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Ebooks y audiolibros liberados: los tiempos cambian, pero todos conducen al gusto por la lectura

En el Día del Libro los escritores Martín Maigua, Elena Bossi y Fabián Soberón analizan la coyuntura de leer durante la pandemia.
Jueves, 23 de abril de 2020 01:45

Hoy se celebra el Día del Libro y este año no puede soslayarse el considerar la fecha en contexto del aislamiento social impuesto por la pandemia de Covid-19. El cierre de los comercios cuyas actividades no son consideradas de primera necesidad, más la cesación del trabajo de la mayoría de la clase activa han dado espacio a la diversión y la ocupación reposada en cada hogar. Así quienes no disponían de material nuevo en sus bibliotecas o no querían revisitar obras ya leídas han satisfecho su voracidad expedicionaria por abrir ventanas ficcionales a través de los ebooks, los audiolibros o los libros en PDF.

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Hoy se celebra el Día del Libro y este año no puede soslayarse el considerar la fecha en contexto del aislamiento social impuesto por la pandemia de Covid-19. El cierre de los comercios cuyas actividades no son consideradas de primera necesidad, más la cesación del trabajo de la mayoría de la clase activa han dado espacio a la diversión y la ocupación reposada en cada hogar. Así quienes no disponían de material nuevo en sus bibliotecas o no querían revisitar obras ya leídas han satisfecho su voracidad expedicionaria por abrir ventanas ficcionales a través de los ebooks, los audiolibros o los libros en PDF.

El Tribuno dialogó sobre las implicancias de la popularidad que los nuevos formatos vienen adquiriendo con el poeta, abogado y editor salteño Martín Maigua, la escritora, doctora en Letras, docente e investigadora bonaerense Elena Bossi y el escritor, licenciado en Artes Plásticas y director de cine tucumano Fabián Soberón.

Maigua, fundador en 2010 y en Córdoba, donde reside, de la Editorial Nudista, comentó que la crisis del sector editorial es de larga data y consecuencia de múltiples factores como la aparición de flamantes plataformas de consumo cultural, como Netflix y Spotify, que disputan el uso que las personas dan a su tiempo libre, más una pronunciada carencia de políticas de apoyo cultural en los últimos cuatro años.

“Lo que hizo la actual situación sanitaria fue profundizar la crisis. En este marco, la liberación de contenidos no sucedió solo de parte de las editoriales. Hubo liberación de películas, obras de teatro, recitales on line, etcétera. Creo que cada agente cultural reaccionó a esta realidad de la manera más humana, compartiendo parte de su trabajo. Fue un primer gesto ante la pandemia. En nuestro caso, liberamos el acceso a la Biblioteca Digital para que los lectores pudieran leer gratuitamente algunos de nuestros títulos”, expresó.

Mientras prosperan en internet las plataformas que venden audiolibros, como Audible, de Amazon, la sueca Storytel, que además ofrece podcast, y la editorial Blavox, especializada en este formato, Maigua señaló que Nudista desde sus inicios apostó a procesos de reconversión. Viene desarrollando ebooks desde 2012, que se encuentran en tiendas on line, y en 2018 crearon la Biblioteca Digital Nudista, una plataforma en la que tienen disponibles sus libros electrónicos, que se leen desde allí.

Este año además empezaron a publicar audiolibros y audiocuentos. “La cuarentena hizo que se impulsara lo digital. Lo que a Nudista le pasó en estas últimas semanas es que el tiempo de lectura de los títulos que tenemos publicados en la Biblioteca creció considerablemente. No solo eso, sino que creció de manera exponencial la cantidad de lectores que se registró en la plataforma”, expresó.

Como profesional del mundo del libro, dijo que “hay que fomentar la convivencia de los distintos formatos: que se pueda acceder a las obras escritas desde los libros, los ebooks o audiolibros. Lo importante es que se lea, y escuchar puede ser otra forma de leer”.

