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Amor en tiempos de pandemia

Sabado, 28 de marzo de 2020 00:00

A los pocos días de haberse decretado el aislamiento obligatorio para frenar el contagio de esta pandemia les escribí a un grupo por correo electrónico: "Azorada, sin palabras frente a una realidad que nos supera, encerrada, aislada, busco dentro de mi interior hace días expresar lo que siento, lo que pienso, toda palabra es pequeña, me he quedado muda..."

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A los pocos días de haberse decretado el aislamiento obligatorio para frenar el contagio de esta pandemia les escribí a un grupo por correo electrónico: "Azorada, sin palabras frente a una realidad que nos supera, encerrada, aislada, busco dentro de mi interior hace días expresar lo que siento, lo que pienso, toda palabra es pequeña, me he quedado muda..."

Gracias a una querida amiga, la escritora salteña Liliana Bellone, que contestó mi mensaje, me alivié al saber que aquello que me había dejado muda es "lo que los psicoanalistas llaman "lo real", ese abismo, esa falta que es "constitutiva" y que lo social, lo simbólico y también lo imaginario vienen a cubrir. "Lo real" se ha desnudado pese a la ciencia y a la tecnología. Y también gracias a ellas. Nada es suficiente. La poesía intenta decir esa falta".

Cuando me recuperé un poco de la conmoción inicial le escribí agradeciendo su correo que me recordaba las Coplas a la muerte de mi padre, del escritor universal Jorge Manrique que tan bien venían en este momento para enfrentar lo que ella había llamado "la peste universal".

Allí en el correo recibido resaltaba este párrafo del poeta: "Que se fizo el rey Don Juan? Los infantes de Aragón ¿que se fizieron?" y entonces como en una súbita inspiración comprendí en un momento que ese verso era lo mismo que el "Ser o no ser, esa es la pregunta" del poeta inglés. Tratando de comprender mis vivencias personales acerca de esta peste universal entendí por qué los grandes escritores, todos ellos poetas, son universales, por qué mediante la poesía nos llevan a interrogarnos acerca de la pregunta universal.

Lo inesperado

Y luego de ordenado un poco el caos de mi microcosmos empecé a plasmar en el papel otras impresiones de esta pandemia: "Demasiado pánico, implantar el Estado policial, terminar con las voces disidentes, escrachar y perseguir al que no cumple las órdenes de un estado policial, mantenernos aislados y todo bajo el ropaje de una ciudadanía responsable y solidaria. Medios de comunicación masiva sin visiones alternativas. Un virus surgido en una China autoritaria que acaso pensó que ese férreo poder se le estaba yendo de las manos.

¿Cuánto duraría esta cuarentena? ¿El tiempo necesario para lograr domesticarnos? ¿Qué pasará con los más pobres? ¿Qué con los que no tienen agua? ¿Qué les espera a los mal nutridos, sin defensas o con las defensas bajas? ¿Qué pasará con los más vulnerables: los ancianos, los enfermos, los pobres? ¿Se tratará de una eliminación selectiva? Un tanto riesgoso expresar libremente estos pensamientos que vienen y van".

Cuando pensé que todo lo escrito era producto de tanto encierro y aislamiento social preventivo y obligatorio me llegó otro correo que me alivió. Esta vez este correo -que venía del mismo grupo de amigos- nos recomendaba leer dos artículos: uno de los cuales era "La emergencia viral y el mundo de mañana" del filósofo surcoreano llamado Byung-Chul Han.

En ese artículo el filósofo residente en Alemania explica porqué los países asiáticos están gestionando mejor esta pandemia que los países de Europa, chinos y coreanos en Europa tratan de regresar a sus países, mientras los países de Europa cierran sus fronteras, cuando más racional sería cooperar entre ellos en la eurozona y cierran también sus fronteras a los extranjeros cuando nadie quiere entrar en el epicentro de la pandemia. Han nos dice que los países asiáticos gestionan mejor la pandemia por lo autoritario de los estados y lo obediente de los ciudadanos, estos países han apostado para salir de la pandemia a la vigilancia digital. En estos países asiáticos el derecho a la protección de datos personales es prácticamente inexistente como inexistente es la conciencia crítica a la vigilancia por parte del Big Data. En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia en los espacios públicos.

Distopía

Este estado de cosas en los países asiáticos representa para los europeos y para muchos latinoamericanos un estado distópico. La distopía es una anti utopía, lo contrario a la utopía, título de la obra más famosa de Tomás Moro. La distopía hace referencia a una sociedad indeseable, caracterizada por la deshumanización, los gobiernos tiránicos y los desastres ambientales. Las sociedades distópicas aparecen en obras de ciencia ficción como "1984" de George Orwell o "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury.

El filósofo nos dice que, aplicando la vigilancia digital, los Estados averiguan por ejemplo quiénes son potenciales infectados, existe una aplicación en Taiwán, la "Corona App" donde se informa a través del celular si uno se aproxima a un edificio donde ha estado una persona infectada con el virus.

Nos relata que a pesar del riesgo de esta pandemia que no debe ser minimizado, el pánico es desproporcionado.

Se pregunta a qué se debe este pánico tan desmesurado. Y responde que "La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa... Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción... La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad".

Así este filósofo surcoreano que vive en Alemania vino a explicar mi azoramiento inicial.

Termina su artículo exponiendo que el capitalismo globalizado no terminará luego de esta pandemia porque ninguna revolución se hace con personas aisladas una de otras, que el desafío es no implantar un estado policial digital al estilo chino y advierte que las conmociones siempre son propicias para el establecimiento de un nuevo sistema de gobierno.

Construir la solidaridad

El desafío será que luego que la pandemia concluya el Estado de Excepción no pase a constituir la situación normal, sino que dure solamente lo que dure esta pandemia, que los estados cooperen entre sí creando una solidaridad global y no un mundo con Estados amurallados o fronteras cerradas.

El desafío es que constituyamos una ciudadanía empoderada donde se cumpla con la norma no por temor al castigo sino porque esa norma externa la hemos interiorizado por entender que protege un bien, un valor que merece nuestra adhesión, que establezcamos una ciudadanía empoderada porque tiene conciencia social, una ciudadanía que es capaz de pensar y reflexionar, que tiene espíritu crítico, que hace respetar su esfera de privacidad, donde se acepta al otro diverso.

El desafío es que aprovechemos la pandemia para enfrentarnos cara a cara con “lo real”, con nuestro personal vacío existencial, con nuestro personal abismo y decidamos llenar ese abismo con amor, en tanto apertura hacia el otro; con solidaridad real, no esta solidaridad de distancias y confinamientos que solo debe durar lo que dure la pandemia. El desafío es disminuir el hiper consumismo y cuidar la tierra, el “oikos”: la casa, que nos es común a todos.

La letra del himno a la alegría plasma este desafío: “Escucha hermano la canción de la alegría/ el canto alegre del que espera un nuevo día/ ven canta sueña cantado/ vive soñando el nuevo sol/ en que los hombres/ volverán a ser hermanos” ¿Seremos capaces?.

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