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El péndulo que nos lleva de la euforia a la agonía

Jueves, 13 de julio de 2023 02:31

Pasaron las elecciones provinciales. Pasaron los cierres de lista a candidaturas nacionales, y paso el tenso momento de ver la reacción del mercado al lunes siguiente. El camino hacia las PASO en agosto, las generales en octubre y una posible segunda vuelta en noviembre van a ser igual de tortuosos. Esto se da por que la oferta electoral no abunda, y la que tenemos necesita aturdir y acaparar la mayor parte de nuestra atención para ser relevante.

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Pasaron las elecciones provinciales. Pasaron los cierres de lista a candidaturas nacionales, y paso el tenso momento de ver la reacción del mercado al lunes siguiente. El camino hacia las PASO en agosto, las generales en octubre y una posible segunda vuelta en noviembre van a ser igual de tortuosos. Esto se da por que la oferta electoral no abunda, y la que tenemos necesita aturdir y acaparar la mayor parte de nuestra atención para ser relevante.

El plano nacional no está sentado en bases de crecimiento o mejoría social. Al contrario, la campaña política –todo el año– es una distracción de los problemas estructurales que gane quien gane serán la urgencia desde 11 de diciembre. Por eso, es clave ver dos cuestiones para los próximos meses: cual es la conformación real de las fuerzas políticas y cuál es la oferta electoral.

Caeríamos en error si pensáramos que la conformación de las fuerzas políticas son solamente bi - coalicionales. En este periodo electoral no hay purismos ni instrucciones directas sobre qué partido político puede integrar qué lista. Más bien, estamos ante la desintegración del partido político como ejecutor de programas electorales. Lo que vemos es la conformación de bloques de poder que responden a personas sin que necesariamente estos sean líderes de estructuras de origen. Por ejemplo, el espacio libertario es dinámico y no responde solamente a un partido político sino a la figura de Javier Milei. Lo mismo con el renovado Unión por la Patria: Massa no es la síntesis de ese espacio, sino más bien, la carta calculada y pragmática para seguir con chances de continuidad. Pero allí, conviven las mismas tribus que desperdiciaron la gestión de los últimos cuatro años.

La convivencia electoral, decíamos en otra oportunidad, no necesariamente predispone esas mismas fuerzas alineadas para la gestión. Por eso, al observar a Juntos por Cambio, notamos que la conformación de esa fuerza tiene engendrado un potencial daño mayor que es la falta total de sintonía entre la representación de Larreta y Bullrich. A modo masoquista, parece que no logramos aprender que para gobernar siempre es necesario consensuar las bases para solo discutir caminos de implementación. Pero cuando ni siquiera hay acuerdos tan importantes como la discusión ante el Fondo Monetario Internacional, la reducción de la inflación, la unificación de los tipos de cambio y la desgarrante pobreza - sobre todo, la infantil- y la crisis climática, es casi seguro que ni Massa, ni Larreta, ni Bullrich, ni Milei podrán gobernar sin la tragedia del atasco.

¿Quién oferta qué?

Esa conformación de las fuerzas políticas dice más que un panfleto de propuestas u otro video en tu feed. Lo que dice es qué representa y qué pretende hacer siendo gobierno. ¿La elección del gobernador de Jujuy en la fórmula de Larreta nos dice que habrá tácticas de seguridad pública como las que vimos en Purmamarca? ¿O que el cannabis será un motor de la economía y será una prioridad política? ¿Rossi representa al federalismo peronista o a la evolución de las fuerzas de inteligencia y sus tareas? ¿Milei privatizará el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante o vuelve el debate sobre el aborto?

Hay una crisis de representatividad a costa del triunfo. Es verdad que el triunfo ordena y hasta puede ser condicionante de síntesis, pero la conformación real de las fuerzas políticas, y más en un escenario de PASO, arriesga tener por coalición, dos o tres frentes tan distintos que parece nada los une al sello coalicional. Por eso somos testigos de un debate profundo sobre la aritmética que el electorado exige para bendecir un gobierno. No es suficiente votar ciegamente a una coalición o partido porque ni este ni el otro ofrecen claridad de su oferta electoral de manera singular. Lo que hacen es generar espacios de grieta y ruptura temprana en vez de discutir valores, principios y programas de gobierno. Una interna, aun consensuando las bases, puede ser necesaria igual porque evaluaría los atributos de una candidatura y las formas de gobierno, prioridades de ejecución dentro de un plan común, y la imprescindible empatía hacia el electorado.

En este sentido el riesgo mayor es que desde julio a agosto y después del resultado de las PASO veamos la fragmentación total de las miradas contrapuestas de las conformaciones políticas, resultando en un vaciamiento del debate, la ausencia y suspicacia de los perdedores y la confirmación de una tendencia emergente: menos participación electoral y más votos en blanco.

El desánimo

La confusión que anida en los candidatos actuales solo hace que más gente prefiera quedarse en casa que ir a las urnas al no saber quién representa qué cosa. Este riesgo es mayor cuando el país debe transitar un proceso de cambios profundos. No será posible seguir sosteniendo una economía que depende de si llueve o no. Tampoco políticas sociales expansivas sin tener los fondos para pagarlas. La Argentina en 2024 planteará discusiones muy difíciles sobre el modelo de crecimiento y como sostenerlo al mismo tiempo que debe poner fin a situaciones anómalas de carácter

institucional como la mini - Corte Suprema, la inacción del proceso judicial, políticas de seguridad y el perfil geopolítico del país.

Por eso, la formación del equipo de gobierno importa y mucho. Las fuerzas políticas que quieran ser gobierno deben serlo de manera sintética. La desesperación de que si el Presidente y la vicepresidenta se hablan o no es algo que no debe pasar nunca más.

Aquí llegamos al segundo punto: la oferta electoral. Un término conocido en el ámbito de la Ciencia Política y el estudio de fenómenos electorales, lo que dice es básicamente que un elector decide a quien votar por medio de factores de preferencias y demandas. El votante, supuestamente, discierne qué le falta, qué quiere y quién ofrece esas soluciones. Mira la oferta electoral, y base a su análisis, ejerce su voto. Esto, que suena lógico y lineal, no funciona así.

La elección no es solamente analítica pero emocional. Los minutos antes de entrar al cuarto oscuro son más importantes que los miles de horas redes sociales. A lo que voy es que tocar ese mundo emocional es parte de la estrategia de la oferta electoral. Si lo que urge es la economía, y emocionalmente, eso se traduce en poder acceder a una vivienda, entonces tu candidato tendrá un perfil y cosechará a los votos que apunten a esa demanda. Buscar alinear oferta con demanda. Hoy estamos ante la duda de quién representa qué y por eso se hace muy complejo para el votante discernir cuál oferta electoral es real. La votante ve la evidencia, las propuestas y las diferencias intra - partidarias, y quizás llega a la conclusión que nadie satisface sus demandas o que sus demandas no son parte de la agenda.

En este contexto también nace parte de la explicación del voto a Javier Milei pero no exclusivamente. Si explica casi totalmente el voto en blanco y ausente. Para ser más claros, por ejemplo, en términos macro -económicos: ¿cuál sería la diferencia más marcada entre Larreta y Massa? ¿entre Bullrich y Milei?

El comienzo de la campaña es una oportunidad para que aquellos que quieren ser gobierno estudien este efecto de oferta y demanda para alinear una propuesta superadora que consista en un proyecto de gobierno. La oportunidad de quebrar el péndulo de la euforia a la agonía es ahora.

 

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