Solo un cambio

Bossi reflexionó sobre la historia de las letras escritas, que han pasado por las tablillas de arcilla, el papiro, el pergamino y el libro en papel, y que ahora dialogan con la sociedad digital. “En la era de (Johannes) Gutenberg, pasa algo parecido porque se populariza el libro al volverse más barato. Se cuenta que aunque ya existía la imprenta, la gente que disponía de dinero y era lectora o tenía grandes bibliotecas compraba el libro hecho por una imprenta y después le pagaba a un copista para que se lo copiara a mano y se lo ilustrara, al viejo estilo de los manuscritos. Yo creo que ese proceso de adaptación es parecido al de ahora. A los que no nacimos leyendo libros electrónicos por ahí nos puede costar más”, definió haciendo la salvedad del Kindle, cuya pantalla ofrece a la vista una textura similar a la del libro en papel.

Ella no ve en la liberación de libros una contingencia inminente de algo malo que vaya a suceder. “Es un acto de generosidad y de todos modos los lectores consiguen lo que se les da la gana. Antes era la fotocopia, hoy es el PDF. Los libros libres no le van a arruinar el negocio a ninguna editorial. Todavía hay mucha gente que lee en papel. Supongo que el proceso va a ser parecido al de la música. En algún momento van a liberar todo y lo que se va a pagar es otra cosa: la publicidad por bajarte ese PDF al Kindle”, hipotetizó.

De hecho, una novela de la que es coautora con la escritora de Nueva Zelanda Penélope Todd, “Amigas”, viene en versión bilingüe español-inglés y ahora, publicada en ebook, le abre al lector posibilidades inauditas.

“Podés switchear, ver el original, cambiar el idioma y eso modifica el libro. Las dos versiones difieren porque ni siquiera empiezan por el mismo capítulo. Ahí me di cuenta de que el ebook tenía, además de su formato, otras posibilidades para el lector que hay que explorar”, explicó. Para ella, el viaje propuesto será similar al esquema de lectura de la serie de libros juveniles de hiperficción explorativa “Elige tu propia aventura”, que aquí publicó Editorial Atlántida a partir de 1984. “A mí me parece que hay mucho para explorar ahí, todavía no hay nada explorado. Me parece que no hemos explotado todo lo que nos permite el ebook y se vienen grandes descubrimientos para los escritores y las escritoras. Es solo cuestión de tiempo. Con la imprenta fueron dos siglos hasta que los lectores se acostumbraron. Esto quizá nos lleve menos tiempo”, definió.

El “accidente”

“La cuestión central no es el soporte tecnológico, sino la posibilidad de la expresión del sujeto a través de la palabra escrita y qué objetivos tienen las personas que escriben. Es decir, que más allá de que sea el soporte digital o el soporte papel el que usemos para escribir, lo verdaderamente importante: el núcleo, el corazón de la expresión escrita es, en todo caso, para qué escribimos y hacia dónde está dirigida esa escritura”, detalló Soberón.

Pare él, el ebook es un “accidente más en la cadena que tiene que ver con la expresión de la palabra escrita”. Por ello, añadió que no lo desvela que el libro en papel tenga menor circulación. “Lo que me preocupa más es la sustitución del pensamiento visual, que existe desde los orígenes de la humanidad, que la imagen aplaste o nulifique la expresión escrita”, especificó.

Así, según su razonamiento, “en nuestro mundo el avance de la cultura audiovisual es importante. Parafraseando al poeta francés Stéphane Mallarmé (1842-1898) esa impresión que tenemos todos de la necesidad de convertir todo en audiovisual, desde el gesto mínimo hasta la producción de una película de cine arte, es real y somos miembros de una sociedad complementaria o bipartita compleja, en la que conviven el código verbal con el audiovisual. Negar esa complejidad sería un error”.

Asimismo, indagar en las preferencias del público requeriría “estudiar la relación entre los porcentajes de lectores de libros y telespectadores de los años 40 y 50 y los actuales. Tengo la sensación de que es una relación similar, porque creo que la proporción es similar un 30 de lectores y un 70% de espectadores”, sostuvo.

Por último, indicó que la liberación de los libros para los autores es beneficiosa, “en tanto y en cuanto los seres humanos en el mundo por la cuarentena han accedido a instantes de ocio mayores a los que tenían por las exigencias del capitalismo a pleno. No se puede disociar capitalismo y ocio, ya que este está íntimamente ligado al aparato represor del capitalismo. Pero no cantaría victoria con respecto a la disfunción o a la desaparición del capitalismo, sino que lo que está sucediendo ahora es nada más que una reducción de la potencia de la máquina del capitalismo, que va a volver a su ritmo después de este impasse”.

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