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Ciudadanos de un nuevo mundo

Domingo, 11 de agosto de 2019 00:00

Aceptar la realidad o negarla, dejarse llevar o resistir, enfrentarla o afrontarla y finalmente aislarse o adaptarse a ella, son cada vez más, los comportamientos que adoptan los individuos, los líderes y las sociedades posmodernas ante el fenómeno imparable del avance tecnológico y de la hibridación de las culturas, frutos del proceso de globalización.

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Aceptar la realidad o negarla, dejarse llevar o resistir, enfrentarla o afrontarla y finalmente aislarse o adaptarse a ella, son cada vez más, los comportamientos que adoptan los individuos, los líderes y las sociedades posmodernas ante el fenómeno imparable del avance tecnológico y de la hibridación de las culturas, frutos del proceso de globalización.

Aunque dicho proceso se ha iniciado hace décadas en el mundo, no cesa de producir transformaciones sociales, políticas y económicas que rompen con las viejas regulaciones, y exigen la adecuación de las mismas, a nuevas políticas públicas. El fenómeno de la globalización viene a decirnos que lo único permanente es el cambio y que ése rasgo inalterable -el del movimiento y la marcha constantes- seguirá exigiendo al ser humano un gran esfuerzo de adaptación, aunque lograrlo conlleve buenas retribuciones, pero también sus altos costos.

La humanidad, acostumbrada durante milenios a disponer del tiempo necesario para explorar lo nuevo, y de la calma suficiente para reflexionar y transmitir los conocimientos, se encuentra hoy a merced de un movimiento resistente al anclaje, que muchos definen como "un viaje de ida, sin retorno y sin un puerto seguro", en tanto las nuevas generaciones, menos habituadas a la introspección, navegan impertérritas sobre el mar de las transformaciones. Mientras, los cambios producen diferentes reacciones - a favor o en contra - y a medida que unos se adaptan a las nuevas circunstancias, otros viven la metamorfosis como una verdadera pesadilla kafkiana.

Los nuevos mestizajes

Desde el siglo XX, los modos de pensar de Occidente se diseminan por el mundo, así como el interés de occidente por Asia ya no se limitará a la traducción de las obras de Lao y Confucio, como objetos de estudio solamente. Los textos sagrados de la India, el pensamiento de Tao y el budismo, ingresaron como fuerzas vivas en el alma occidental, arrastrada por el empuje a la productividad, al consumo, a la eficacia y a la diversión.

Este proceso de expansión a escala planetaria fue produciendo un verdadero cruce entre culturas, artes, razas y filosofías. Los libros se traducen simultáneamente en decenas de idiomas y la música occidental encuentra sus propios intérpretes alrededor del mundo. "Hoy, en Pekín, Cantón, Tokio, París y Moscú, se baila, se festeja y se comulga con el rock (…) y el rock-

fusión es una especie de caldo de cultivo rítmico donde vienen a desposarse las culturas musicales del mundo entero", afirma Edgar Morin, brillante filósofo contemporáneo.

Jóvenes de todos los países eligen vivir en cualquier parte del mundo y prefieren además convivir en una misma vivienda con personas pertenecientes a otras razas, culturas o religiones, pero donde prevalezcan ciertos códigos como el respeto mutuo del cuerpo, la privacidad y los objetos de cada uno, así como mantener la limpieza, el orden, horarios de silencio y demás cuestiones que forman parte de un acuerdo. Y funciona. Porque la palabra empeñada, el compromiso asumido, la ética y el respeto, son valores humanos que trascienden las fronteras, porque son mucho más profundos y además acompañan si los hay la vida entera de las personas. Un testimonio de ello es la cantidad de parejas pertenecientes a razas diferentes muy notable la de occidentales con asiáticos - que circulan por el mundo.

Internet, transporte y migraciones

Tres factores a mi modo de ver- son los que mayor incidencia tienen en la creciente comunicación e interdependencia entre distintas naciones. En primer lugar, el cerebro del mundo, Internet, y su capacidad incalculable para transmitir información constante y en tiempo real; segundo, el mayor acceso a los medios de transporte y comunicación, y por último, la migración internacional que se desplaza de un extremo al otro del mundo, generaron una circulación descomunal y prácticamente sin fronteras cuyos efectos se hacen patentes en los nuevos mestizajes étnicos y religiosos.

Pero más allá del desplazamiento humano, las nuevas fusiones demuestran la capacidad mental para traspasar la barrera de los prejuicios tribales de ciertas comunidades de origen que todavía señalan estos comportamientos como bastardos y heréticos. Otro resultado igualmente tangible es el aumento de sociedades más libres y abiertas, y el surgimiento, en paralelo, de posiciones antagónicas, radicalizadas en los credos y las tradiciones.

