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La libertad, base de la innovación educativa

Por Bruno Iriarte (*) 
Domingo, 26 de diciembre de 2021 20:32

La innovación educativa no es una actividad puntual como sumar netbooks o tabletas a un salón de clases, es un proceso para alterar la realidad vigente que modifica concepciones, actitudes, altera métodos y mejora o transforma el proceso de enseñanza-aprendizaje, apelando a la subjetividad del sujeto y al desarrollo de su individualidad. Para alcanzarla a gran escala, esta no puede darse si no está acompañada del crecimiento sostenido de un país o aunque sea de una estabilidad para arriba. Por lo que conviene repasar algunos números de la situación en Argentina que sirvan como diagnóstico de a qué nos enfrentamos y por qué es imprescindible un giro de 180 grados de innovación educativa que modifique el presente símil Mordor en el que estamos, y que sea acompañado por el crecimiento del país.

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La innovación educativa no es una actividad puntual como sumar netbooks o tabletas a un salón de clases, es un proceso para alterar la realidad vigente que modifica concepciones, actitudes, altera métodos y mejora o transforma el proceso de enseñanza-aprendizaje, apelando a la subjetividad del sujeto y al desarrollo de su individualidad. Para alcanzarla a gran escala, esta no puede darse si no está acompañada del crecimiento sostenido de un país o aunque sea de una estabilidad para arriba. Por lo que conviene repasar algunos números de la situación en Argentina que sirvan como diagnóstico de a qué nos enfrentamos y por qué es imprescindible un giro de 180 grados de innovación educativa que modifique el presente símil Mordor en el que estamos, y que sea acompañado por el crecimiento del país.

El Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) de UNESCO dio a conocer en noviembre de 2021 los resultados de su última evaluación donde los estudiantes argentinos de tercero y sexto grado mostraron el peor desempeño desde que se realiza esta prueba. Además, estos se posicionan por debajo del promedio de América Latina en matemática, lengua y ciencias naturales. Lamentablemente la noticia no sorprende, ya que si se revisa el último informe PISA de 2018, nuestro país ocupa posiciones marginales en todas las áreas (64 en ciencias, 63 en lectura y 71 en matemáticas), el problema aquí es que, Argentina en la Región que no es la mejor ni mucho menos- solo supera a un país, Paraguay. Entonces, ¿qué hacer con nuestro sistema educativo para revertir el estado actual? ¿Cómo alcanzar innovación educativa y resultados más allá de algunos experimentos en comunidades específicas? Ambas no son preguntas fáciles de responder en un breve artículo, pero intentaré tomar un ejemplo que permita dilucidar la idea y entender que la educación es parte de un todo que también debe transformarse.

En el informe PISA 2018, ninguno de los 20 primeros países tiene una tasa de pobreza como Argentina (43,8%). A la vez, 18 países de ese Top 20 -excepto Vietnam y China- son economías "libres" o "mayormente libres" (Índice de Libertad Económica, Heritage Foundation, 2021) con además, alto grado de desarrollo o alta tasa de crecimiento. Por lo que desde allí se puede afirmar que existe una correlación entre calidad de la educación y políticas de libertad económica. Tomando el caso de Estonia, esta se independizó de la Unión Soviética en 1991. Allí, tras 70 años de planificación centralizada y "Estado presente", la crisis era terminal. Su PBI per cápita apenas rondaba los 2.000 dólares, su economía caía más de 20% en un año, el sector industrial estaba en ruinas, los salarios reales se habían reducido a la mitad, la inflación crecía a un ritmo imparable y los alimentos debieron ser racionados dada la escasez, en tanto, su sistema educativo era asfixiantemente adoctrinante y muy centralizado. Era entonces el momento de construir un nuevo modelo de país distinto al que acaba de fracasar plagado de políticas estatistas y autocráticas.

