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Freno a los monopolios tecnológicos

Martes, 27 de julio de 2021 01:54

Joe Biden avanzó con una iniciativa que traduce la voluntad de colocar un freno a las prácticas monopólicas en la economía estadounidense. Para sortear el trámite legislativo, firmó una "orden ejecutiva" (equivalente a lo que en la Argentina es un decreto de necesidad y urgencia) que en sus 72 puntos enumera un conjunto de directivas a los organismos de control orientadas, entre otros items, a limitar la concentración empresarial en el mundo de la alta tecnología, la liberalización de la importación de remedios de Canadá para combatir el alza de precios y hasta la adopción de medidas para que las personas con deficiencias auditivas puedan adquirir audífonos más baratos.

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Joe Biden avanzó con una iniciativa que traduce la voluntad de colocar un freno a las prácticas monopólicas en la economía estadounidense. Para sortear el trámite legislativo, firmó una "orden ejecutiva" (equivalente a lo que en la Argentina es un decreto de necesidad y urgencia) que en sus 72 puntos enumera un conjunto de directivas a los organismos de control orientadas, entre otros items, a limitar la concentración empresarial en el mundo de la alta tecnología, la liberalización de la importación de remedios de Canadá para combatir el alza de precios y hasta la adopción de medidas para que las personas con deficiencias auditivas puedan adquirir audífonos más baratos.

El epicentro de la disputa está situado en las compañías tecnológicas, que son el núcleo del poder económico en la Cuarta Revolución Industrial, cuyo eje es el desarrollo de la inteligencia artificial. Paradójicamente, el mayor símbolo de la creciente influencia política de las "Big Tech" fue, en enero pasado, la decisión de Twitter y de Facebook de suspender las cuentas de Donald Trump, una demostración de que su voluntad podía imponerse al presidente de Estados Unidos.

Los cambios en los hábitos de consumo operados durante la pandemia permitieron que las "Big Tech" acumularan cuantiosas ganancias adicionales. Silicon Valley es más importante que Wall Street. Por su cotización accionaria, las "cinco grandes" estadounidenses (Microsoft, Google, Facebook, Apple y Amazon) integran el ranking de las diez firmas más valiosas del mundo. Alibaba y Tencent, dos gigantes tecnológicos chinos, integran ese privilegiado "top ten". Los bancos y las compañías petroleras cedieron el sitial de privilegio que habían ocupado en el último siglo.

Bill Gates, Mark Zuckerberg o Jeff Bezos desempeñan hoy, en el imaginario colectivo, el rol de símbolo de la opulencia que en el pasado desempeñó John Rockefeller. La Casa Blanca procura entonces garantizar una efectiva vigilancia sobre las adquisiciones de las principales compañías tecnológicas, que aprovechan su formidable disponibilidad financiera para desplazar a potenciales competidores. Un caso testigo de esa puja es la controversia judicial en curso sobre la compra de WhatsApp por Facebook.

Una dupla de cuidado

Detrás de la iniciativa de Biden están las ideas de dos flamantes funcionarios: Tim Wu, Asistente Especial para Tecnología y Política de Competencia en la Casa Blanca, y Lina Khan, directora de la Comisión Federal de Comercio (FCC). Ambos ostentan sólidas credenciales académicas, tienen una postura crítica contra las prácticas monopólicas y son autores de propuestas para aplicar con mayor rigor a las "Big Tech" las leyes de defensa de la competencia.

Los dos están unidos por una relación política: en 2014 Wu se postuló sin éxito como candidato a vicegobernador del estado de Nueva York y Khan integró su equipo de campaña. Wu, de padre taiwanés y madre británico-canadiense, es un prestigioso especialista que como asesor de Obama impulsó la creación de un Consejo de la Competencia "para coordinar la respuesta del gobierno federal al creciente poder de las grandes corporaciones en la economía".

