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Lluvia de fuego... ¿fuego amigo?

Miércoles, 06 de octubre de 2021 02:41

El resultado de las elecciones del 12 de septiembre dejó al descubierto las diferencias sustanciales y de forma que existen en la coalición de gobierno, aunque como en el iceberg, lo que sale a la superficie es mínimo comparado con lo que subyace bajo el agua. Como nunca, la vicepresidenta enfrentó públicamente, sin medias tintas ni tapujo alguno, al Presidente y su gabinete, cuestionando sus decisiones de gobierno. Como con un puñetazo en la mesa, marcó su territorio, que busca abarcar casi todo. 

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El resultado de las elecciones del 12 de septiembre dejó al descubierto las diferencias sustanciales y de forma que existen en la coalición de gobierno, aunque como en el iceberg, lo que sale a la superficie es mínimo comparado con lo que subyace bajo el agua. Como nunca, la vicepresidenta enfrentó públicamente, sin medias tintas ni tapujo alguno, al Presidente y su gabinete, cuestionando sus decisiones de gobierno. Como con un puñetazo en la mesa, marcó su territorio, que busca abarcar casi todo. 

Efectos de una carta 
 
Si antes había actuado con sutileza, ahora hizo pública su discrepancia con una carta desafiante e intimidatoria que generó un estremecimiento en una alianza de sectores heterogéneos. Como en el conventillo, allí conviven el matrimonio malavenido, Sergio Massa, La Cámpora, el Instituto Patria, caudillos feudales, gobernadores e intendentes, sindicalistas y movimientos sociales, nacionalistas, socialdemócratas, peronistas doctrinarios con setentistas e izquierdistas reconvertidos. Los que querían ver presos con los apuntados. La Biblia y el calefón. 
A unos los une el amor, y a otros -parafraseando a Borges- el espanto. Los referentes de cada sector nunca están conformes con el reparto de la torta y compiten sin cuartel por espacios de poder, con objetivos hegemónicos y horizontes disímiles. Cada uno exige más porque siente que lo merece. Muchos se atribuyen más votos de los que seguramente serían capaces de conseguir por sí mismos. 


Si el piso del kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires era de un 28 o 30%, y el de Massa mínimamente de un 12 o 14%, y sin contar el peso territorial de los intendentes, ¿los votos de quién se fugaron? Todos endilgan la pérdida de votos al otro. Ignoran un detalle: los votos no son de éste o de aquél, sino del ciudadano, que en cada elección opta por la lista de su preferencia. Para la salud de la democracia republicana, aumentan los votantes independientes y disminuyen los cautivos. Lo que CFK no pudo o no quiso decir directamente, lo expresó la diputada Fernanda Vallejos (¿por indicación de ella?) en audios explosivos, insultantes, e irrespetuosos con la investidura presidencial, que muy pocos creyeron grabados ilegítimamente y filtrados a la opinión pública sin su consentimiento. También ella incurrió en la arrogancia de adjudicar a su fracción la pertenencia de los votos que los llevaron al poder. Si a eso le llaman “fuego amigo” me quedo con los cañonazos del enemigo. 

Alberto en su laberinto 

El Presidente cedió, una vez más, pese al discurso de que “la gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente ... para eso fui elegido”. Así como antes fueron separados los ministros de su confianza María Eugenia Bielsa, Ginés González García y Marcela Losardo, ahora perdió de su riñón al degradado jefe de gabinete Juan Pablo Cafiero, la ministra Sabina Frederic y a su vocero Juan Pablo Biondi. Con distintos niveles de desgaste (propio o infligido por detractores) cada uno. 
Previo a aceptar la candidatura propuesta por su segunda -en teoría-, o de sellar la incorporación de Massa, Alberto estaba en condiciones de poner exigencias. No lo hizo y ahora paga las consecuencias de no haber reclamado que el gabinete fuera de su exclusiva incumbencia (por el art. 87 de la Constitución Nacional, el Poder Ejecutivo es unipersonal), y no haber establecido un proyecto de país o un plan de gobernabilidad, con razonables relaciones con los legisladores, que venían de otro palo. Sin liderazgo propio, en un sistema presidencialista, el presunto “armador” pudo o debió tomar recaudos. Quizás lo traicionó su pretendida inmortalización en el bronce. 
En la desesperada búsqueda y señalamiento de culpables y chivos expiatorios, la política económica encabezó el ranking, argumentando que se debió haber gastado más. Ahora la campaña parece apuntar en esa dirección. Pero, curiosamente o no tanto, como dijo Alejandro Borensztein en su imperdible nota “Los mareados”, en ese ámbito no se hizo ningún cambio. Se dijo que la salida de Guzmán hubiera provocado un fuerte temblor en los mercados, el fracaso del demorado acuerdo con el FMI y el eventual derrumbe de una economía castigada. 

Estrategias políticas 
        
Recordarán que los nombres de Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro para encabezar las listas de precandidatos a diputados nacionales por la Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal, en primera instancia fueron propuestos por el Presidente -descuento que tenía el aval de la vicepresidenta-, y dos días después confirmados. Un analista agudo preguntó si era una jugada hábil del sector cristinista. Si les iba bien todos ganaban, pero si no era así había a quiénes echarle la culpa. 
¿Puede ser que algo parecido ocurra con los ministros Martín Guzmán y Matías Kulfas? Venían siendo criticados y esmerilados, pero en el momento crítico fueron respaldados. Sus tibias medidas para recuperar la producción y contener el déficit, fueron arrojadas por la borda. Si el primero negó haber hecho un ajuste y atribuyó cierta mejoría al crecimiento en la recaudación, ahora se busca bajar impuestos y retenciones. Para casi todos, la emisión, el gasto público y el déficit se irán a las nubes. Sin plan, ¿aceptarán estas imposiciones? ¿Hasta cuándo? 
No hay que adelantarse, porque la diferencia de votos del mes pasado puede mantenerse, reducirse o aumentar. Los nubarrones anuncian tormentas, pero el viento se las puede llevar. Igualmente, pareciera que a la Argentina le esperan dos años de mayor incertidumbre y difícil gobernabilidad. 

 

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