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Expectativas frente a la realidad y el futuro

Viernes, 20 de octubre de 2023 02:42

La calidad democrática en nuestro país, más en un periodo electoral tan importante, depende de recibir información clara sobre la oferta política y aplicar los valores personales en un voto con convicción. La sociedad argentina está acostumbrada a elegir. Elige cada día entre el manejo de expectativas y sueños, y la realidad. Lo hace a través de un sistema de valores y con la información que recibe. Lo hace con convicción y hasta con errores, pero elige. Los que pensaron en la elección de 2019 que Macri no sería competitivo después de una PASO fulminante, después vieron que el resultado abultado termino siendo menor. Los que hoy creen que hay un engaño generalizado de aquellos que cumplen con funciones públicas, también verán que no es el cargo lo que define la desidia, pero sí quien lo ocupa. Y lograr que personas idóneas cumplan con un rol y cargo al servicio de la patria depende de una elección.

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La calidad democrática en nuestro país, más en un periodo electoral tan importante, depende de recibir información clara sobre la oferta política y aplicar los valores personales en un voto con convicción. La sociedad argentina está acostumbrada a elegir. Elige cada día entre el manejo de expectativas y sueños, y la realidad. Lo hace a través de un sistema de valores y con la información que recibe. Lo hace con convicción y hasta con errores, pero elige. Los que pensaron en la elección de 2019 que Macri no sería competitivo después de una PASO fulminante, después vieron que el resultado abultado termino siendo menor. Los que hoy creen que hay un engaño generalizado de aquellos que cumplen con funciones públicas, también verán que no es el cargo lo que define la desidia, pero sí quien lo ocupa. Y lograr que personas idóneas cumplan con un rol y cargo al servicio de la patria depende de una elección.

De las muchas razones que hay para explicar el descreimiento con la función pública, una, creo, es fuerte: saber manejar las expectativas frente a la realidad. Si las soluciones estructurales que necesita el país fuesen tan simples o certeras, o tan rápidas de implementar como nos cuentan los candidatos, Argentina estaría en ese lindo ranking que lideran los países nórdicos. Los problemas estructurales del país no van a ser resueltos el 23 de octubre ni el 11 de diciembre o el 1 de enero 2024.

El tiempo y la eficiencia

La imposibilidad de resolución inmediata es una cuestión meramente técnica y de factores que exigen constancia, coherencia, liderazgo y acuerdos políticos sostenidos en el tiempo. Pero claro, ninguno de esos factores entra en un eslogan de campaña, un jingle ni hasta en un meme. Pero importan, son claves para arreglar la desidia en la que vivimos y van a ser necesarios, gobierne quien gobierne. En este sentido, quiero remarcar tres claves para saber manejar la ansiedad que vivimos, y sobre todo gestionar la expectativa de cambio frente a la realidad que tenemos.

Contrariamente a la línea discursiva de La Libertad Avanza, tendríamos que entender al Estado y sus funciones como un estorbo a la visión clásica capitalista de mercado. ¿Para qué sostener una estructura publica cuando la competencia entre privados puede ofrecer el servicio? Sin ánimo de defensa de un Estado que es ineficiente, es necesario remarcar que la pregunta tiene serias dificultades empíricas, sociales y hasta humanitarias.

El Estado como concepto de base de una sociedad democrática no entra en la lógica capitalista. Nunca podría porque su función no cumple con alegorías de rendimiento, eficacia y ganancia. El Estado existe para ejercer gobierno, y un gobierno existe para cumplir con la Constitución Nacional, la Constitución Nacional existe para darle unidad y un marco de convivencia a una sociedad. No hay que entrar en filosofía para saber que la capacidad de gobierno es justamente cómo se elige gestionar a las funciones de Estado dentro del marco constitucional.

La función del Estado

Por supuesto las decisiones de un gobierno elegido democráticamente pueden cambiar la forma en la que el Estado funciona, pero justamente la forma en lo que lo hace debe respetar la función social de los servicios públicos que existen, no por ansiedad de enriquecimientos ilícitos, sino porque así lo demanda la Constitución.

