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Varones trans y un denominador común: "Ser un chico trans en Salta no es fácil"

Lejos de estar exentos de la discriminación o el maltrato los varones trans tienen el peso de tener que demostrar que son “machitos”, lo que en muchos de los casos los lleva a callar y no denunciar. 
Miércoles, 31 de julio de 2019 16:24

“Ser un chico trans en Salta, que es una ciudad bastante conservadora, no es fácil”, aseguró a El Tribuno Ignacio Burgos de 31 años, integrante de Varones Trans Salta, una organización conformada para brindar información, contención y respuestas a dudas de personas que se autoperciben varones, “somos unos 20 aproximadamente y lo que buscamos es hacer visible lo que está invisibilizado. Eso tiene sus pros y sus contras en esta sociedad, es bastante costoso porque todavía es muy conservadora y machista... lo positivo es pasar a ser visibles, pero eso conlleva una angustia interna porque constantemente estamos viendo que no se nos note algún rasgo femenino y eso es algo más bien psicológico que debemos superar y aceptarnos tal cuál somos y no tratar de buscar pasar desapercibidos, agregó “Nacho”.
Por su parte desde Transmasculinos Autoconvocados, Salta y Diversidades (TrASAD) Antuán Darío Aranda, de 36 años, reconoce que “los varones trans, pasamos más desapercibidos que las mujeres trans, porque mayormente no se nota, excepto que hablemos, pero igual sufrimos violencia y bastante cuando vamos al encuentro de lo que nos autopercibimos”. 
Lejos de estar exentos de la discriminación o el maltrato los varones trans tienen el peso de tener que demostrar que son “machitos”, lo que en muchos de los casos los lleva a callar y no denunciar. 
“También sufrimos discriminación. En mi caso, que no me gusta ensuciarme, familiares o conocidos me decían ‘¿qué no querés ser hombre, machito?, bueno... los machitos se ensucian, los hombres trabajan así, ¿qué sos una nena?’... son muchas las cuestiones verbales que te van diciendo y duelen, es como que quieren que sigamos el estereotipo de ser machista”, recordó Darío. 
Las anécdotas son muchas y diversas, pero sin dudas la mayor preocupación e indignación viene de la mano de las instituciones que deberían asegurar una atención adecuada independientemente de la identidad de género y en algunos de los casos los violentan peor que en la calle. 
“Cuando tenemos que hacernos estudios anuales como la ecografía mamaria y el papanicolau, no te imaginas lo difícil que es... porque los que hicimos cambio de identidad y accedimos al DNI masculino sacamos los turnos y nos miran ‘literalmente como personas de otro planeta’. Tenemos que aclarar lo que es ser un chico trans: que tenemos un documento masculino, pero mantenemos genitales femeninos”, ejemplificó Nacho. 
Sin ir más lejos, el año pasado los tratamientos hormonales se vieron prácticamente suspendidos “estuvimos 9 meses sin recibir las hormonas. La doctora (Salvo) hacía lo imposible, pero no las mandaban”, relató Darío, quien además contó que para muchos significó un retroceso enorme. Los obstáculos son muchos, desde la salud por lo acotado del tiempo de atención del consultorio de inclusión (una vez por semana de 7.30 a 9.30) hasta la falta de inclusión laboral. 
Ambos coinciden en destacar que “hay compañeros que no tienen para comer todos los días”, o que “si bien la situación económica golpeó a toda la población en general a nosotros nos golpea el doble o el triple, porque antes costaba y ahora cuando accedés a una entrevista no ven tu idoneidad para el puesto, indagan más en lo personal”. 
El camino es largo y la lucha inclaudicable por eso están organizados y dispuestos a no callar más. Ellos se reúnen en el Centro Cultural Pata Pila (Maipú 1431) o bien se los puede contactar por Facebook bajo el nombre TrASAD.

