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Mariana Rita Comba es Lic. en Educación Inicial y docente en una “salita” de 4 años de la escuela Joaquín Castellanos, del barrio Tres Cerritos, de la ciudad de Salta. En dialogó con El Tribuno, la educadora contó acerca de su experiencia con los alumnos más pequeños en tiempos de interacción virtual, a causa del aislamiento obligatorio. “Este es un momento para reflexionar, acompañarse y aprender”, expresó.
¿Cuándo comenzaron a aplicar la modalidad online?
Comenzamos inmediatamente después de que se decretó a nivel nacional la cuarentena total y obligatoria. Por suerte la mayoría de los papás participan activamente. Lo hacen en sus tiempos, yo soy muy respetuosa de eso. Me gusta charlar mucho con ellos. Les he aclarado, que éste tiene que ser un espacio de encuentro, un cable a tierra.
¿Pueden cumplir con la planificación?
Si bien trato de mantenerme de acuerdo a lo que nos piden en cuanto a planificación, las actividades que seleccionamos y que selecciono personalmente tienen que ver con sumar, además, cosas diferentes. En lograr que los padres se conecten con su propia infancia, para que puedan compartir con los chicos desde ese lugar. Somos muchos los docentes que en este tiempo estamos buscando la forma de continuar con lo pedagógico de la mejor manera.
"No soy la única que está pensando esto, no soy la única que se pone a hacer cursos por internet y a buscar material de calidad, para que brindarles a los chicos lo mejor. Queremos transmitirles a los papás la tranquilidad de que no están solos".
¿Hay dificultades a la hora de trabajar con los materiales que normalmente tienen las salas?
Sé que hay muchas familias que tienen dificultades económicas para comprar los materiales como los que tenemos en la sala. Esta es una cuestión que la tomamos en cuenta. Somos muy respetuosas de los horarios y ellos también los son. Tengo un grupo de chicos y de padres excelentes. Así que, a pesar de todo, estoy contenta. También se presentan dificultades en cuanto a los tiempos de sus papás, porque a veces no pueden. Y me pongo a pensar el miedo que deben estar atravesando frente a la incertidumbre, los problemas económicos. Me esfuerzo entonces por brindarles un espacio para que puedan conversar, por comunicarme con los que en un principio no participaban, y por darles la tranquilidad de que todo va a estar bien, que es un momento para reflexionar, para acompañarse y aprender.
¿Costó la adaptación, tanto de los padres como de los chicos y la suya a estas nuevas formas?
Todos fuimos aprendiendo, ellos y yo. Tuvimos que aprender a usar la aplicación para comunicarnos a través de videollamadas y así poder vernos. La primera vez, yo no podía tenerlos a todos juntos. Tuve que instalar un programa y aprenderlo, porque no era ninguno de los que ya conocía. Mi objetivo era verlos y hablarles, no por grupos como me proponían, sino a todos juntos. Así que los papás ayudaron, colaboraron entre ellos. Si bien estoy muy contenta en todos estos aspectos, por otro lado extraño mucho la sala, el contacto con los chicos, el estar ahí… No veo las horas de volver. Verlos a través de una pantalla no es lo mismo que mirarlos a los ojos. Cantarles es distinto, leerles es distinto. Ahora lo hago igual, porque me doy cuenta que les gusta y porque yo lo necesito.
¿Cuántos alumnos integran su sala?
Mi salita tiene 17 alumnos. Por ahora es esa la cantidad, porque se abrió hace poco tiempo. Está en plena formación y por el momento funciona en un espacio donde antes era la dirección de la escuela. Recién la estamos ambientando. Tiene poco espacio, pero mucho corazón de todos. El año pasado tuve unos papás que colaboraron mucho conmigo para dejarla linda y este año también. Y hay otros espacios de la escuela que también aprovecho para usar cuando nos queda chiquita la sala. Soy una agradecida de esta esta escuela pública, que me abrió los brazos y el corazón, y de la que me siento parte de toda la vida.