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Entre fritas y al horno, la breve historia de las primeras empanaderas callejeras de Cerrillos

Quizá alguna vez se pueda contar la historia de los empanaderos de los pueblos de Salta. Esta nota es un intento.
Domingo, 26 de mayo de 2019 00:40

Es posible que en Cerrillos, antes de 1940, ya se vendían empanadas en la vía pública. No se encontraron mayores antecedentes sobre esta actividad callejera ni siquiera apelando a los más memoriosos del pueblo. Eso sí, todos coinciden en que los más viejos empanaderos que conocieron, fueron doña Sabina Lique y don Félix Chávez. Ella haciendo empanadas fritas bajo un tarco chico que había en la esquina del almacén de don Abraham Ahanduni, frente a la plaza principal. En tanto don Félix era un empedernido vendedor ambulante de empanadas hechas en horno de barro.

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Es posible que en Cerrillos, antes de 1940, ya se vendían empanadas en la vía pública. No se encontraron mayores antecedentes sobre esta actividad callejera ni siquiera apelando a los más memoriosos del pueblo. Eso sí, todos coinciden en que los más viejos empanaderos que conocieron, fueron doña Sabina Lique y don Félix Chávez. Ella haciendo empanadas fritas bajo un tarco chico que había en la esquina del almacén de don Abraham Ahanduni, frente a la plaza principal. En tanto don Félix era un empedernido vendedor ambulante de empanadas hechas en horno de barro.

Doña Sabina

Según datos aportados por Elena Liendro Guaymás (70), el apellido de esta empanadera que todo el pueblo conocía por Sabina, era Lique. Lo supo de chica ya que Sabina todos los domingo, después de vender sus fritas, guardaba sus bártulos en casa de Elena, antes de regresar a su casa en Colón, a unos 3 kilómetros del pueblo.

“Era guapa -recuerda Elena- y de Colón se venía a Cerrillos a pie todos los domingos a vender sus empanadas fritas en la esquina de los Ahanduni. Y mi papá, Dionisio Liendro, le sabía juntar leña del cerro para su bracero. Era ordeñadora de la finca Santa Teresita de don Juan Macaferri, pero además, Sabina hacía dulce de leche, aloja, chicha y tamales que también traía para vender en la plaza. Para los carnavales, siempre paraba su fonda en el predio del Club Atlético Cerrillos donde no solo vendía empanadas fritas sino también tamales, guisos criollos y la infaltable sopa de gallina. Sabina era bien completita pese a que la parálisis infantil le había afectado una de las piernas y por eso caminaba ayudándose con una muleta hechiza. Así y todo trabajó casi hasta el final de sus días, aunque a la esquina de los Ahanduni la abandonó recién a fines de los años 50”, concluyó Elena. 

Don Félix 

Fue un cerrillano que de martes a domingo vendía empanadas al horno que elaboraba en su casa con su mujer, doña Azucena Tejadas. Y siempre vivió en la calle de la estación de trenes, donde levantó su humilde casita equipada con un horno de barro bien panzón. Fue el único empanadero ambulante de Cerrillos y después de él no hubo otro. Vestía siempre una chaqueta blanca y cubría su cabeza con un sombrero de paja. A diario hacía su recorrido cargando en el brazo izquierdo un canasto de mimbre repleto de humeantes empanadas cubiertas por un impecable lienzo blanco. Su inalterable trayecto era por la calle principal. Primero de norte a sur por la vereda del naciente y, llegando a la punta del pueblo, regresaba por la otra acera hasta la fonda del “Loro” López. Allí hacía un alto para su habitual vasito de vino y soda, antes de rumbear para su casa donde lo esperaba Azucena. Los memoriosos dicen que don Félix comenzó a vender empanadas a principios de los años 40, trabajo que abandonó a mediados de los 80. Lo hizo cuando por su edad ya no podía caminar los casi 2 kilómetros diarios llevando a cuesta varias docenas de empanadas. Primero espació sus salidas, después achicó el circuito y finalmente un día que nadie recuerda, don Félix no apareció más. Y fue entonces que se perdió para siempre su característico voceo. Es que para su edad, era mucho trabajo las empanadas y el callejeo diario. Quizá los años y la soledad hicieron que don Félix prolongara sus altos en la fonda, de donde un buen día también desapareció. Tan lentamente se fue, que pocos cayeron en cuenta que don Félix ya no estaba más.

Herederas de una vieja tradición popular

Pero las huellas gastronómicas dejadas desde los años 40 por Sabina Lique, Félix Chávez y Eleuteria Guaymás no se borraron. Y así fue que después de aquel trío vinieron otros emprendedores como doña Amalia Guitián que con sus empanadas fritas de conejo logró conquistar hasta el exigente paladar del desaparecido periodista y escritor Francisco Zamora. O como doña Teresa de García, exquisita empanadera que hace más de 20 años echó raíces en el barrio Antártida. 

Y cómo olvidar a Paola Navarro, que con sus fritas a puro bracero, conquistó con gustos y sabores, la tradicional esquina de la panadería de Mingo Martín. O también, como no probar las “chuecas” de Noemí Núñez, que desde hace más de una década logró imponer sus empanadas horneadas en dos poderosos “microhondas” a leña, en una esquina donde la tradición gastronómica del pueblo continúa intacta. En fin, la lista de las nuevas empanaderas es tan larga, tanto como la que por las tardes venden las ricas y tradicionales tortillas a la parrilla o pan casero.

Un horno panzón como el de don Félix Chávez.

Eleuteria Guaymás, famosa por sus empanadas y tamales

Su renombre llegó cuando las revistas “Gente” y “Tal cual” contaron su historia. 

A poco que Sabina Lique dejó la esquina de los Ahanduni, llegó otra empanadera y tamalera de fuste, que también marcó una época en la historia gastronómica del pueblo: doña Eleuteria Guaymás, nativa de Molinos. Antes había sido cocinera en Cerrillos del viejo “Hotel y Bar El Criollo”, de doña Cirila Rodríguez. 

Y doña Eleuteria, además de atender su puesto dominguero en la esquina de los Ahanduni, también se daba tiempo para participar de los concursos que El Tribuno organizaba en el parque San Martín, allá por los años 60 y donde supo ganar algunos premios. 

Pero las empanadas y los tamales de doña Eleuteria alcanzaron fama “mundial”, cuando alrededor de los 70 años de edad, terminó sus estudios primarios con mención de honor en el Centro de Alfabetización del pueblo. Fue entonces que por su graduación, Eleuteria fue noticia nacional a través de las revistas porteñas “Gente” y “Tal Cual”, las que se ocuparon no solo de comentar su logro educativo sino también de cómo se ganaba la vida en Cerrillos. Y así fue que gran parte del país supo que doña Eleuteria Guaymás, además de haber estudiado, hacía riquísimas empanadas y tamales, y una cosa trajo la otra, pues cada quince días una carga de “chaludos” salían vía aérea rumbo a Buenos Aires. Y por supuesto, para las vacaciones no faltaron los turistas que al pasar por el pueblo preguntaban por las empanadas de doña Eleuteria. Y así continuó su vida laboriosa, ayudada por sus nietos hasta que a fines de los 80, dejó la esquina, falleciendo en 1995 a los 94 años de edad.

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