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En el Congreso, la sensatez se impuso al ideologismo

Domingo, 04 de febrero de 2024 00:39

La votación en general del proyecto de ley que el presidente Javier Milei presenta como "fundacional" para una reforma total de la Argentina es un triunfo del diálogo; un logro de la mayoría de los diputados nacionales y los gobernadores que entienden que el único camino para la construcción de una Nación es el del acuerdo.

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La votación en general del proyecto de ley que el presidente Javier Milei presenta como "fundacional" para una reforma total de la Argentina es un triunfo del diálogo; un logro de la mayoría de los diputados nacionales y los gobernadores que entienden que el único camino para la construcción de una Nación es el del acuerdo.

La dirigencia en su totalidad debería entender que la tentación mesiánica inspiró a muchos gobiernos y generó demasiados fracasos nacionales.

Basta repasar las últimas ocho décadas y prestar particular atención a los nombres que se asignaron a la Revolución Libertadora, en 1955, a la Revolución Argentina, en 1966 y al Proceso de Reorganización Nacional, en 1976. El mismo mesianismo alimentó a las organizaciones armadas de izquierda y derecha en los años '60 y '70 y, más recientemente, a las pretensiones de revolución cultural que intentó el kirchnerismo a partir de 2008.

El presidente debe asumir que las revoluciones unipersonales no suelen prosperar y que, en todo caso, se convierten en autocracias.

La eliminación de 139 artículos y la reforma de otros 17 de los 664 que contiene el proyecto original son el indicio de la sabiduría del sistema republicano, que consiste en la capacidad de negociación, que nada tiene que ver con "negociados". Es lógico que los gobernadores planteen en apoyo de sus provincias a una iniciativa, siempre y cuando garantice el equilibrio de las administraciones locales. Y es lógico que los diputados aporten sentido común a un trámite que, de entrada, presenta la complejidad de un proyecto de Ley, con transformaciones de fondo sobre temas heterogéneos, y que el presidente espera que sea aprobado en un mes.

Las amenazas de dejar a las provincias sin recursos y los agravios de bajo calibre no facilitan los acuerdos. Tampoco, la imprevisión de no hacer participar de todo la gestación de semejante proyecto a los diputados y senadores predispuestos a apoyarlo. Cuando el texto sea aprobado, artículo por artículo, deberá pasar a los senadores, que hasta ahora observaron todo el trámite de lejos y tendrán que analizar los artículos que quedan, incluidas consultas a funcionarios y empresarios.

Esto no es obstruccionismo: es pericia parlamentaria y debate democrático. Por no presentar varios proyectos por separado, la revolución libertaria seguirá demorándose.

El balance positivo que estas jornadas de alta tensión política es que el actual gobierno, al menos, tiene un proyecto, y que fue debatido, modificado y aprobado en general por una amplia mayoría. Como contrapartida, la irresponsabilidad de la dirigencia de izquierda y de algunos legisladores oportunistas del kirchnerismo, provocó en la calle desmanes premeditados con el propósito de impedir el funcionamiento del Congreso. Ninguna organización política tiene derecho a cortar las calles, a generar focos de incendio, a obligar a la gente que trabaja a soportar enormes demoras en el tránsito por el capricho ideológico de una minoría que en las elecciones generales quedó por debajo de los votos en blanco.

Las diatribas contra las fuerzas de Seguridad que se escucharon en el recinto no hacen más poner en evidencia que esas sectas políticas siguen a contramano de la sociedad y buscando mantener la inexplicable prebenda estatal de manejar los subsidios a la pobreza.

El escenario económico y social de la Argentina es dramático. La racionalidad es el único camino de salida. Ningún líder está hoy en condiciones de resolver todo por su cuenta. Por eso, es primordial reconstruir la política y avanzar, sin prisas y sin pausas hacia las grandes reformas que el país necesita, conociendo los límites y haciendo los mayores esfuerzos para que el costo no recaiga solo en la sociedad.

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