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Un gallo cogote pila dejó el gallinero para convertirse en el "rey del baldío"

Un gallo cogote pila abandonó el corral y ahora convive en un baldío de Vº Los Tarcos (Cerrillos) con un grupo de gallinas de vida aireada y lisonjera.
Domingo, 09 de junio de 2019 06:49

Una insólita situación se desarrolló hace algún un tiempo en una casa de inquilinato de Villa Los Tarcos Este, de la localidad de Cerrillos. Miriam, la propietaria del lugar y del gallo en cuestión, aún conserva en el fondo del inmueble un espléndido gallinero con unas diez batarazas, a las que cuida con gran esmero y dedicación. 
El espacio es muy amplio y las aves de corral pueden gozar de él a sus anchas. Sin embargo, hace poco más de tres años el gallo encargado de hacer crecer el plantel decidió tomarse las de “Villadiego” hasta un baldío ubicado al otro lado de la calle, donde se afincó con un grupo de gallinas de vida aireada y lisonjera. 
Se trata de un ejemplar del tipo cogote pila, raza que, como se sabe, tiene la particularidad de tener el cuello y otras áreas menos evidente del cuerpo desprovistas de plumas, como debajo de las alas, a ambos lados de la pechuga y el lomo. 
Miriam se lamentó: “No me haga acordar. Ese gallo me ha ‘carneriao’. Se fue el día menos pensado y no quiso volver al gallinero. Lo traje varias veces, pero saltando ágil y velozmente el alambrado huía de nuevo. Y pensar que me he ‘gastao’ un montón de plata en alimento balanceado para mantenerlo en línea. Ahora está ahí, arrogante e indiferente en el baldío de enfrente. No hubo forma de hacerlo recapacitar”.

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Una insólita situación se desarrolló hace algún un tiempo en una casa de inquilinato de Villa Los Tarcos Este, de la localidad de Cerrillos. Miriam, la propietaria del lugar y del gallo en cuestión, aún conserva en el fondo del inmueble un espléndido gallinero con unas diez batarazas, a las que cuida con gran esmero y dedicación. 
El espacio es muy amplio y las aves de corral pueden gozar de él a sus anchas. Sin embargo, hace poco más de tres años el gallo encargado de hacer crecer el plantel decidió tomarse las de “Villadiego” hasta un baldío ubicado al otro lado de la calle, donde se afincó con un grupo de gallinas de vida aireada y lisonjera. 
Se trata de un ejemplar del tipo cogote pila, raza que, como se sabe, tiene la particularidad de tener el cuello y otras áreas menos evidente del cuerpo desprovistas de plumas, como debajo de las alas, a ambos lados de la pechuga y el lomo. 
Miriam se lamentó: “No me haga acordar. Ese gallo me ha ‘carneriao’. Se fue el día menos pensado y no quiso volver al gallinero. Lo traje varias veces, pero saltando ágil y velozmente el alambrado huía de nuevo. Y pensar que me he ‘gastao’ un montón de plata en alimento balanceado para mantenerlo en línea. Ahora está ahí, arrogante e indiferente en el baldío de enfrente. No hubo forma de hacerlo recapacitar”.

Despojado de belleza, pero portador de una gran personalidad y de un gen a todas luces dominante, el ‘cogote pila‘ llegó para quedarse a un terreno baldío ubicado en calle General Aráoz casi esquina Arturo Escudero, una zona residencial y coqueta del pueblo, donde uno de los pocos lotes que quedan aún vacíos fue colonizado por un grupo de gallinas de origen desconocido. 

Darío Calderón, oriundo de General Mosconi, pero residente del lugar explicó: “Creo que se trata de gallinas del tipo paraguaya, esas que tienen las plumas enruladas. Deben ser de algún vecino, pero deambulan por la calle y viven entre los matorrales del baldío, donde huevean, empollan y pisan a gusto y paladar. Ahí, el gallo de doña Miriam es dueño y señor”.
Miriam con el tiempo pasó de la esperanza a la resignación, mientras que el futuro del gallo cogote pila, ya entrado en años, es incierto. 

Antecedentes: el gallo de Totoreta

En otras épocas fue famoso el gallo de don Totoreta, un cerrillano que hace años hacía bollos para la fonda del ‘Loro’ López. El hecho es que el gallo de Totoreta, un cogote pila mediano y cruzado con gallo de riña, se hizo famoso cuando una tarde saltó un alambrado y se adueñó de un pabellón donde habían más de 200 gallinas Leghorm (blancas), criadas para postura por don Vicente Sayús.
En su estadía, que duró apenas una jornada, el cogote pila no solo se dedicó a pisar a cuanta gallina se le cruzó, sino que atacó a patadas y chuzazos limpios a  los gallos que intentaron detenerlo en su orgiástica recorrida.
La aventura del ave de Totoreta terminó cuando un peón de la granja descubrió que varios de los gallos locales estaban chalchaleados y tuertos. El hombre notificó al dueño de la granja de la situación, quien de inmediato ordenó atrapar al intruso.
Luego de cazado, el ‘cogote pila’ fue llevado a la Comisaría N°13 para radicarle una denuncia por daños y perjuicios. Cuando el peón llegó al edificio policial con el animal bajo el brazo, se dio de frente con Totoreta, quien a su vez le informaba al comisario, el ‘Chileno’ Cristofé, sobre la desaparición de su gallo.
El asunto se arregló entre Sayús y Totoreta, viejos vecinos de la excalle América, pero un mes después las gallinas blancas de Sayús comenzaron a tener pollitos de multicolores y cogotes pilas.
 

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