"El rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia son cinco heridas que nos dificultan el camino para llegar a ser uno mismo".
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"El rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia son cinco heridas que nos dificultan el camino para llegar a ser uno mismo".
La convivencia no es producto de la ley, de la norma, del control o del temor. Encasillar el discurso de la convivencia en estos moldes, estrategias o procedimientos, muy propios de las instituciones encargadas de velar y garantizar la seguridad de los ciudadanos, significa mutilarlo, desnaturalizarlo y convertirlo en un dispositivo más de poderes asimétricos y abusivos.
No es posible vivir la convivencia sin el relacionamiento con el otro, sin la voluntad de aceptar y recibir al otro, sin el deseo de ser con el otro, de beneficiarse mutuamente. Tampoco es posible la convivencia si las personas no perciben que son reconocidas, valoradas, incluidas por el otro.
No es posible la convivencia en la escuela si la o el estudiante no aprecia en el docente que es reconocido como alguien que es acogido por lo que es y en todo lo que es, no solo por aquello que hace o produce.
Asumir la convivencia en la institución educativa como clave de una propuesta pedagógica, no es afirmarse en una norma y en algún referente teórico, es principalmente un compromiso ético y político, es hacerse cargo del otro.
La convivencia es una vivencia, una experiencia, un hacer, que se opera en las personas por medio de la reflexión y acción. Es producto de una opción de humanizar y dignificar la vida, es el resultado de una acción constante y comprometida.
La convivencia es la experiencia de andar contracorriente, de una rebeldía emocional y una resistencia expresiva, conversacional, creativa, ética y estética.
El desafío de construir convivencia en la escuela, como experiencia educativa de vida digna se da en las claves de la existencia humana, y una de ellas es la de las emociones, no solo la de la razón; es desde el afecto, la empatía compasiva, donde el reconocimiento, la aceptación, el cuidado, el respeto aparecen como características de las conductas relacionales a través de las cuales el otro surge como un legítimo otro. Todo lo contrario a la agresión o a la violencia que son características de conductas relacionales a través de las cuales el otro es aniquilado, sometido y negado.
De esta manera podemos comprender, en toda su dimensión, aquellas conductas de las y los estudiantes, niños y adolescentes, en sus disrupciones, acoso, malestar, tratos violentos, etc., desde la Teoría de la Motivación Humana de Abraham Maslow, en la cual todas esas conductas/ comportamiento se impulsan desde las propias necesidades humanas: fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima o reconocimiento y de autorrealización.
O como afirma Lise Bourbeau en su libro "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo": el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia. Dice la autora que "después de conocer la alegría de ser él mismo en la primera etapa de su existencia, conoce el dolor de no tener el derecho de ser la/el mismo, que es la segunda. Llega enseguida el período de crisis, de rebeldía que es la tercera. Con el objeto de reducir el dolor, el/la niña se resigna y termina por crearse una nueva personalidad para transformarse en lo que los demás quieren que sea. Algunas permanecen estancadas en la tercera etapa durante toda su vida en permanente situación de crisis. En la tercera y cuarta etapa es cuando creamos numerosas máscaras (nuevas personalidades) que sirven para protegernos del sufrimiento que vivimos en el transcurso de la segunda. Concluyendo, la autora, dice que "estas nuevas personalidades son las cinco grandes heridas que vive el ser humano: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia".