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Ya estamos en campaña ¿electoral?

Martes, 18 de abril de 2023 02:17

Bienvenidos y bienvenidas a las cuatro semanas de campaña electoral en Salta. Un frenesí de cartelería en la vía pública, paredones pintados, jingles radiales, bombardeo por redes sociales, telediarios entrevistando candidatos y mucha movilización de voluntades.

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Bienvenidos y bienvenidas a las cuatro semanas de campaña electoral en Salta. Un frenesí de cartelería en la vía pública, paredones pintados, jingles radiales, bombardeo por redes sociales, telediarios entrevistando candidatos y mucha movilización de voluntades.

Una campaña electoral es un buen síntoma de la democracia.

Es el momento ejemplar para poner el valor lo más importante: lograr la confianza de gobernar en un voto. Los procesos electorales tienden a medir menos el pasado y emocionalmente visualizar futuros deseados a través de mensajes estratégicos que ofrecen alternativas. Es sorprendente, pero repasar el historial de cualquier candidatura no suele ser la prioridad del electorado. En Salta, sabiendo que hay una crisis profunda de representatividad, discernir el bagaje político de cada candidato a la gobernación es fútil, porque lo sabido no cambia la realidad.

En la última columna decíamos que los más de diez frentes a la gobernación en Salta eran indicio del descreimiento de una forma de hacer política que tiende al consenso y la unificación de criterios con valores fuertes.

Lo que vemos es una crisis de representatividad, donde lo más importante es el armado técnico del voto y por detrás, muy por detrás, el armado político de una candidatura. Es poco probable pensar que lo que hoy se manifiesta como diferente en los próximos 40 días no vuelva a su cauce natural. El estado natural de los partidos políticos en Salta es justamente la activación discontinua. Activo y vivo en elecciones, callado y sumiso en el importantísimo trabajo de ser oposición. Por eso, en los próximos 30 días deberíamos ser cautos y discernir qué es lo que esperamos de una candidatura a la máxima autoridad provincial. Por eso, pensar en tres criterios como guía para ponderar una campaña que quiere tu voto, tu legitimidad y apoyo.

La primera clave para juzgar la calidad de una campaña electoral, de las que te alegran las tardes en la siesta, es más bien simple: ¿el candidato, candidata, tiene una visión para transmitir? La literatura de comunicación política descree de los candidatos mesiánicos, pero sí alerta de la importancia de solo ser candidato si hay una visión, un mensaje claro para transmitir. Ser por ser no basta porque gobernar para el bien común es una vara alta, tanto en lo ético como en lo técnico.

Visión, camino y programa

La primera pregunta que deberían responder los que quieren el voto es ¿y para qué? Deberíamos ver una respuesta con dos condiciones necesarias. La primera, con convicción y convencimiento que esa visión de gobierno, de representación, tenga sentido. No sería lógico querer ser gobernador atacando al Estado de derecho o pidiendo quemar las arcas de las instituciones públicas. En momentos donde la antipolítica es la moda de turno, el votante debe saber que, menos mal, la avenida para gobernar es la democracia, y su variante republicana se sostiene en instituciones. No hay que pecar pensando que el hartazgo es sinónimo de anarquía.

La segunda condición necesaria es la articulación de esas convicciones. Si preguntábamos ¿y para qué quiere el voto?, esta segunda parte continuaría con ¿y cómo quiere hacerlo? Una visión que termina con el eslogan es propaganda. Una visión que articula un camino, una guía, parámetros de gobierno es, aun mal ejecutada, un señuelo de expectativas. Ganar una elección es la generación de expectativas. La candidatura que logre materializar la expectativa en votos gana. Para eso necesitamos saber qué esperar. Sin una visión, no hay candidatura viable.

Si la visión esta materializada y los parámetros de expectativa de gobierno acompañan, entonces recién podemos pasar a un segundo nivel de chequeo de calidad: ¿y qué prioridades de gobierno ofrece?

Bajo el riesgo de repetición, este espacio continúa creyendo que los gobiernos sin planificación estratégica son el peor enemigo del desarrollo, en todo su sentido. Una campaña electoral para generar expectativa en base de una visión no puede hablar al votante en abstracto. Lo debe hacer generando un hermoso ejercicio de visualización. Lo que se plantee como potencial de gobierno tiene que ser fácil de imaginar, de visualizar, de verse involucrado en ese resultado final. Por ejemplo, si uno de los parámetros de una visión a la gobernación es "una Salta con producción", la idea sin relleno de detalles queda sin efecto ante el votante por dos motivos: es obvia y es abstracta. Ahora, si a ese parámetro se le suman enunciados focalizados en sectores específicos, en geografías específicas, en segmentos de la población, en presupuestos de inversión, en planificaciones multisectoriales, y sobre todo en un objetivo fácil de visualizar, entonces sí tenemos la capacidad de sentirnos parte o no de una idea clara. Decir el eslogan solo sirve en el mundo del marketing. En política se necesita saber más. Por eso las campañas políticas que puedan ofrecer detalles del "cómo" a partir de una visión, por lo menos cuentan con la ventaja de ser creíbles en el corto plazo y sensibles a la realidad. Si el menú de propuestas está antropológica y socialmente calibrado, puede ser el camino de una victoria electoral. Pensemos por ejemplo la propuesta de la legislación del aborto, la eliminación del cepo, la reducción de la inflación y la falta de agua.

Si una campaña toca la puerta con visión, con parámetros de gobierno y con propuestas que guíen una expectativa, diría, estamos ante una democracia viva. Para que optimice su calidad y llegue a un nuevo nivel de exigencia, el tercer paso debería ser la explicación "del día después". Ganar una elección es un instrumento de poder que generaliza en una persona, pero deviene del poder del Estado y su capacidad de gestión.

El "día después" de una posible victoria demanda otro ritmo y es posible que una campaña electoral utilice como estrategia la confección de responsabilidad compartida. Me refiero a ofrecer detalles que solidifiquen la visión y guías de gobierno. Este momento de una campaña electoral suele ser al final y tiene muchas formas. La más común es la presentación de un protogabinete o del círculo cercano a la gestión que tendrá el trabajo de poner en acción lo prometido.

Si para generar expectativa hay que generar confianza, mostrar el perfil de servidor público que acompaña a ese esfuerzo puede ser un golpe de efecto importante en escenarios de polarización o inclusive en momentos de tensión. Salir a demandar claridad para el día después. Piénselo: ¿a un docente no le gustaría saber quién lideraría ese ministerio?, ¿a un productor, el de economía?, ¿a una persona anciana, el de salud?

Hay formas de generar confianza mostrando en campaña lo que se estima ser.

Serán 30 días intensos, pero con la esperanza de que estas tres claves tengan su momento, por lo menos de a ratos. Desde este espacio, prestaremos atención a las propuestas con la mira puesta en el día después y con las ganas de hacer preguntas.

 

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