30 años después de ese colapso, Estonia es la octava economía más libre del mundo y tiene un PBI per cápita de 38.394 dólares superando a España-, cuentas públicas saneadas, la mayor tasa de emprendimiento de la Unión Europea (UE) con 20 nuevas empresas cada 1.000 habitantes por año y se ha convertido en el Silicon Valley europeo gracias a sus políticas fiscales de bajos impuestos y escasa burocracia. Pero también, a su apuesta por el uso masivo de la tecnología y a un sistema educativo revolucionario que ha sido un éxito en el último informe PISA, donde ya es considerada "la nueva Finlandia". Cuenta además, con el mayor porcentaje de estudiantes con alto rendimiento académico que provienen de familias de bajos recursos, menor diferencia entre estudiantes de entorno rural y entorno urbano y la tasa de repitencia escolar más baja (3,5%) de la OCDE (12,4% de media). Y todo, con un gasto público en educación menor al promedio de la UE y la OCDE. Confirmando otra vez, que más importa cómo se gasta que cuánto se gasta.

El modelo educativo estonio, está subordinado a las necesidades de capital humano que tienen las empresas y el mundo del emprendimiento, para que los estudiantes rápidamente al egresar encuentren trabajo de alta calificación existen prácticas laborales en empresas para luego, acceder al mercado laboral con experiencia que representan hasta el 50% de horas de una materia-. La autonomía de las escuelas y profesores es fundamental, ya que si bien existe un marco mínimo de contenidos fijados por el Estado, su aplicación es muy abierta. Es decir, cada escuela o incluso cada docente, tiene la independencia para decidir el currículo educativo final y el método que usará para llevarlo adelante. En tanto, el rendimiento académico se evalúa constantemente y los resultados son públicos, generando que los padres quieran inscribir a sus hijos en los colegios con los mejores números. Para alcanzar ese rendimiento, los directivos tienen la autonomía de elegir su cuerpo docente, los salarios que se determinan mediante convenio colectivo en cada escuela- o cómo distribuyen los fondos estatales que reciben, además de la orientación del establecimiento.

En Estonia casi no hay educación privada, por lo que todas las escuelas públicas siguen el proceso de competencia de mercado y puesto que el ingreso que recibe cada establecimiento está condicionado por el número de estudiantes, cuanto mejores resultados académicos obtengan las escuelas, más estudiantes acudirán y por lo tanto, tendrán más financiamiento del Estado. Este se ocupa de los libros de texto, el comedor escolar, de una cobertura sanitaria universal, enfermeras en escuelas y chequeos médicos periódicos para que todos los niños y jóvenes tengan las mismas oportunidades. Por último, los docentes son responsables de los resultados estudiantiles, ya que si estos obtienen malas calificaciones de forma prolongada, el profesor puede ser despedido. De cualquier forma para evitar ese extremo, reciben una intensa y obligatoria formación continua brindada y evaluada por el Estado, que les permite mejorar y adaptar conocimientos, contenidos y métodos constantemente. 

En Argentina en tanto y sin darnos cuenta, hemos dejado avanzar al “Estado presente” casi a niveles soviéticos. Eliminando y menospreciando la iniciativa individual o colectiva, y no solo en la educación. Se castiga a la empresa y al emprendedor con una burocracia que sería la envidia de la propia URSS y con un sistema impositivo que no genera incentivos, derivando en políticas que deterioran la capa económica y social, y por ende la educativa con los resultados conocidos. Sumado, no hay países en el TOP 20 de PISA que restrinjan sustancialmente las libertades económicas, ya que un país con alto grado de desarrollo económico solo posible si hay libertades económicas-, ha invertido en infraestructura y puede destinar eficientemente los recursos a la educación, eliminando procesos innecesarios y burocráticos que deterioran la calidad, tal como lo hace Estonia.

Hablar de innovación educativa no supone sumar tecnología de la que debe prescindirse según la edad-, sin embargo sí supone transformar completamente un modelo para generar resultados individuales y colectivos que sean satisfactorios para los estudiantes, profesores, directivos y la sociedad en general. De todas formas y hasta que no esté claro ese rumbo conjunto de crecimiento económico -sostenido en libertades económicas-, la educación sufrirá parches esperando la implementación de un proceso de innovación educativa respaldado en un crecimiento económico del país y en amplias libertades para hacer y producir.

(*) Profesor de nivel medio y universitario. Investigador entusiasta de innovación educativa y pedagogías alternativas. Autor del libro En Busca de la Escuela Ideal.

 

 

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