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¿Cómo se origina la conducta violenta en la escuela?

Miércoles, 22 de noviembre de 2023 02:50

"Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto sonríen más y son más amables. Generalmente son más equilibrados".

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"Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto sonríen más y son más amables. Generalmente son más equilibrados".

Dalai Lama

Hoy existen suficientes datos científicos para afirmar que el funcionamiento de la mente humana depende de la organización y funcionamiento del cerebro. A su vez, el buen o mal funcionamiento del cerebro y, por lo tanto, de la mente, depende en gran parte de la calidad de las relaciones interpersonales que las madres y los padres u otros cuidadores fueron capaces de ofrecer a los niños y a las niñas, sobre todo durante su gestación y los tres primeros años de vida. Por lo tanto, la mente infantil emerge de la interfaz entre las experiencias relacionales de un niño o de una niña con sus progenitores u otros cuidadores con la estructura y funcionamiento de su cerebro modelado por su genética (Siegel, 2007). En otras palabras, la mente infantil y luego la adulta emergen de la actividad cerebral, cuya estructura y función están directamente modeladas por las experiencias interpersonales.

No obstante, los buenos tratos a los hijos no solo corresponden a lo que las madres y padres son capaces de ofrecer; éstos resultan también de los recursos económicos y los servicios que una sociedad pone a disposición de las familias. Los niños necesitan ser cuidados, estimulados, educados, socializados y protegidos por lo menos por un adulto competente, de preferencia su madre o padre biológico, pero cada sociedad debería a través del Estado, garantizar la satisfacción de sus necesidades y el respeto de sus derechos. Además, debería desarrollar políticas públicas adecuadas para apoyar y favorecer el desarrollo de competencias parentales en todos los futuros padres. El bienestar infantil, por lo tanto, los buenos tratos a los hijos y a las hijas deben ser una tarea prioritaria de los padres y las madres, pero también una responsabilidad fundamental del conjunto de la sociedad.

La diferencia entre un niño feliz, mentalmente sano, sin problemas de conducta, altruista y constructivo, de otro que es todo lo contrario reside, casi seguro, en que el primero creció en un ambiente donde los adultos lo han cuidado y educado suficientemente bien, es decir, lo han tratado bien; en cambio, el segundo seguramente creció en un contexto relacional caracterizado total o parcialmente por experiencias de malos tratos.

El cerebro del bebé

Nacer con un cerebro inmaduro es el precio que el bebé tiene que pagar por pertenecer a la especie humana. Es importante insistir en que es esta inmadurez la que determina la extrema dependencia de los bebés a la calidad, cantidad y permanencia de los cuidados y la protección de los adultos, en particular, de sus progenitores. Estos cuidados son totalmente necesarios para sobrevivir, crecer y desarrollarse. Desde esta perspectiva, los bebés necesitan que por lo menos un adulto, generalmente su madre, tenga las competencias para cuidarlo, estimularlo, protegerlo y educarlo. Todo esto para asegurar que se desarrolle como un niño o una niña sanos.

En este marco, sobre todo garantizar:

1.El aporte nutritivo, de afecto, cuidados y estimulación.

2.Los aportes educativos.

3.Los aportes socializadores.

4.Los aportes protectores.

5.La promoción de la resiliencia.

Los diferentes tipos de malos tratos que afectan a los niños y a las niñas desde temprana edad, debido al estrés intenso y duradero que producen, provocan sobre la actividad y el desarrollo de las estructuras cerebrales, hasta el punto de alterar las capacidades intelectuales y psicológicas, así como los comportamientos afectivos. Al ocurrir los malos tratos durante el período en que el cerebro infantil se está esculpiendo y organizando gracias a las experiencias interpersonales, el impacto del estrés grave puede dejar una impronta indeleble en su estructura y en sus funciones. Se producen así una serie de efectos en cascada, moleculares y neurobiológicos, que alteran de forma irreversible el desarrollo neuronal.