En su libro, "El interruptor maestro: auge y caída de los imperios de la información", explica como las innovaciones tecnológicas originan procesos de apertura que luego derivan en concentración empresarial.

Para ello, describe la trayectoria de la telefonía, la televisión por cable, la industria del entretenimiento y, más recientemente, el fenómeno de Internet. Khan, una joven abogada de 32 años, nacida en Londres de padres pakistaníes que emigraron a Estados Unidos cuando tenía 11, es autora de "La paradoja antimonopolio de Amazon", un ensayo que cuestiona la capacidad del mayor coloso del comercio electrónico para competir como proveedor con los minoristas que publican en su sitio web.

Esa postura combativa la erigió en una figura relevante del Movimiento New Brandeis, que promueve una nueva versión de las políticas de competencia impulsadas por Louis Brandeis, un antiguo magistrado de la Corte Suprema de Justicia famoso por su combate contra los monopolitos ferroviarios. Para evitar que los ímpetus reformistas de la dupla Wu - Khan sean neutralizados por la burocracia de Washington, Biden nombró al frente de la División Antimonopolio del Departamento de Justicia a Jonathan Carter, otro partidario de reforzar los mecanismos de defensa de la competencia.

Para cerrar el círculo, el mandatario tiene pendiente la designación de un comisionado para cubrir una inminente vacante en la estratégica Comisión Federal de Comunicaciones (FTC), un organismo de cinco miembros con representación bipartidista.

El otro Roosevelt

Si las políticas "neokeynesianas" dispuestas por Biden para impulsar la reactivación económica suelen compararse con el "New Deal" del presidente Franklin Roosevelt en la década del 30, esta iniciativa antimonopólica reivindica la memoria de Teodoro Roosevelt, otro mandatario demócrata (primo lejano de Franklin) que gobernó entre 1901 y 1909 y lideró el "movimiento progresista" de su partido, una corriente que canalizó ciertas propuestas del "populismo" norteamericano de fines del siglo XIX.

Joe Biden fundó su controvertida orden ejecutiva en “un regreso a las tradiciones antimonopolio de las presidencias de Roosevelt a principios del siglo pasado”.
Aquella tradición reconoce hondas raíces históricas. En 1773, cuando en el puerto de Boston los colonos indignados tiraron al mar el té de la Compañía Británica de las Indias Orientales, en una protesta que dio origen a la gesta de la independencia americana, no sólo objetaban un impuesto injusto, sino que rechazaban también un monopolio establecido por la Corona.
En 1890, el senador John Sherman introdujo la Ley Sherman Antitrust, la primera en su tipo a nivel mundial, que declaró ilegales a los monopolios por lesivos al desarrollo del comercio.
En 1935, Franklin Roosevelt denunció a los “monárquicos económicos”, creadores de un “nuevo despotismo” que había conformado una “dictadura industrial” que amenazaba a la democracia estadounidense.
Sectores empresarios criticaron esta iniciativa de Biden. Neil Bradley, directivo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, acusó a la administración demócrata de adoptar la tesis autoritaria de “el gobierno lo sabe mejor” y criticó los “dictados de gobierno centralizado” para la economía. The Wall Streer Journal publicó una editorial con un título más que elocuente: “los grandes gobiernos a menudo hacen que las grandes empresas sean más grandes”. En una obvia referencia a la puja por el liderazgo tecnológico global entre Estados Unidos y China, advierte que las medidas anunciadas “podrían ayudar a las empresas extranjeras más que a los consumidores”.
En franca contraposición, Biden denunció el fracaso de las políticas implementadas en las últimas décadas: “después de cuarenta años, el experimento ha fallado. El capitalismo sin competencia no es capitalismo, es explotación”.
Resalta también que “el corazón del capitalismo estadounidense es una idea simple: competencia abierta y justa”. El debate que está en marcha representa el conflicto de intereses más importante de la historia económica estadounidense, cuyo resultado impactará seguramente en el mundo entero.
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