personas Jurídicas. No permitirle a Rubén González la posibilidad de candidatearse para aportar otras ideas o proyectos parece ser más un capricho que una cuestión institucional. Estamos hablando de una institución gobernada por prácticamente el mismo grupo de personas desde hace 15 años, y esto ya está sonando mal. 
La Liga Salteña se fortaleció en infraestructura pero no ha crecido en lo deportivo en la misma medida, sino, por el contrario, es parte del retroceso. Hay un ejemplo claro y puntual: en estos días los dirigentes estuvieron más pendientes de reacomodarse en los cargos que de armar los nuevos campeonatos que todavía no tienen fecha de inicios, ni el de las divisiones inferiores ni el Torneo Anual, y ya entramos al quinto mes del año. No hubo ninguna comunicación oficial al respecto y el objetivo deportivo vuelve a aparecer en un segundo plano.
La Liga Salteña convive con un sistema cerrado, casi perverso, que no brinda la oportunidad de cambiar o de elegir un cambio. Y tiene un estatuto que no parece ser del todo claro. Los avales son una forma de mostrar a cara descubierta quién apoya y quién no. Es intimidatorio. El estatuto de la Liga no prevé juntas electorales (solo habla de una comisión de escrutinio y se puede formar el mismo día de una asamblea), con lo cual no está garantizando un cronograma para presentación de listas, o para dirimir si en realidad un club puede avalar a dos dirigentes y después ir al cuarto oscuro, o para impugnar o resolver cualquier situación que pudiera darse en una elección. Si el estatuto de la Liga no prevé todo esto, está blanqueando que nunca fue formulado ni estuvo pensado para una elección, justo eso que renueva o fortalece a las institución democráticas y de interés social, cultural y deportivas. Entonces ¡hay que cambiar el estatuto!    
Un proceso eleccionario con votos secretos, un cuarto oscuro y una urna le daría mayor trasparencia no solo a la Liga, sino también a Sergio Chibán. Sería oportuno para sanar este momento. Evitando esa elección y polarizando el apoyo expreso de los clubes, no parece ser el modo correcto. Chibán está convencido de que los 17 clubes que conforman la Liga lo apoyan y seguramente es así, con lo cual no debería temerle a un recuento de votos.     
Ahora bien, con Chibán o con González, hay una cosa que no se puede soslayar. La Liga Salteña debe debatir una nueva estrategia que le permita a los clubes no solo levantar una pared, sino poder ser una sólida base para un fútbol como el nuestro que está devastado y que pide a gritos un cambio, un verdadero cambio de objetivos, o de dirigentes.     
 

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