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IA: el desafío educativo

Jueves, 14 de marzo de 2024 02:01

En el vasto universo de la educación, donde los cimientos del conocimiento se entrelazan con la formación en valores, cultura y destrezas científicas, emerge un desafío transcendental: la adaptación al vertiginoso avance de la tecnología y, en particular, a la creciente influencia de la Inteligencia Artificial (IA). En el tejido mismo de la enseñanza, tradicional y renovada se perfilan los contornos de un nuevo paradigma, donde la integración de la IA reclama su espacio.

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En el vasto universo de la educación, donde los cimientos del conocimiento se entrelazan con la formación en valores, cultura y destrezas científicas, emerge un desafío transcendental: la adaptación al vertiginoso avance de la tecnología y, en particular, a la creciente influencia de la Inteligencia Artificial (IA). En el tejido mismo de la enseñanza, tradicional y renovada se perfilan los contornos de un nuevo paradigma, donde la integración de la IA reclama su espacio.

La formación de ciudadanos capacitados, imbuidos de principios y portadores de cultura, es el propósito fundamental de la educación. Este cometido se torna aún más relevante en la era actual, donde la competitividad y la economía del conocimiento delinean el futuro de las naciones. No obstante, nos enfrentamos a una paradoja: mientras la tecnología se expande exponencialmente, la estructura educativa tradicional tiende a anclarse en métodos obsoletos, toda vez que no acompañe al cambio.

El sistema educativo, desde la educación primaria hasta la universidad, se ve desafiado por el imperativo de adaptarse a las demandas cambiantes del mercado laboral. La globalización y el avance tecnológico han forjado una revolución que redefine la forma en que accedemos al conocimiento y a la información. La educación en línea, potenciada por internet, se erige como un canal fundamental de transferencia de saberes, exigiendo una revisión profunda de los métodos convencionales.

En este escenario, la llamada generación Millennial, formada en la era digital, demanda una metamorfosis en el enfoque educativo. El modelo de las "escuelas al revés" gana terreno, permitiendo a los estudiantes absorber conocimientos en sus hogares mediante plataformas interactivas, para luego reunirse en las instituciones educativas y colaborar en la resolución de problemas junto a sus profesores y compañeros. En este modelo emerge un aspecto sustancial que se debe tener en cuenta y que tanto directivos como docentes y formadores deben centrar el debate, y es que, en un contexto de competencia global, la diferenciación se centra en las llamadas habilidades blandas, aquellas que trascienden el mero conocimiento y se sumergen en la formación integral de los individuos. La clave no yace solo en lo que sabemos (saber), sino en cómo aplicamos esos conocimientos (saber hacer) y, sobre todo, en quiénes somos como personas (saber ser). Tal es así que la brecha entre países desarrollados y en vías de desarrollo no radica en la antigüedad, los recursos naturales o la inteligencia innata, sino en la actitud de sus ciudadanos. La moral, el orden, la honestidad, la puntualidad, la responsabilidad, el deseo de superación, el respeto por la ley y por los demás, el amor al trabajo y la cultura del ahorro y la inversión son los pilares que distinguen a las naciones prósperas.

Este escenario nos insta de manera urgente a reflexionar, debatir y actuar, ya que la Inteligencia Artificial (IA) surge desafiando a la especie humana en su punto más fuerte: el intelectual. A lo largo de la historia, la inteligencia humana ha liderado un proceso evolutivo tecnológico que inicialmente se centró en la capacidad física, optimizando tareas físicamente exigentes y resultando en mayor prosperidad, comodidad y avances tecnológicos rápidos. Los temores acerca de la extinción humana o la pérdida de empleos, típicos de cada revolución tecnológica, no se concretaron; más bien, ciertos trabajos desaparecieron para dar paso a nuevas oportunidades laborales, en sintonía con la ley natural de la vida.

Sin embargo, el panorama ha cambiado con la llegada de la Inteligencia Artificial, que desafía directamente la principal ventaja del ser humano: la inteligencia. La IA compite a una velocidad superior, con un dominio más amplio de la información y una mayor conectividad entre redes. Ante este nuevo escenario, es imperativo vislumbrar el futuro. La educación, que nos prepara para los desafíos venideros, debe focalizarse en valores sólidos y generar la suficiente motivación para abrazar conocimientos técnicos y científicos, ya que estos últimos nos ponen en competencia directa con la IA. Es decir, hay que centrarse en el "cómo" se enseña.

En este escenario, la IA se presenta como un asistente experto, una herramienta destinada a potenciar nuestra capacidad de aprendizaje, sin que ello implique la renuncia a los imprescindibles ejercicios de entrenamiento mental. El desafío que se nos presenta es nítido: labrar una educación que abrace la tecnología, respete la tradición y modele ciudadanos capaces de liderar en un mundo donde el conocimiento y los valores convergen hacia el progreso sostenible. Para ello es necesario adoptar un enfoque educativo renovado, permitiendo la asimilación ágil del conocimiento mientras se fomenta el desarrollo del juicio crítico, habilidad esencial para desenvolverse en un entorno cada vez más complejo y tecnológicamente avanzado. Así, en la interacción armoniosa entre la inteligencia humana y la artificial, hallaremos la senda hacia una educación más adaptada y preparada para el futuro.

La IA, como un colaborador experto, nos brinda la oportunidad de potenciar nuestro aprendizaje, despojándonos de ciertos temores y brindándonos la posibilidad de abrazar un futuro educativo transformador. En este contexto, las reflexiones de Khalil Gibran, plasmadas magistralmente en "Una metáfora sobre la vida", resuenan con pertinencia. Gibran describe cómo el río experimenta temor al dejar atrás las selvas, montañas y pueblos que ha atravesado en su sinuoso recorrido hacia el océano. Aunque el río experimenta miedo ante lo desconocido, no hay retorno posible. "Solamente entrando al océano se diluirá el miedo. Porque sólo entonces sabrá el río que no se trata de desaparecer en el océano, sino de convertirse en océano". En este mismo tenor, al abrazar la integración de la IA en nuestra educación, no perdemos nuestra esencia, sino que nos transformamos en navegantes hábiles de un vasto mar de conocimiento en constante expansión. Es un viaje hacia la sinergia, donde la educación y la IA se entrelazan, llevándonos hacia horizontes educativos más amplios y emocionantes.

* El ingeniero Iván Rodríguez es doctor en Estadística y magister en Comunicaciones Sociales; se desempeña como docente en la Facultad de Ingeniería, investigador y consultor

 

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