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Rescatemos la caja de herramientas del 83

El escenario es desafiante, como el que enfrentó Raúl Alfonsín. Para alcanzar las metas que nos exige la democracia debemos rescatar la cultura de la ética y la solidaridad, para ello necesitamos revitalizar a los partidos políticos.
Jueves, 19 de enero de 2023 01:39

En diciembre de 2023, quien asuma la presidencia tendrá ante sí grandes desafíos como los que enfrentó Raul Alfonsín hace 40 años, cuando estabilizar la democracia parecía imposible. Pudo afianzarse el objetivo clave en la plataforma radical que proponía al electorado: “consolidar el poder democrático; crear las bases para un período de estabilidad, justicia y desarrollo.”

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En diciembre de 2023, quien asuma la presidencia tendrá ante sí grandes desafíos como los que enfrentó Raul Alfonsín hace 40 años, cuando estabilizar la democracia parecía imposible. Pudo afianzarse el objetivo clave en la plataforma radical que proponía al electorado: “consolidar el poder democrático; crear las bases para un período de estabilidad, justicia y desarrollo.”

Con la democracia constitucional consolidada, los esfuerzos hoy deben encaminarse a resolver las tareas irresueltas de estas cuatro décadas de la democracia que supimos conseguir.

Propongo revisitar las promesas de la democracia restaurada en el 83 y asumir las responsabilidades por las cuentas pendientes.

Por entonces se proyectaba un modelo social desde una matriz guiada por los pilares del diálogo y consenso, la idea de democracia participativa, la ética solidaria y la modernización de la sociedad.

 

La ética de la solidaridad

El consenso, una palabra insistente en los discursos de la época, es la reunión de voluntades en torno a objetivos y principios comunes. Una noción que toma distancia de la transformación del adversario político en enemigo, en una confrontación agonista instalada en nuestro país como tendencia en las dos últimas décadas.

La idea de la democracia participativa se oponía a que las decisiones pertenecieran solo a pequeños grupos de poder e implicaba que las leyes y normas que organizan una sociedad fueran producto de acuerdos, en un escenario de libertad e igualdad.

Cuarenta años mas tarde, las señales indican que tenemos un país paralizado por la falta de construcción de consensos: Diputados, que es el correlato técnico de la ciudadanía, no sesiona por falta de acuerdos básicos. La Corte Suprema de Justicia, con elenco incompleto por falta de acuerdos, dicta un fallo que el Ejecutivo Nacional se resiste a cumplir.Un Consejo de la Magistratura estancado también por no alcanzar consensos.

La dinámica amigo-enemigo teorizada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, en ciertas condiciones, paraliza. Aun dentro del mismo partido gobernante, esa lógica profundiza una interna desgastante que impacta como desgobierno.

El diálogo, la búsqueda de acuerdos son, sin duda, mejores ideas y métodos para abordar nuestras diferencias y avanzar hacia el progreso que necesitamos.

En la refundación de la democracia, se hacía referencia a la ética de la solidaridad, un concepto propuesto por Rawls que remite al carácter solidario que debe tener nuestra libertad, a un enfoque amplio de los derechos humanos que incluye revertir la situación de los menos favorecidos. Cuatro décadas después, nos golpea el retroceso de los índices sociales y económicos.  El oficialismo nacional no se escandaliza por las 17,3 millones de personas en situación de pobreza y 4,2 millones de personas en situación de indigencia. Tampoco por la inflación más alta de los últimos 30 años.

El ultimo informe del INDEC señala que, para no ser pobre, una familia tipo necesita un ingreso mensual de $ 152.515. La canasta alimentaria tuvo un aumento en 2022 del 103,8 %; para no caer en la indigencia, esa familia necesitó un ingreso de $ 67.187. Y habrá que esperar al postergado Censo 2022 para conocer el alcance actual de las necesidades básicas insatisfechas

Finalmente, uno de los ejes del modelo de sociedad que se pensaba era la modernización productiva del Estado, que consistía en procesos de cooperación que pudieran resolver los problemas de inequidad social.  La realidad hoy es que hace casi una década que nuestro país no crece y la alta inflación del año que pasó y la ausencia de un plan consistente de estabilización no permiten esperanzarnos con un mejor panorama para 2023.

