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Cien años. Vivir todos esos años y recordar lo que pasaron en ellos: la llegada de luz eléctrica a la casa, el servicio de agua domiciliaria, los caminos, los primeros autos, la primera radio y de golpe internet, el celular, y mp3, solo por nombrar una pequeña lista.
Lidia Díaz es una abuela que el martes pasado cumplió 100 años. Lo festejos con sus amigos, hijos, nietos y bisnietos. Lúcida y bien despierta, más que algunos que llegan a los 50, Lidia recuerda los días en Cachi, a qué edad llegó a Salta para seguir estudiando, cómo era Salta, sus viajes a caballo para llegar a ciudad, el ramos generales de su padre, y su época de docente en Cachi adentro.
¡Qué tiempos!
Únicos, guardados en su memoria, pero tan bien descriptos que llevan a quien la escucha en un viaje encantador.
Lidia llegó al mundo en el pueblo de Cachi, donde hace 100 años atrás, casi nada de lo que está ahora existía. Su padre -que aprendió a leer y escribir cuando hizo el servicio militar- era andador, inquieto y eso fue lo que lo llevó a construir su casa, ser una de las primeras que tuvo luz y agua corriente en el pueblo y llevar a sus hijas a estudiar.
El padre de Lidia, César Díaz, fue quien construyó el que es ahora el Museo Arqueológico de Cachi, desde sus cimientos. "Mi padre fue haciendo la casa de a poco, construyendo por partes y allí puso el negocio", recuerda Lidia. En su casa funcionó el ramos generales del pueblo, donde se encontraban todos los productos que se hacía en Cachi y los que traría desde Salta. Desde telas, hasta vasos, platos, quesos y pimientos. Con el tiempo ellugar fue creciendo y se convirtió en un hospedaje, donde se alojaban todos los personajes importantes que llegaban a Cachi.
Lidia, que nació el 7 de mayo de 1924, dejó el pueblo a los 10 años. "Mi papá quería que estudie. Mis hermanas y yo. Y nos mando a estudiar a Salta, al internado del colegio Del Jesús", recuerda Lidia, que terminó allí sus estudios para maestras y volvió a trabajar a Cachi.
Allí comenzó su otra etapa de la vida, conoció a su esposo, que era de Rosario de la Fronteras y trabajaba en el correo de Cachi, y comenzó a trabajar en una escuela rural de Cachi adentro, durante cuatro años.
"Después se construyó la escuela en el pueblo y me fui a dar clases ahí y además junto con mi esposo atendíamos el ramos generales de mis padres que por problemas de salud, se vinieron a Salta", recordó Lidia.
En esa casa naciieron ella y sus tres hermanas, luego cuando se caso vivió allí con su marido Roberto Moreno. Alli nacieron tabien sus cuatro hijos: Martha, Roberto, Elda y Carlos.
En 2010 falleció su esposo, el compañero de casi toda la vida. Pero la misma vida le dio nietos y bisnietos. Hoy tiene 13 nietos y 8 bisnietos.
Todavía cocina siempre con ayuda de alguien, ve los noticieros, y siempre encuentra algo para hacer en su casa, que su clave para permanecer activa.
Cuando le consultamos, cómo hacer para llegar a los 100? Lo primero que dijo Lidia fue dar gracias a Dios que le dio esta vida y tanta, y después analizó que su forma de vivir y su alimentación tuvieron mucho que ver.
Lidia vio los primeros campos de secado de pimiento, esos que hoy tiñen los campos de Cachi y que todos conocemos, se alimentó con los animales criados en sus propios campos o de sus vecinos, comió las humitas que se hicieron con los mejores maíces de esta lado de los Valles.
Todo eso en la época en que ni caminos había. Y tal vez ese sea también su secreto.
"Para Cachi no había camino, ni puente, ni nada. Para llegar a Salta, se venía a caballo y con mulas de carga. Dos días demorabas. Se salí temprano y el primer día había que llegar en la tardecita al pie de la cuesta del Obispo. Todo ese tramo a caballo. Solo parábamos a almorzar en un campo que había en la recta del Tin TIn, donde había toda un campo de árboles de albarrobo, que se llamaba el "almuerzadero". De ahí se seguía a caballo para llegar a dormir al pie de la cuesta", recuerda detalladamente Lidia.
El segundo día de viaje, seguía a caballo por el lecho del río de la que quebrada de Escoipe hasta llegar a Rosario de Lerma. Ahí comenzaba el tramo más urbanizado.
Lidia y sus hermanas subían tren que las llevaba a la estación de la calle Ameghino de hoy. "En Salta solo había dos tranvías uno norte y otro sur, y sino había que tomar un mateo. Nada de taxis ni remises", recordó Lidia, tan vividamente que nos hizo dar una vuelta en mateo, sin darse cuenta.
Un relato único de nuestra Salta, de otras épocas.