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El búmeran de los estereotipos

Viernes, 23 de septiembre de 2022 02:35

"Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería… son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos". El Club de los Poetas Muertos.

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"Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería… son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos". El Club de los Poetas Muertos.

En la época actual escuchamos hablar en los diferentes espacios públicos, programas de radio, de televisión, en los ámbitos educativos, deportivos, académicos, la importancia de de-construir estereotipos, de construir-nos de otra manera, de re-pensar la forma en que nos expresamos. El problema entonces, no son los estereotipos en sí, sino la "estereotipación"; es decir, el acto de asignar preconceptos concernientes a los atributos o características de un determinado grupo. Cuando se transforma y complejiza el lenguaje, se habilitan estas nuevas significaciones que conllevan nuevos espacios y/o nuevos estereotipos. Hoy en día, la sexualidad y el amor se juegan con otras coordenadas, otras formas de ser nombradas, categorizadas, domesticadas.

Asignar estereotipos es parte de la naturaleza humana, porque nombrar, cernir la experiencia humana tranquiliza, pacifica, ordena; sin embargo, no todo puede ser nombrado, representado. En la época actual surgen nuevas categorías respecto a la condición y elección sexual. Por ejemplo el colectivo LGTBTQ+ (lesbianas, gays, travestis, bisexual, trans, queer, y el más).

Me gustaría hacer hincapié en el más (+), ya que inmediatamente resuena en mí la paradoja de Aquiles y la tortuga. Se trata de una carrera imaginaria en la que el contrincante Aquiles apodado "el de los pies ligeros" busca atrapar a la tortuga que parte con una distancia de ventaja para compensar su lentitud. Aquiles atraviesa ese estadio de ventaja hasta llegar al punto en el que estaba la tortuga, pero que ya se había adelantado unos cuantos pasos cuando llega su contrincante y cada vez que intentaba alcanzar a la tortuga, esta se adelantaba unos pasos más.

Esta fábula me permite entender ese más allá del lenguaje, es decir, en el lenguaje siempre está la posibilidad de nombrar pero también de agregar un término más, como en la fábula en la que, la tortuga siempre avanza un paso más, por lo tanto no se deja atrapar por su contrincante.

Vemos con este signo + que, basta con que cualquiera pueda hacer excepción para que la función de la excepción devenga modelo y modelo universal, de allí el término de colectividad y su paradoja con el signo +, eso que descompleta el conjunto. La imposibilidad de sostener un modelo universal, evidencia la falla de todo reglamento, la imposibilidad de domesticar un resto, un imposible que escapa siempre a todo universal y que es singular en cada sujeto.

Nelson Goodman (1906-1998) filósofo estadounidense decía que "hacemos mundos" en la medida en que "descubrimos lo que hay". En todo momento nos encontramos con un hacemos. Es un plural que nos lleva a pensar en la colectividad, tanto en las comunidades de científicos como en las comunidades de artistas o la sociedad en su conjunto. Es decir, solo podemos pensar el mundo y las cosas que forman parte del mundo, en la medida en que sean representadas, simbolizadas y descriptas; de allí que "hacemos versiones de mundos" a nivel colectivo y agregaría en la que cada uno responde a nivel singular a esas ficciones, versiones comunitarias. Cada uno responde con su síntoma a esos mundos, a esa cultura, a esa época particular, a esas leyes. Y es allí que el analista se ofrece con su cuerpo para alojar esa singularidad, sin prometer la felicidad ni una solución universal. El analista habilita un espacio, por fuera de la cultura y de toda norma, para que el sujeto pueda arreglárselas con ese resto particular, que escapa a todo universal, a todo conjunto y que no depende del yo, ni de la autonomía de la persona y que no siempre busca su bien. Se trata de esa pulsión que agujerea todo saber, todo universal, que va más allá de la anatomía de los cuerpos y del lenguaje.

De allí la importancia de habilitar nuevas lecturas de la realidad que no venga solo de la cultura, de esa voz universal, de la comunidad, que nos dice qué es lo mejor, que es el bien para todos sino también la lectura que pueda hacer cada quien en el encuentro con un analista; ya que la función de éste es abrir ese intervalo entre un significante y el otro, que cuestiona una verdad rígida, esencialista, estereotipada y unívoca para dar lugar a la falla, el desencuentro, lo imposible, el malentendido, la pulsión. Es el analista, con su presencia y escucha, quien acompaña a cada sujeto a construir, inventar su propia respuesta a ese real indescifrable e imposible de domesticar desde las leyes, lo universal, la ciencia, educación.

Por último, me pregunto: ¿es posible hacer comunidad con el síntoma de cada uno, o se trata más bien de soportar la propia alteridad, el propio síntoma para vivir en un mundo menos segregativo sin el empuje a la comunidad fantasmática, de una misma versión del mundo que uniformiza a los sujetos, acallando muchas veces lo particular, el deseo, el amor, el goce y, por qué no, el equívoco que requiere el esfuerzo para que este siempre la posibilidad de una nueva versión, de una nueva lectura de aquello por lo que sufrimos, nos apasionamos o nos embanderamos.

* Búmeran: arma arrojadiza propia de los indígenas australianos que consiste en una lámina de madera con una curvatura tal que, lanzada de determinada manera si no da en el blanco puede volver.

 

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