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Menos margen para el chamuyo

Martes, 22 de marzo de 2022 02:17

¿Por qué "chamuyo"? Puede sonar desagradable el término poco elegante, originado en el lunfardo. Pero como dijo una vez Fontanarrosa, aludiendo a las groserías, hay veces que el uso de un vocablo es irremplazable, "por sonoridad, por fuerza, e incluso por la contextura física de la palabra". Es difícil referirse con mayor exactitud terminológica a esta "herramienta" -otrora ingeniosa- a la que tanto recurrimos por estas tierras para sacar ventajas.

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¿Por qué "chamuyo"? Puede sonar desagradable el término poco elegante, originado en el lunfardo. Pero como dijo una vez Fontanarrosa, aludiendo a las groserías, hay veces que el uso de un vocablo es irremplazable, "por sonoridad, por fuerza, e incluso por la contextura física de la palabra". Es difícil referirse con mayor exactitud terminológica a esta "herramienta" -otrora ingeniosa- a la que tanto recurrimos por estas tierras para sacar ventajas.

Valga aclararlo: alude al "verso", al parloteo insustancial, al discurso que engaña a partir de la falacia o la trampa. Definitivamente inconducente, aunque busca persuadir huérfano de fundamento. Curiosamente, desde una aparente seguridad. Tan argentino, especialmente tan porteño....

Credibilidad cero

Ese rasgo distintivo de nuestra idiosincrasia nos lleva, consciente o inconscientemente, a discusiones furibundas, estériles e inacabables, porque el chamuyero que tiene calle, se cree el más inteligente, siempre. Ese sello característico tan arraigado en la personalidad argentina puede sorprender aquí a un incauto, pero en el mundo a nadie.

Nos ganamos la fama a lo largo de muchos años de viveza criolla.

De tanto cheque sin fondos, hace mucho que dejamos de ser confiables. Para muchos políticos, y más en campaña, es un recurso tan útil como la promesa demagógica o la mentira solapada. El ciudadano inocente cae en la trampa, pero cada vez es más incrédulo. No es fácil porque casi todos ellos (gobernantes, peor) chamuyan para su molino.

Se caen las máscaras

Últimamente, ciertos hechos novedosos han reducido sensiblemente el margen para esta clase de engaños infames.

Primero, la guerra iniciada por la agresión de Rusia a Ucrania, y sus consiguientes repercusiones en las relaciones internacionales, en los mercados y el comercio global. No pudimos haber quedado peor parados ante el mundo por la inoportunidad de las visitas a Rusia y China, las declaraciones realizadas, y la tardía condena a la invasión, que implican un alineamiento del lado incorrecto.

En esta clase de asuntos, el mundo no admite medias tintas. Si no estamos de parte del derecho internacional, la soberanía de un estado libre e independiente y su integridad territorial, la democracia, la libertad y los derechos humanos, condenado las dictaduras totalitarias y expansionistas, nos colocamos en contra de esos principios y valores. Conviene repasar cuántos y qué países aprobaron la resolución condenatoria en la Asamblea de la ONU, cuáles votaron en contra y quiénes se abstuvieron.

Occidente sostiene que, luego de desmembrarse la URSS, Rusia prometió en tiempos de Gorbachov y Yeltsin, respetar la independencia y libre determinación de cada estado. Y así lo hizo con Lituania, Letonia y Estonia. Pero ahora, con Putin en el Kremlin desconoce ese derecho a Ucrania y Georgia, lo que contraría la continuidad del compromiso de un Estado, por el cambio de un gobierno a otro. ¿Argumentación argentina?

La verdad de la economía

Después, la interminable negociación con el FMI y sus vicisitudes; el acuerdo de facilidades extendidas parece destinado a un nuevo fracaso. El Fondo y la Argentina saben que pactan, sobre la hora, algo que una vez más no se va a cumplir. Ambas partes desean evitar el default, pero no coinciden en mucho más. Nuestro país sabe que (al igual que en 2018) se patea la pelota para el próximo gobierno, sin saber qué paquete se entregará y se recibirá. Al organismo crediticio no escapa que la deuda a corto o mediano plazo es incobrable, y no le queda otra que posponer una solución más viable para otro momento.

El acuerdo pone al descubierto las falencias graves de la economía nacional. Algunas estructurales y de décadas, y otras, más de conyuntura, agravadas por la débil y heterogénea coalición gobernante. Déficit fiscal crónico, inflación galopante, presión fiscal asfixiante, inexistencia de inversión, falta de confianza y respaldo en la moneda propia, congelamiento de tarifas, excesivo endeudamiento en pesos con el BCRA financiando al tesoro, control cada vez mayor del tipo de cambio, dificultades para importar y retenciones a las exportaciones, emisión monetaria descontrolada, falta de voluntad real de combatir las causas de la inflación, escasez de reservas, entre otras. Más tarde, o más temprano, guste o no, esto apunta a caerse. Habrá que pensar en una nueva negociación para refinanciar. Con un gobierno y una sociedad más unidos y convencidos, o más divididos por influencia de los rupturistas, que no piensan en las consecuencias.

Los dólares que ingresarán irán casi en su totalidad a pagar deuda, con lo que más que un crédito, se tratará de un asiento contable. El "apriete" del Fondo "enemigo" para bajar el déficit (cuyos intereses -valga recordarlo- son los más bajos del mercado de capitales) es casi irrisorio. Seguirán las tarifas selectivas; no hay freno al gasto innecesario y descontrolado. Los precios de nuestros productos agrícolas suben, pero el costo de la energía que importamos aumentará en mayor medida. El objetivo de bajar la inflación es irreal, porque hay funcionarios del gobierno que creen que es buena para licuar la deuda en pesos, ignorando sus efectos devastadores en los habitantes de la Nación. ¿No habían jurado promover el bienestar general?

Parece haberse aclarado el panorama, con menos nubarrones. Pero de nada servirá si los dirigentes no descubren qué hay que modificar y cómo, y no afrontan los problemas de fondo con firmeza. En los dichos y los hechos. Imposible continuar eternamente con el chamuyo y gastando más de lo que ingresa. Si ellos no corrigen los desequilibrios, lo hará brutalmente el mercado, como en el 2001. No es fácil, pero nos vamos acercado mucho a una bifurcación de caminos. Para un lado, los países libres y democráticos, con economía sana, crecimiento, y posibilidad de desarrollo personal y social. El otro es un sendero oscuro y triste.

 

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