 

La cultura republicana 

Si bien los tiempos políticos no son los mismos, puede advertirse un punto de inflexión similar: tenemos que ser capaces de dejar atrás un régimen.Por entonces, un régimen por completo al margen de la ley con violaciones atroces a los derechos humanos.Hoy, un régimen signado por la pobreza, la exclusión,la desigualdad creciente y la enorme incertidumbre político-económica por la falta de un modelo de un país a futuro. Un régimen con una burocracia corrupta e incompetente que desmantela controles y desprecia la cultura de la integridad. Un escenario político social y económico complejizado por las consecuencias del populismo, por una inflación descontrolada, la postverdad, la estrategia boba de la polarización y la instalación de la discordia política y social como recurso.

La falta de un lenguaje ético común nos impide alcanzar acuerdos necesarios para avanzar hacia el futuro.Y puede parecer absurdo tener pretensiones éticas en estos tiempos de relativización de casi todo. Sin embargo,un consenso valorativo básico de toda la sociedad sobre lo que está bien y lo que está mal, es la fundamentación de la que una democracia constitucional no puede prescindir. Como el Nunca Mas le dio alguna vez una fundamentación moral a nuestra democracia cuando teníamos un país al margen de toda consideración ética y jurídica.

El escenario no es menos desafiante que en el ‘83 si somos capaces de aceptar la idea de que el escenario actual exige reformular nuestro lazo social. Tenemos por delante el desafío enorme de encontrar “el cemento de la sociedad”, aquella idea de país que nos cohesione mas allá de las diferencias e ideologías.

Y para ello necesitamos de partidos políticos revitalizados como artefactos capaces de estructurar y organizar debates. Pero debates de verdad, de los que surjan las mejores ideas. Que abran sus puertas a participaciones políticas reales y que permitan que las iniciativas progresistas valiosas se inserten en el sistema político. Es a través de ellos que podremos edificar los consensos necesarios en diálogo con otras expresiones políticas que nos vuelvan a poner en el camino del crecimiento y el desarrollo.

La sostenida estrategia del oficialismo local –el de ahora y el anterior- de cooptar espacios políticos para eliminar las alternancias en el poder socava los cimientos democráticos que son los que sustentan el sistema en su conjunto. (¿Advertirán su responsabilidad?) Esa es una de las razones por las que no es superfluo reclamar y esperar prácticas éticas.

La caja de herramientas de hace 40 años -búsqueda de consensos, democracia participativa, modernización productiva y ética de la solidaridad- sigue siendo útil para pensar la política actual, nacional y local.

Pero necesitamos más. 

Para dejar atrás un régimen que nos condena a ser un país profundamente fragmentado y de una pobreza sin precedentes, necesitamos generar alternativas, ideas y estrategias de poder basadas en compromisos y con sensibilidad social.Necesitamos lugares referenciales que den certidumbre, responsabilidad política, buenas prácticas y recrear una política de valores, porque política y moral no pueden disociarse en un Estado de  Derecho. Necesitamos construir un modelo económico que sea el soporte de una organización territorial verdaderamente federal y diseñar una agenda social focalizada en la construcción de oportunidades y la movilidad mas que en el asistencialismo puro que sirve solo para el control de los que menos tienen.

Necesitamos convencer mediante razones; porque la democracia es también eso: un foro para poder cambiar nuestras preferencias y las de los demás. Y para eso los partidos políticos tienen que ser capaces de generar líderes, con la formación técnica adecuada, que encarnen propuestas competitivas, que sean capaces de alcanzar acuerdos con otros sectores para transformar realidades desfavorables y que elaboren propuestas que inspiren confianza.

Pero también necesitamos de mucha audacia, de cierto coraje cívico para recuperar la convivencia republicana y pluralista de la que alguna vez fuimos capaces.

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