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Colapso del español en Salta 

Martes, 30 de marzo de 2021 01:35

Un titular de El Tribuno del 19/3/21, en la página 12, puso en alerta rojo a los que nos preocupamos por el uso correcto y adecuado de nuestra lengua: “Humanidades aprobó el uso del lenguaje inclusivo. El Consejo Directivo autorizó su uso para las expresiones y producciones realizadas por integrantes de la facultad. Esperan la adhesión de la UNSa.”, expresaba.

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Un titular de El Tribuno del 19/3/21, en la página 12, puso en alerta rojo a los que nos preocupamos por el uso correcto y adecuado de nuestra lengua: “Humanidades aprobó el uso del lenguaje inclusivo. El Consejo Directivo autorizó su uso para las expresiones y producciones realizadas por integrantes de la facultad. Esperan la adhesión de la UNSa.”, expresaba.

Es de público conocimiento que hay un rechazo generalizado a dichos cambios en nuestra lengua, sobre todo en los sectores de nivel medio y medio alto. Pero, por muchas observaciones y contactos realizados, me atrevo a extenderlo a otros niveles incluso no escolarizados. Tal es el rechazo que se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la gran mayoría de usuarios o hablantes se opone decidida y tenazmente a tales cambios.

Fácil es explicarse esta actitud de los hablantes: en general, somos renuentes a los cambios, sobre todo en la lengua hablada o espontánea, y particularmente cuando son complicados y no corresponden con nuestra manera de ser.

Por esta razón no se puede entender que, en una Facultad que tiene entre sus carreras las relacionadas con distintas lenguas, entre las que está la nuestra en forma prioritaria, haya profesionales que ignoren las normas no escritas de la lengua española. Con esto no quiero referirme a la Real Academia Española ni a ninguna de las academias regionales del español, sino a las que cada hablante maneja en su cerebro, gracias a las cuales sabe expresarse de una manera adecuada, para que lo comprendan, y él también pueda comprender, todo lo que se intercomunican. Esta realidad no admite ideologías ni, tampoco, reglas que puedan crear algunos sectores de hablantes o individuos.

La lengua es la más democrática de las instituciones. Ella es dinámica, no estática; es decir, no permanece siempre como está, sino que va cambiando paulatinamente de acuerdo con los cambios que se producen en la realidad en la que ella vive. Eso sí, con el consenso tácito de sus usuarios, los hablantes, que recrean permanentemente sus formas de expresión en un todo de acuerdo con la realidad a la que se debe y con la intervención explícita o tácita de todos sus usuarios.

Los cambios que aquellos usuarios imponen porque no los proponen, sino que los imponen con el apoyo de unos pocos no tienen validez práctica y, con toda seguridad, han de desaparecer: no poseen un futuro. La realidad avasalladora los sepultará. Se puede afirmar decididamente que no son inclusivistas o inclusivos, sino todo lo contrario: exclusivistas o exclusivos, a pesar de lo que confiesan ser. En efecto, definen el suyo como "lenguaje inclusivo" cuando con él refieren solamente algunas situaciones y no todas las posibilidades: un sordo, exigiría el lenguaje de señas; el ciego, un lenguaje Braille, y así sucesivamente. Al día siguiente de la referida publicación, hubo dos lectores que publicaron su opinión en el diario en la página central; en ellas se leía: "UNSa: Humanidades aprobó el uso del lenguaje no sexista y no binario. @RaulCaceresDiaz.La#UNSa no está por encima de lo que menciona la Real Academia Española #RAEconsultas#RAE Más allá de su autonomía y autarquía. El español se debe enseñarlo bien! No con errores" y "@GEO MENSURAS. Si se querían destacar deberían aprender y hablar el idioma de pueblos originarios No esta aberración desconocida por la Real Academia”.

Transcribí textualmente las opiniones a pesar de que no acuerde totalmente con ellas. Pero sirven como ejemplo de lo manifestado más arriba. Hay que destacar que esta gente que sigue y profesa tal actitud destructiva de la lengua y que, por medio de la misma, pretende extenderla y, hasta ahora, ha logrado convencer al Consejo Directivo de la Facultad para que dictara una decisión administrativa, en absoluto es consecuente con lo que predica. Efectivamente, pocos renglones más adelante de donde cumple esas reglas, en una nota, discurso o redacción, olvida lo que al principio escribía, dejándolas de lado por las que se regía al principio del escrito.

Es decir, su cerebro, como el de todos los usuarios de la lengua, inconscientemente vuelve a las formas normales de expresión respetando el principio fundamental de la dicción que procura la menor cantidad de signos lingüísticos para comunicarse. Técnicamente es muy difícil mantener esa “normalidad” repetitiva (señor/señora; niños/niñas, etc.), monótona y desagradable de expresarse. Ninguno de ellos, con seguridad, se habrá detenido a considerar esto seriamente como una onerosa dificultad.

Por todo lo dicho, es fácil proyectar el corto alcance de este proyecto, llamado al fracaso desde su nacimiento ¿Será un aborto... lingüístico?
 

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