El ambiente

El mundo de hoy presenta un acelerado desarrollo científico y tecnológico, así como grandes cambios sociales y económicos que demandan nuevas lecturas de la realidad. La incertidumbre y la complejidad, elementos que caracterizan la contemporaneidad, no son ajenos a la escuela y a las nuevas generaciones que construyen su visión de mundo con herramientas multimediales e hipermediales y con una fuerte influencia de medios de comunicación, en un mundo globalizado que asiste con asombro a un vertiginoso deterioro ambiental.

Estas generaciones necesitan afecto, tolerancia, disciplina, comunicación y orientación para aprender a ser, hacer, vivir y convivir; compromiso indelegable del Estado, la escuela y la familia, como corresponsables en el cuidado de la mayor riqueza de esta nación: los niños, niñas y jóvenes, que no deben seguir entregando su futuro a la calle, la droga, y la violencia.

Los ambientes de aprendizaje se entienden como una transformación de las sesiones de clase que reflejan procesos pedagógicos complejos, de carácter sistémico, que trascienden las fronteras tiempo - espacio en la escuela e involucran no solo los aprendizajes, sino también las dinámicas de interacción entre los participantes, los escenarios donde se desarrollan los procesos, las estrategias didácticas para facilitar la construcción de saberes, las formas de evaluación, las vivencias y los acercamientos de los estudiantes a los propósitos del ambiente; todo lo anterior desde una perspectiva de formación que define la intencionalidad pedagógica como la brújula que orienta el diseño e implementación del ambiente de aprendizaje; acciones que, acompañadas con ejercicios de investigación en el aula, posibilitan la transformación deseada y contribuyan la calidad de la educación.

Relaciones constructivas

Sin embargo, el ambiente por sí mismo no es suficiente para potenciar procesos de enseñanza - aprendizaje, se requiere la voluntad decidida de las y los docentes que, como actores claves de transformación, han de reconocerse como sujetos de afecto, con emociones y sentimientos que permean su labor docente y con el poder para generar atmósferas cálidas y amables donde la comunicación asertiva con los estudiantes se puede lograr a través de actitudes, gestos, posturas, tonos de voz, acercamientos y otros elementos de comunicación no verbal.

Estas acciones comunicativas permiten que en el aula de clase los estudiantes se conecten, dialoguen desde lógicas más emotivas y creen vínculos más afectivos con su colegio. También se precisa del docente que reconozca la voz del estudiante con una escucha activa, a fin de aproximarse a su mundo con un interés genuino por descubrir sus miedos, ansiedades y rebeldías, y para reconocerlo como interlocutor válido, el cual le recuerda que, al igual que sus estudiantes, él vive, sueña, se angustia, teme, resiste, lucha…, en una dinámica intersubjetiva en la que docentes y estudiantes se pueden reencontrar como seres profundamente sensibles y humanos.

Hacer viable este escenario escolar crea condiciones favorables para el aprendizaje, posibilita la formación en valores, hace que se trascienda a conductas permanentes de vida y se fomenten relaciones saludables y constructivas entre pares; además, propicia que el trabajo docente sea gratificante, reparador, motivante, y que los ambientes de aprendizaje dinamicen la vida de los estudiantes y se conviertan en espacios lúdicos, de placer académico, de crecimiento personal, de construcción de afectos, para que las clases se disfruten tanto como el recreo y la relación con los docentes tanto como los amigos.

Actualmente, la representación social de la escuela está cambiando; por eso es importante resaltar que ahora constituye un escenario complejo y diverso donde se viven procesos que implican elementos sociales, culturales y comunicativos propios de los sujetos, en consonancia con sus estadios de desarrollo, que requieren para su comprensión lecturas de tipo epistemológico, antropológico y sociológico.

Se requiere por lo tanto hacer un llamado urgente al sector educativo para abordar lo socioafectivo como un rasgo característico de lo humano que puede potenciar el aprendizaje, la comunicación y la convivencia pacífica.

Y desde este marco entender la violencia, que se manifiesta en nuestras escuelas, que se visualiza en nuestros chicos y chicas. ¿De dónde proviene, cómo se genera, qué es lo que lo produce? Y sobre todo cómo se retroalimenta hasta producir tanto, pero tanto daño.

Recordemos: la mente infantil y luego la adulta emergen de la actividad cerebral, cuya estructura y función están directamente modeladas por las experiencias interpersonales.

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