Mientras una considera que lo dogmático es un obstáculo para la comunicación, la creación y la diversificación, la otra, frente a la amenaza de que la globalización lo arrase, defenderá con firmeza su identidad y su sistema de creencias. Los debates sobre el aborto, la identidad de género, la educación laica o religiosa y la intervención del Estado en ello, así como la preocupación por la forma en que algunos ritos o tradiciones se han ido "licuando" con otros, son algunos de los tantos islotes que conforman, ya no más el territorio unificado que fuimos hasta el siglo pasado, sino el gran archipiélago de diversidades que significa hoy, ser una Nación.

Se exagera lo que se carece

Los líderes políticos que padecen de fobia social y carecen de recursos internos para afrontar sus limitaciones cometen todos el mismo y muy peligroso error de cultivar una estrecha visión del mundo y de inflar sus egos creando una imagen de sí mismos que los muestre como únicos e insustituibles.

Para ello utilizan la estrategia del discurso paternalista y en nombre de la protección de valores y bienes nacionales, imaginan y construyen a sus enemigos; los crean, utilizando los mecanismos más básicos de defensa: dividir la vida, el mundo y las relaciones en bueno/malo, amigo/ enemigo, familiar/ extraño, nosotros /ellos, sin que en ese relato falte recordar que para esa batalla hay un mesías, un salvador, un único líder capaz de llevar adelante la lucha. Con ese relato profundizan las crisis internas en sus propios países -el caso de la famosa grieta en Argentina - o prefieren aislarse, cerrar las fronteras, levantar muros y pelear obcecadamente contra los otros, como lo hace Trump en EEUU. De hecho, en el actual contexto, los gobiernos y los partidos pierden la capacidad de representar y de persuadir a la ciudadanía, mientras el activismo político gira cada vez más en torno a movimientos y colectivos sociales, capaces de organizarse rápidamente a través del uso de las redes virtuales. Por su parte, las sociedades civiles tomaron el relevo, volviéndose más representativas y cada vez más integradas; ONG internacionales que establecen programas adecuados a las necesidades de los países, a la vez que monitorean y evalúan los compromisos asumidos por los Estados. También en lo jurídico se observa una tendencia a universalizar determinados derechos, muchos de ellos puestos en el debate internacional gracias al esfuerzo mancomunado de las sociedades civiles.

Pero no todo lo que brilla es oro

El adelgazamiento de las democracias trae consigo el riesgo del populismo o de cualquier otra forma de régimen despótico; por su parte el mercado económico sin una verdadera regulación es causa y efecto de nuevos islotes de riqueza, pero también de zonas crecientes de pobreza, especialmente en Latinoamérica.

Mientras tanto, se debate el surgimiento de nuevas potencias regionales dispuestas a eclipsar a la superpotencia estadounidense, aunque la realidad por lo pronto, indica que los mecanismos más aceptados por la comunidad internacional, son el poder blando y el multilateralismo.

El darwinismo social

El fenómeno globalizador despierta posiciones antagónicas, de gran entusiasmo en algunos sectores así como un profundo rechazo en otros, aunque también aparecen posturas eclécticas y moderadas. Frente al peligro de la pérdida de identidad y de originalidad, en todas partes se produce un retorno a los orígenes que favorece la reaparición de lo que tenía riesgo de desaparecer (el flamenco es un caso), así como en otros continentes donde las nuevas generaciones se esfuerzan por mantener sus músicas, instrumentos, idiomas y tradiciones. Así es como se resisten algunas comunidades, creativa y civilizadamente, a perder lo singular de su cultura. Sin embargo, no están descartadas las probabilidades de regresión o de destrucción en tanto se mantengan la ignorancia y la incapacidad para contextualizar y alentar la coexistencia de lo propio con lo diverso. Frente a estos fenómenos y la reaparición de lo nuevo - antes de que lo nuevo se vuelva obsoleto- nos preguntamos cual es el tipo de ser humano más adecuado a la época. ¿Un ser humano consciente de sus derechos y también de sus deberes, ecléctico, informado y abierto? ¿Vamos camino hacia una sociedad libre y abierta, donde convivan los dogmas con los nuevos códigos de comportamiento humano? ¿Será posible la coexistencia sin temor a las diferencias?¿Llegaremos a ser ciudadanos del mundo y convertirnos en una sociedad civil planetaria con una mente capaz de trazar objetivos a escala terrestre, sin renunciar por ello a nuestras identidades y valores?. ¿Los nuevos liderazgos evolucionan en tal sentido o están programados para el aislamiento?.

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