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Francisco y el cuidado del planeta

Sabado, 13 de junio de 2020 00:00

Para la política, es decir la actividad que se encarga de la construcción de la comunidad, la encíclica "Laudato Si" fue un impulso, un programa, una renovación del perenne principio de solidaridad.

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Para la política, es decir la actividad que se encarga de la construcción de la comunidad, la encíclica "Laudato Si" fue un impulso, un programa, una renovación del perenne principio de solidaridad.

El 24 de mayo se cumplieron cinco años de su publicación, y muchos de sus pronósticos desgraciadamente se han cumplido.

Por otro lado, también muchos de sus objetivos, fines y propuestas nos dan un invalorable programa de trabajo, así como esperanzas fundadas de reconstruir nuestra dañada sociedad.

La propuesta que lanza el papa Francisco "Sobre el cuidado de la casa común" es un manifiesto que excede no solo el pensamiento católico, sino también el religioso.

Tan es así, que los fundamentos son tanto espirituales como científicos, superando de esa manera el histórico dilema de fe y razón. Ambos órdenes nos constituyen, y nos permitirán superar los problemas del ser humano concreto.

La encíclica plantea que "el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar".

Sin embargo, hay un mensaje esperanzador a partir de la pregunta de "¿cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos?".

Esta interpelación al corazón del sistema político y económico busca la mejora, la construcción, no la revolución .

El documento desnuda inicialmente distintos aspectos de la crisis ecológica, como los distintos tipos de contaminación, la necesidad de considerar el agua como un derecho humano básico, y el clima como un bien común que hay que resguardar. Estos aspectos esenciales están íntimamente afectados a partir del desarrollo de cultura del descarte, que afecta básicamente a los sectores excluidos. Todo esto lleva a un deterioro de la calidad de vida, a una degradación social lacerante, que se traduce en una inequidad no solo humana, sino también entre países.

En este punto, nos toca de cerca especialmente el concepto de "la deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica".

Esta descripción de la preocupante realidad es seguida de un indagación de las raíces del problema, para no quedarse solo en los síntomas, sino también conocer las causas profundas. En este sentido, se señala que el conveniente avance tecnológico de los últimos 200 años debe estar acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, y conciencia. Esto supone rechazar una globalización del paradigma tecnocrático, que actúa de un modo homogéneo y unidimensional.

Esto lleva a la ilusión de un crecimiento infinito o ilimitado, propugnado por economistas y financistas, que supone una disponibilidad infinita de los bienes del planeta, estrujándolos hasta el límite. Este paradigma "tiende a ejercer su dominio sobre al economía y la política". Al dar como incuestionables ciertas teorías económicas, descartan aspectos tales como "una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de la generaciones futuras".

Con este panorama, el papa Francisco propone líneas amplias de diálogo y acciones concretas. En ese sentido, celebra el camino recorrido por el movimiento ecológico mundial, pero a al vez señala que la política y la empresa reaccionan a los desafíos con lentitud. Por esto, urgen los acuerdos internacionales, ya que mientras "el siglo XXI mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera de características transnacionales tiende a predominar sobre al política. En ese contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales mas fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales y dotadas de poder para sancionar".

Para concluir, el documento propone esquemas de "maduración humana", ya que todo cambio "necesita motivaciones y un camino educativo". Propugna el Papa la toma de conciencia del origen común, de la pertenencia mutua y de un futuro compartido. El pararse en ese lugar permitirá el desarrollo de nuevas condiciones, actitudes y forma de vida. Ese es el desafío educativo, cultural y espiritual que tenemos por delante. Lo que implica la búsqueda de una verdadera conversión ecológica, que se sustente en una alianza entre la humanidad y el ambiente.

Hay ejes que atraviesan toda la encíclica, como la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que el mundo todo esta conectado, la crítica al paradigma y las formas de poder que derivan exclusivamente de la tecnología. Hay una invitación a entender la economía y el progreso de otros modos más equitativos. En estos últimos debe privar la valoración de cada criatura, el sentido humano de la ecología la necesidad de debates sinceros y honestos y el rechazo consciente de la cultura del descarte. Esta crisis pandémica ha puesto en valor los diagnósticos, evaluaciones y propuestas de la "Laudato Si".

Tenemos allí una propuesta, un diagnostico, y un compromiso.

 

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