La salud pública, ahora que nos olvidamos de la pandemia, es un derecho constitucional, protegido por un marco jurídico nacional e internacional que, aun siendo privado, tiene que velar por el acceso y la no discriminación. Si un gobierno está dispuesto a liberalizar lo público a favor a lo privado: ¿hay consenso sobre cómo hacerlo? Una pregunta necesaria para afrontar la realidad. Cuando los discursos políticos simplifican una situación compleja a favor de una culpa puntual o de una cierta inacción es porque el problema de fondo no está siendo analizado.

Solo hablando de salud pública, el país tiene una gran deuda pendiente que es improbable que mejore solamente aplicando la teoría del péndulo sin ser estratégicos, inteligentes y sagaces para proteger lo que sirve e innovar en lo que no, siempre dentro de un marco constitucional. La realidad exige a los que quieren ser presidentes que no escondan la realidad. Porque en la realidad, sin capacidad de gestión del Estado, por ejemplo en salud pública, ninguna motosierra es respuesta.

En segundo lugar el rol que le asigna nuestra constitución a gobernar por leyes en marco de consensos. El Ejecutivo nacional funciona con leyes. Las leyes dictan prioridades de la nación, y exigen resultados en la gestión. El Estado debe aplicarlas con dos instrumentos cruciales: el despliegue técnico para llevarlas a la implementación y, la madre de todas las leyes, un presupuesto que funciona como guía de prioridades.

En un esquema de déficit fiscal, deuda externa y restricción de crecimiento, estos dos instrumentos se vuelven aún más importantes. Dudo que su eliminación o recorte sin estrategia sean útiles para cualquier gobierno. Primero porque desalienta la convivencia democrática entre poderes, y segundo porque deslinda al ejecutivo de su responsabilidad máxima: administrar la nación.

Los que quieran ser presidente lo deben saber. No es fácil tomar decisiones, consensuar con el Congreso y hacer que se cumplan los programas de gestión. Por eso la mayoría de esas políticas públicas mueren en el camino. Sin presupuesto, liderazgo y control, suelen ser infinidad de reuniones con cero impacto social. Pero saltar de un proceso mejorable a pretender gobernar sin una fuerza política con quórum propio en el Congreso y un Ejecutivo reducido a la lógica de mercado es simplemente desconocer la realidad de nuestro país. Es peligroso elevar expectativas de reforma cuando el plan es gritar en estudios de televisión y creer en espíritus caninos. No lo digo como falta de respeto, sino como advertencia que lo que necesita Argentina es creer en sus leyes, apoyar su implementación y tener un presupuesto equilibrado en el tiempo y potenciando el orden macroeconómico. Querer gobernar sin el Congreso es un error, y en el caso de La Libertad Avanza un riesgo a enfrentar un juicio político, al no tener una representación mayor al tercio en Diputados y el Senado.

Reparar el cuerpo político

Finalmente, la necesidad de reparar el bodypolitic, unir a un gran pueblo. No parece ser prioridad para ninguna candidatura a presidente poner en foco la necesidad de sanar brechas de convivencia, códigos de conducta y promover un fin común como nación. Aunque parezca un ejercicio de terapia grupal, el objetivo político de sanar desde el discurso, la campaña, las acciones políticas y el plan de gobierno importa muchísimo, porque empieza a implementar lo que seguro se necesita en la gestión: confianza. No confundir firmeza y traer calma y unión al debate con discursos violentos que dividen, castigan, demonizan y degradan la convivencia democrática. No todo vale, y peor es la vara que hoy se aplica a la desmejorada función política, puede transformarse en traición cuando la realidad impacte en las expectativas y quede más claro que nunca que al final no era ni tan fácil ni era culpa de algunos pocos. Los problemas de la Argentina son estructurales.

No necesitan ni leones ni mesías ni supercandidatos ni heroínas. Necesitan de calma, rumbo, consensos y amor a la verdad. Como estamos no podemos seguir, pero cuidado, el mensaje simplista y mesiánico no es real. El desafío es lograr manejar las expectativas dentro de un marco realista y dejar en claro que la Argentina después de las elecciones va a necesitar más calma, más consensos y liderazgo sobrio.

 

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