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“Ser un chico trans en Salta, que es una ciudad bastante conservadora, no es fácil”, aseguró a El Tribuno Ignacio Burgos de 31 años, integrante de Varones Trans Salta, una organización conformada para brindar información, contención y respuestas a dudas de personas que se autoperciben varones, “somos unos 20 aproximadamente y lo que buscamos es hacer visible lo que está invisibilizado. Eso tiene sus pros y sus contras en esta sociedad, es bastante costoso porque todavía es muy conservadora y machista... lo positivo es pasar a ser visibles, pero eso conlleva una angustia interna porque constantemente estamos viendo que no se nos note algún rasgo femenino y eso es algo más bien psicológico que debemos superar y aceptarnos tal cuál somos y no tratar de buscar pasar desapercibidos, agregó “Nacho”.
Por su parte desde Transmasculinos Autoconvocados, Salta y Diversidades (TrASAD) Antuán Darío Aranda, de 36 años, reconoce que “los varones trans, pasamos más desapercibidos que las mujeres trans, porque mayormente no se nota, excepto que hablemos, pero igual sufrimos violencia y bastante cuando vamos al encuentro de lo que nos autopercibimos”. 
Lejos de estar exentos de la discriminación o el maltrato los varones trans tienen el peso de tener que demostrar que son “machitos”, lo que en muchos de los casos los lleva a callar y no denunciar. 
“También sufrimos discriminación. En mi caso, que no me gusta ensuciarme, familiares o conocidos me decían ‘¿qué no querés ser hombre, machito?, bueno... los machitos se ensucian, los hombres trabajan así, ¿qué sos una nena?’... son muchas las cuestiones verbales que te van diciendo y duelen, es como que quieren que sigamos el estereotipo de ser machista”, recordó Darío. 
Las anécdotas son muchas y diversas, pero sin dudas la mayor preocupación e indignación viene de la mano de las instituciones que deberían asegurar una atención adecuada independientemente de la identidad de género y en algunos de los casos los violentan peor que en la calle. 
“Cuando tenemos que hacernos estudios anuales como la ecografía mamaria y el papanicolau, no te imaginas lo difícil que es... porque los que hicimos cambio de identidad y accedimos al DNI masculino sacamos los turnos y nos miran ‘literalmente como personas de otro planeta’. Tenemos que aclarar lo que es ser un chico trans: que tenemos un documento masculino, pero mantenemos genitales femeninos”, ejemplificó Nacho. 
Sin ir más lejos, el año pasado los tratamientos hormonales se vieron prácticamente suspendidos “estuvimos 9 meses sin recibir las hormonas. La doctora (Salvo) hacía lo imposible, pero no las mandaban”, relató Darío, quien además contó que para muchos significó un retroceso enorme. Los obstáculos son muchos, desde la salud por lo acotado del tiempo de atención del consultorio de inclusión (una vez por semana de 7.30 a 9.30) hasta la falta de inclusión laboral. 
Ambos coinciden en destacar que “hay compañeros que no tienen para comer todos los días”, o que “si bien la situación económica golpeó a toda la población en general a nosotros nos golpea el doble o el triple, porque antes costaba y ahora cuando accedés a una entrevista no ven tu idoneidad para el puesto, indagan más en lo personal”. 
El camino es largo y la lucha inclaudicable por eso están organizados y dispuestos a no callar más. Ellos se reúnen en el Centro Cultural Pata Pila (Maipú 1431) o bien se los puede contactar por Facebook bajo el nombre TrASAD.

Importancia de la información

“Yo me autopercibía varón hace bastante, pero no sabía que existían varones trans. Recién a los 28 conocí el tema de la diversidad, porque tampoco estaba vinculado, ni mi entorno lo estaba. Pero me acuerdo, cuando me estaba desarrollando y hasta los 15-18 años, que no quería tener pechos y no sabía cómo esconderlos, y me fajaba. Yo creía que era ‘torta’ o como se decía ‘marimacho’, porque ya me vestía como varón. Hasta que salió la ley y dije: ‘Yo soy esto‘. Siempre me sentí así y empecé a conocer más y a pelear por nuestros derechos”, contó Darío Aranda, quien hoy finalmente es lo que siempre quiso ser. 
“Acceder a la información es fundamental, sobre todo en la época en la que la sanción de leyes paradigmáticas y de gran relevancia en Latinoamérica como la de matrimonio igualitario (2010) o la de identidad de género, posibilitaron darle identidad y nombre, otorgarle y devolverle toda una estructura de derecho y marco legal a estas personas que pudieron decirse a sí mismas ‘esto que me pasa tiene este nombre’. Esto también deviene en la importancia de pensar la Educación Sexual Integral en las escuelas, porque es en la primera infancia, en la pubertad donde empiezan a hacer ruido esas inconsistencias entre el cuerpo asignado al nacer por la biología y la identidad autopercibida, y eso deviene en un sufrimiento psíquico imposible de comunicar y compartir”, aseguró el psicólogo Federico Gómez Moreno.
 

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