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4 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Violencia y maltrato

Viernes, 13 de septiembre de 2019 02:34
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La mayoría de las soluciones verdaderas a los problemas consiste, en nuestro mundo actual, en vivir sin soluciones, en la incertidumbre, la falta de certezas, la inestabilidad y a veces el caos. Los problemas no tienen solución por métodos simples y directos -estas vías suelen ser necesariamente violentas-, sino por vías y métodos complejos y sinuosos. Nadie reconoce ser agresivo o violento, pero todos piensan que los otros lo son; la agresión es siempre la que comete el otro.

Por otra parte, las medidas de contraviolencia, las medidas destinadas a mantener el orden establecido y combatir la violencia, muchas veces cometen los mismos delitos que se supone que combaten: los cachiporrazos, los mangueros que lanzan agua coloreada fría y a presión sobre las turbamultas, balas de goma o de plomo, cargas de caballería sable en mano, acoso con escudos, armas y perros no son para la Policía -de buena fe- actos de violencia y además obedecen órdenes y cumplen con su deber.

Un padre que llega a su casa después de una intensa jornada laboral castiga físicamente a su hijo para enseñarle a no cometer travesuras y no piensa que es su hijo y que es débil por ser niño; según el padre el castigo es enseñanza pero que generará en ese niño actitudes y actos violentos.

Hay muchas veces una contradicción, imposible de resolver, entre el mensaje y los métodos de la educación. Un mismo acto es permitido y legitimado si lo comete una determinada persona o una institución y es prohibido y punible cuando ese mismo acto lo comete otro.

Lo que se considera un deber, una necesidad, lo que puede ser puesto al servicio o justificado por una causa superior, no es violencia. Las bellas conciencias que esgrimen estos argumentos viven y actúan bajo una falsa etiqueta que nadie considera agresión.

Agresiones

Hay que distinguir entre la agresión y la violencia. Toda violencia es agresión, pero no toda agresión es violencia. La violencia es una forma de expresión y de actuación simple y primitiva. Una educación cuyo objetivo sea suprimir todo tipo de agresión produce individuos inadaptados, neuróticos y mentirosos. La agresión es positiva, dentro de ciertos límites, cuando hay que ejercer la autoridad o aplicar decisiones voluntarias compartidas; en estos casos tiene una función constructiva porque sostiene estructuras como las buenas leyes, las buenas instituciones. Las tendencias agresivas son fiscalizadas por un contrapeso interno que son los mecanismos de la conciencia y las inhibiciones generadas en nuestro cerebro y en el exterior por leyes, normas, instituciones, reglas de juego y de comportamiento que obedecemos de manera ritual y automática.

Generalmente se pide y se nos obliga a sacrificar nuestro programa de agresividad individual y se nos autoriza a ejercer la agresividad con fines colectivos en beneficio del interés general, por ejemplo, defender la Patria o el Estado.

Para que no haya agresividad en este mundo habrá que saber primero qué queremos hacer con él y hacer pesar sobre los individuos una coacción severa y ataduras con los lazos familiares, sociales, profesionales.

La violencia se reporduce

Los esquemas de la violencia tienden a reproducirse idénticamente, son formas simples y directas, son reiterativos, provocan fenómenos de acostumbramiento y de contagio, son las formas más regresivas, uniformes, unidimensionales y de falta de imaginación de la condición humana. La violencia no emplea como la agresividad la ironía, el humor, la broma, la astucia, el desprecio o la superioridad. La violencia está al alcance de todo el mundo; no es necesario ser inteligente, imaginativo o tener diploma para ser violento.

El volumen y el grado de violencia que hoy vivimos y toleramos son horribles. Uno de los peligros es entrar en un proceso de acostumbramiento; tanto tolerar se llega a respaldar y a alentar la violencia, los individuos se desensibilizan ante muchas cosas y también con respecto a la violencia. La legitimación de la violencia la puede tornar incontrolable y llevarla a todos los excesos.

Los enfermos mentales, los perversos, son un pequeño porcentaje y no representan un peligro social son, en todo caso, los ejemplos según los cuales otros serán juzgados. Si no existieran los locos y los delincuentes habría que inventarlos porque proveen un objeto legítimo a las actitudes agresivas de la sociedad.

Un criminal puede matar una o varias personas; la violencia legitimada puede matar a millones de personas (por ejemplo, el holocausto de los judíos o de los armenios). Para muchos, la ejecución de una sentencia de muerte no es una manifestación de violencia sino un acto legítimo del Derecho. 
Parece ser que los delitos son más violentos en la medida en que los métodos con que se los combate son más violentos. Se cometen agresiones, delitos y violencias en los pueblos como en las grandes ciudades. Hoy por hoy existe la posibilidad para todos de acceder a la violencia y su justificación también está al alcance de todos; para algunos la agresión es un fin y una estrategia y a ello se agrega la amplificación por la información. Las situaciones que desencadenarán una explosión de violencia son las mismas en todas partes; cuando un grupo de la sociedad se da cuenta que no será oído, que para ser escuchado lo ha ensayado todo, que ya no le quedan más recursos posibles, no tiene otra salida que la violencia; la voz de la razón no tiene auditorio socialmente hablando. A los violentos individuales o en grupo les importa muy poco lo que pueda ocurrirles; tienen un desdén absoluto por el peligro y su vida misma. 
Todavía en el plano social y político hay una falta de representación y participación en el poder decisorio de las categorías más oprimidas y excluidas de la sociedad y en esto puede encontrarse el origen de muchos conflictos violentos. Aún hoy hay dificultades para reconocer el maltrato, medirlo, y tomar medidas efectivas para disminuir su prevalencia y contener el miedo a denunciarlo. Todavía siguen siendo escasos los estudios que permitan cuantificar y establecer los tipos de maltrato y estudios que verifiquen objetivamente las medidas y los instrumentos para contrarrestarlo que permitan planificar los servicios sociosanitarios, jurídicos de protección y desarrollar acciones orientadas a la prevención y la promoción de la dignidad y el bienestar de las personas favoreciendo el buen trato. El buen trato debería ser universal y ser el resultado de los derechos de las personas, respeto a la dignidad, establecer una relación satisfactoria entre las personas; dar y recibir buen trato no tiene     edad, es una forma positiva de relación, consideración, reconocimiento, implica reconocer al otro de igual a igual.
 

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